Portada.
Prólogo.
PRIMERA PARTE
Sicuindiro.
SEGUNDA
PARTE
I Síguese la historia cómo fueron señores el caçonçi y sus antepasados en esta provincia de Mechuacan. De la justicia
general que se hacía.
II De cómo empezaron a poblar los antecesores del caçonçi.
III De cómo mataron
en este lugar sus cuñados a este señor llamado Ticátame.
IV Cómo en tiempo destos dos señores, postreros, tuvo
su cu Xarátaga en Vayámeo y cómo se dividieron todos por un agüero.
V De cómo los dos hermanos señores de los
chichimecas hicieron su vivienda cerca de Páscuaro y tomaron una hija de un pescador y se casó uno dellos con ella.
VI
Cómo los señores de la laguna supieron de la mujer que llevaron los chichimecas y cómo les dieron sus hijas por mujeres.
VII
Cómo hallaron el lugar deputado para sus cúes y cómo pelearon con los de Curínguaro y los de Curinguaro y los desafiaron.
VIII Cómo enviaron los de Curínguaro una vieja, con engaño, a saber si murieron de las heridas los señores de
los chichimecas y cómo los quisieron matar por engaño los de Curínguaro en una celada.
IX Cómo los de Corínguaro
quisieron matar a los señores de los chichimecas en una celada e se lebraron della y después murieron en otra celada.
X
Cómo le avisaban y enseñaban los sacerdotes susodichos a Tarícaueri y cómo puso flechas en los términos de sus enemigos.
XI
Cómo el señor de la isla llamado Carícaten pidió socorro a otro señor llamado Zurunban contra Taríacuri que le tenía cercado
en su isla, y fue enviado un sacerdote llamado Nacá a hacer gente de guerra.
XII Cómo Quáracuri avisó a Taríacuri
y fue tomado el sacerdote Nacá en una celada.
XIII Cómo Taríacuri mandó cocer a Nacá y le dio a comer a sus enemigos.
XIV Cómo Zurunban hizo deshacer las casas a los de taríacuri y cómo fueron flechados dos señores primos de taríacuri
y sacrificadas sus hermanas.
XV Cómo se casó Taríacuri con una hija del señor de Curínguaro y fue mala mujer.
XVI Cómo venieron los amigos desta mujer y cómo se emborracharon con ella y de la falsedad que levantaron a Taríacuri.
XVII Cómo Taríacuri sintió mucho cómo no le guardaba lealtad su mujer y cómo se casó con otra por consejo de una,
su tía.
XVIII Cómo se sintió afrentado el suegro primero de Taríacuri porque dejó su hija y le tomó un cu y fueron
sacrificados los enemigos de Taríacuri.
XIX Cómo los cuñados de Taríacuri, de la mujer primera de Corínguaro,
le enviaron a pedir plumajes ricos y oro y plata y otras cosas y de la respuesta que dio a los mensajeros.
XX
Cómo Taríacuri buscaba sus sobrinos Hirepan y Tangáxoan que se habían ido a otra parte y de la pobreza que tenía su madre
con ellos.
XXI Cómo Taríacuri envió llamar su hijo Curátame de Curínguaro y de las diferencias que tuvo con él.
XXII Cómo Taríacuri avisó a sus sobrinos y les dijo cómo habían de ser señores y cómo había de ser todo un señorío
y un reino por el poco servicio que hacían a los dioses los otros pueblos y por los agüeros que habían tenido.
XXIII
Cómo los isleños enviaron un principal llamado Zapíuatame a ponerse debajo del mando de Taríacuri y fue preso y cómo andaban
haciendo saltos Hirepan y Tangáxoan con su gente.
XXIV Cómo Curátame envió por Hirepan y Tangáxoan que hacían
penitencia en una cueva y de la respuesta que dieron.
XXV Cómo Taríacuri dio a sus sobrinos y hijo una parte de
su dios Curícaueri y cómo los quiso flechar por unos cúes que hicieron y de la costumbre que tenían los señores entre sí antes
que muriesen.
XXVI Cómo Taríacuri mandó matar su hijo Curáteme a Hirepan y Tangáxoan porque se emborrachaba y
le mataron después de borracho.
XXVII Cómo aparescieron entre sueños el dios curícaueri a hirepan y la diosa Xaátanga
a Tangáxoan y les dijeron que habían de ser señores.
XXVIII Cómo los del pueblo de Yzíparámucu pidieron ayuda
a los de Corínguaro y del agüero que tuvieron los de Yzíparámucu.
XXIX Cómo Taríacuri envió sus sobrinos amonestar
y avisar un cuñado suyo que no se emborrachase y cómo los rescibió mal, y a la vuelta lo que le aconteció a Hirepan con un
árbol en el monte.
XXX Cómo Taríacuri mostró a sus sobrinos y hijo la manera que habían de tener en la guerra
y cómo les señaló tres señoríos y cómo destruyeron el pueblo a aquel señor llamado Hiuacha.
XXXI Cómo Hirepan
y Tangáxoan y Hiquíngaje conquistaron toda la provincia con los isleños y cómo la repartieron ente sí y de lo que ordenaron.
XXXII De la plática y razonamiento que hacía el sacerdote mayor a todos los señores y gente de la provincia, acabando
esta historia pasado, diciendo la vida que habían tenido sus antepasados.
XXXIII De un hijo de Taríacuri llamado
Tamápucheca que cativaron y cómo lo mandó matar su padre.
XXXIV De cómo fue muerto un señor de Curínguaro por
una hija de Taríacuri.
XXXV De los señores que hubo después de muertos Hirepan y Tangáxoan y Hiquíngaje.
TERCERA
PARTE
I De la gobernación que tenía y tiene esta gente entre sí.
II En los qúes había estos sacerdotes siguientes.
III De los oficios de dentro de su casa del caçonçi.
IV De las entradas que hacían en los pueblos
de sus enemigos.
V Cómo destruían o combatían los pueblos.
VI Cuando metían alguna población a fuego
y sangre.
VII De los que murían en la guerra.
VIII De la justicia que hacía el Cazonci.
IX
De la muerte de los caciques y cómo se ponían otros.
X De la manera que se casaban los señores.
XI
Los señores entre sí, se casaban desta manera.
XII De la manera que se casaba la gente baja.
XIII
Síguese más del casamiento destos infieles en su tiempo.
XIV De los que se casaban por amores.
XV
Del repudio.
XVI Cómo muría el caçonci y las cirimonias con que le enterraban.
XVII Cómo hacían otro
señor y los parlamentos que hacían.
XVIII Razonamiento del papa y sacerdote mayor y del presente que traían al
caçonzi nuevo.
XIX De los agüeros que tuvo esta gente y sueños, antes que viniesen los españoles a esta provincia.
XX De la venida de los españoles a esta provincia, segund me lo contó don Pedro que es agora gobernador y se halló
en todo. Y cómo Montezuma, señor de México, invió a pedir socorro al caçonçi Zuangua padre del que murió agora.
XXI
Cómo echaban sus juicios, quién era la gente que venía y los venados que traían, segud su manera de decir.
XXII
Cómo volvieron los navatlatos que habían ido a México y las nuevas que trujeron y cómo murió luego Zuangua de las viruelas
y sarampión.
XXIII Cómo alzaron otro rey y vinieron tres españoles a Mechuacan y cómo los recibieron.
XXIV
Cómo oyeron decir de la venida de los españoles y cómo mandó hacer gente de guerra el caçonçi y cómo fue tomado don Pedro
que la iba a hacer a Tiximaroa.
XXV Cómo el cazonçi con otros señores se querían ahogar en la laguna de miedo
de los españoles por persuasión de unos prencipales y se lo estorbó don Pedro.
XXVI Del tesoro grande que tenía
el cazonçi y dónde lo tenía repartido y cómo llevó don Pedro al marqués doscientas cargas de oro y plata.
XXVII
De lo que decían los indios luego que vinieron los españoles y religosos y de lo que trataban entre sí.
XVIII
Cómo fue preso el caçonçi y del oro y plata que dio a Nuño de Guzmán. Esta relación es de don Pedro, gobernador.
XXIX
Cómo vino Nuño de Guzmán a conquistar Xalisco y cómo hizo quemar el caçonçi.
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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.),
paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán,
2000, p.241
Folio p en ediciones
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Il[ustrísi]mo S[eño]r.
PROLOGO
Es un dicho
muy común que dice que naturalmente desean
todos saber, y para adquerir esta ciencia se consumen muchos
años revolviendo
libros y quemándose las cejas y andando
muchas provincias y deprendiendo muchas lenguas por
inquirir y saber, como
hicieron muchos gentiles, como lo
relata y cuenta más por extenso el bienaventurado sant
Hierónimo en el prólogo de
la Blibia. Vínome, pues, un deseo natural
como a los otros, de querer investigar entre estos nuevos
cristianos: qué
era la vida que tenían en su infidilidad, qué
era su creencia, cuáles eran sus costumbres y su gobernación,
de dónde
vinieron. Y muchas veces lo pensé, entre mí, de pre-
guntallo y inquirillo, y no me hallaba idóneo para
ello ni había
medios para venir al fin y intento que yo
deseaba. Lo uno, por la dificultad grande que era en
que esta gente no tenía
libros; lo otro, de carescer de per-
sonas antiguas y que desto tenían noticia; lo otro, por el
trabajo grande que
era y desasosiego que traen estas
cosas consigo, porque los religiosos tenemos otro in-
tencto que es plantar la fe
de Cristo y pulir y adornar
esta gente con nuevas constumbres y tornallos a fundir,
si posible fuese, para hacellos
hombres de razón des-
pués de Dios. Ya yo tenía perdida la esperanza deste mi
deseo, si no fuera animado por las palabras
de v[uestra] S[eñorí]a il[ustrísi]ma
que, viniendo la primera vez a visitar esta provincia de Mechua-
cán, me dijo
dos o tres veces, que por qué no sacaba algo
de la gobernación desta gente. Después que vi a v[uestra] S[eñorí]a inclina-
do a lo mismo que yo, concebí en mí que v[uestra] Il[ustrísi]ma S[eñorí]a daría
favor a mi deseo, y por hacelle algún
servicio, aunque balbucien-
do de poner la mano para escrebir algo por relación de los
más viejos y antiguos desta
Provincia, por mostrar a v[uestr]a Seño-
ría, como en dechado, las costumbres desta gente de Mechuacán, para
que v[uestra]
S[eñorí]a las favorezca rigéndolos por lo bueno que en
su tiempo tenían y apartádoles lo malo que tenían. Y ape-
nas
se verá en toda esta escriptura una virtud moral, mas ceri-
monias y idolatrías y borracheras y muertes y guerras.
Yo
no he hallado otra virtud entre esta gente, si no es la libera-
lidad que, en su tiempo, los señores tenían por afrenta
ser es-
casos, y digo que apenas hay otra virtud entre ellos, porque
aun nombre propio para ninguna de las virtudes
tienen, donde pa-
resce que no las obraban, porque para decir castidad se ha de
decir por rodeo en su lengua y así
de otras virtudes como
es templanza, caridad, justicia, que aunque tengan algunos
nombres, no las entienden, como
carescía esta gente de libros.
Y en muchas cosas acertaran si se rigieran según el dictamen
de la razón; mas como
la tienen todos tan afascada con sus i-
dolatrías y vicios, casi por hierro hacían alguna buena obra.
Y permite n[uestr]o
Señor que, como les provee de religiosos que de-
jando en Castilla sus encerramienctos y sosiego espiritual,
les inspira
que pasen a estas partes y se abajen no solamente
a predicalles según su capacidad, mas aun de enseñales
las primeras
letras, y no solamente esto, mas aun abajarse
a su poquedad de ellos y hacerse a todos todas las cosas, como dice el
apóstol
san Pablo de sí; ansí les provee cada día quien les muestre las
virtudes morales, como proveyó en v[uestra] il[ustrísi]ma
S[eñorí]a para la admi-
nistración y gobernación y regimiento deste nuevo Mundo. Y esto
digo sin saber de aplacer
a los oídos, porque no conviene a re-
ligiosos tener tal intencto, y lo que es notorio a todos y la verdad
no se ha
de encubrir, porque v[uestra] S[eñorí]a paresce ser electo de Dios para
la gobernación desta tierra, para tener a todos
en paz, para mantener
a todos en justicia, para oír a chicos y grandes, para desagra-
viar a los agraviados, Y bien
está la prueba clara, pues el apo-
sento de v[uestra] S[eñorí]a está patente a chicos y a grandes y todos se lle-
gan
con tanta confianza a la presencia de v[uestra] S[eñorí]a que, quitando sus
recreaciones y pasatiempos de señor, da audiencia
todo el día hasta
la noche a unos y a otros, que aun hasta los religiosos esta-
mos casi admirados de la constancia
de v[uestra] S[eñorí]a. Y podemos decir
de v[uestra] S[eñorí]a que hace más en sustentar y conservar lo conquis-
tado,
que fué en conquistallo de nuevo; porque en lo primero
fué trabajo de algunos días, y en esto, trabajo de muchos
años.
En el primero se alaba la animosidad del corazón,
en v[uestra] S[eñorí]a, se alaba la beninidad para con todos, el gran
talencto
que v[uestra] S[eñorí]a tiene para regir, la prudencia en todas las cosas, la
afabilidad para con todos no
perdiendo la autoridad y gravedad
que el oficio requiere, el celo para que se plante en esta gente
nuestra religión
cristiana, por lo cual permite n[uest]ro Señor que correponda
esta gente con amor y temor y reverencia, que todos
tienen
a v[uestra] S[eñorí]a en esta Provincia y en todas las otras desta
nueva España, que aun solas las palabras de v[uestra]
S[eñorí]a tienen por manda-
mienctos, viendo cómo v[uestra] S[eñorí]a los trata y cómo los conserva
y tiene a todos
en tanta paz y tranquilidad. Lo cual no así tan fácil-
mente se hacía en su infidelidad, porque por la menor desobe-
diencia
que tenían a sus señores les costaban las vidas y eran sacri-
ficados, y lo que no podían acabar con tanta regurosidad,
que les
fuesen obedientes, alcanza ahora v[uestra] S[eñorí]a Il[ustrísi]ma con tanta man-
sedumbre. Por lo cual es
de dar gracias a nuestro Señor y admirarnos del
gran ánimo de v[uestra] S[eñorí]a, el cual, el Espíritu santo alumbra
y reparte de
sus dones, tan a la clara y palpablemente, que chicos y grandes lo
sienten. Pues, il[ustrísi]mo S[eñ]or,
esta escritura y relación presentan a
v[uestra] S[eñorí]a los viejos desta cibdad de Michuacan, y yo también en su nombre,
no como
autor, sino como intérpete dellos. En la cual v[uestra] S[eñorí]a verá que las
sentencias van sacadas al propio
de su estilo de hablar, y yo pienso de
ser notado mucho en esto. Mas como fiel intérpete no he quesido
mudar de su
manera de decir, por no corromper sus sentencias, y en
toda esta interpetación he guardado esto, si no ha sido algu-
nas
sentencias, y muy pocas, que quedarían faltas y diminutas si no se
añadiese algo; y otras sentencias van declaradas porque
las entiendan
mejor los lectores, como es esta manera de decir: no cuché hepu
hucárixacan, quiere decir en nuestro
romance al pie de la letra:
No tenemos cabezas con nosotros. Y no lo toman ellos en el sentido
que nosotros, mas entendían
en su tiempo cuando estaban en alguna
aflición o pensaban ser cautivados de sus enemigos y que les cor-
tarían las
cabezas y las pondrían en unos varales, juzgábanse
que ya las tenían cortadas, y por eso decían que no tenían ca-
bezas
consigo. En la manera del rodar las sentencias hay que notar
que no llevan tanctos vocablos equívocos, en tanta abundancia,
como
en nuestra lengua. A esto digo que yo sirvo de intérpete de estos
viejos y haga cuenta que ellos lo cuentan a
v[uestra] Señorí]a il[ustrísi]ma y a los
letores, dando relación de su vida y cerimonias y gobernación y
tierra. Il[ustrísi]mo
S[eñ]or, v[uestra] S[eñorí]a me dijo que escribiese de la gobernación de esta Provincia, yo, porque aprovechase a los religiosos
que entienden
en su conversión, saqué también: dónde vinieron sus dioses más
principales y las fiestas que les hacían,
lo cual puse en la primera
parte; en la segunda parte puse, cómo poblaron y conquistaron esta
Provincia los antepasados
del Caçonzi; y en la tercera, la gobernación
que tenían entre sí hasta que vinieron los españoles a esta Provincia y
hace
fin en la muerte del Caçonzi [borrado].
[borrado] v[uestra] S[eñorí]a haga pues enmendar y corre-
gir y favorezca
esta escritura, pues se empezó en su nombre y por su
mandamiento, porque esta lengua y estilo parezca bien a los
letores
y no echen al rincón lo que con mucho trabajo se tradujo
en la nuestra castellana. Lo que aviso más a los lectores, que
usen
los interrogantes que lleva en esta escriptura y relación y se hagan
a la manera de hablar desta gente si quieren
entender su
manera de decir, porque por la mayor parte hablan por inte-
rrogantes en lo que hablan por negación.
[PRIMERA
PARTE ]
El siguiente día, después de la fiesta, llegábanse todas las mujeres del pueblo
cerca del fuego que estaba
allí y tostaban maíz y hacían cacalote y lo
comían allí todas, emborrachándose, y tomaban aquel maíz tostado y e-
chábanlo
en miel. Y entraban luego unos que bailaban un baile llama-
do parácata varaqua, y bailaban el dicho baile en el patio
que estaba cercado de
tablas o en las casas de los papas. Y el sacerdote desta diosa bailaba
allí, ceñido una culebra
hechiza con una mariposa hecha de papel.
SICUÍNDIRO
Cinco días antes desta fiesta, se llegaban los sacerdotes
de los pueblos
susodichos, con sus dioses, y venían a la fiesta y entraban en las casas de
los papas los bailadores
llamados çésquárecha y otros dos sacerdotes
llamados hauripicípecha, y ayunaban hasta el día de la fiesta. Y la vís-
pera
de la fiesta señalaban en los pechos, los sacerdotes, dos esclavos o
delincuentes que habían de sacrificar el día de la
fiesta. Y el día de la
fiesta bailaban los dichos bailadores con sus rodelas de plata a las
espaldas y lunetas de
oro al cuello. Y venían dos principales a aquel bai-
le y éstos representaban las nubes blanca y amarilla, colorada y
negra, dis-
frazándose para representar cada nube déstas. Habiendo de representar la
nube negra, vestíanse de negro
y así de las otras. Y bailaban éstos
allí con los otros y otros cuatro sacerdotes que representaban otros dioses
que
estaban con la dicha Cueráuaperi. Y sacrificaban los dichos esclavos y,
en sacando los corazones, hacían sus cerimonias
con ellos, y así cali-
entes como estaban, los llevaban a las fuentes calientes del pueblo de
Araro desde el pueblo
de Çinápequaro, y echábanlos en una fuente ca-
liente pequeña y atapábanlos con tablas y echaban sangre en todas las
otras
fuentes que están en el dicho pueblo, que eran dedicadas a otros dioses
que estaban allí; y aquellas fuentes echan vaho
de si, y decían que de allí sa-
lían las nubes para llover y que las tenía en cargo esta dicha diosa Cuerá-
uaperi
y que ella las enviaba de oriente, donde estaba. Y por este respeto
echaban aquella sangre en las dichas fuentes. Después
de hecho el sacrifi-
cio, salían aquellos dos llamados hauripicípecha, que quiere decir quita-
dores de cabellos,
y andaban tras la gente, hombres y mujeres, y cortábanles
los cabellos con unas navajas de la tierra. Y éstos andaban
todos embija-
dos de colorado y unas mantas delgadas en las cabezas y tomaban de aquellos
cabellos que habían quitado
y metíanlos en la sangre de los que se habían
sacrificado y echábanlos en el fuego. Y después, el siguiente día, bailaban
vestidos [con] los pellejos de los esclavos sacrificados. Y emborrachábanse cinco
días. Y por el mes de Charápuçapí
llevaban ofrendas por los dichos sa-
crificados. Y en otra fiesta llamada Cahériuapánsquaro, bailaban con unas
cañas
de maíz a las espaldas. Iba esta diosa [a] dos fiestas, con sus sacer-
dotes, a la ciudad de Mechuacán, por la fiesta
de Cuingo y Coríndaro, y allí
le daban dos esclavos en ofrenda para su sacrificio.
Asimesmo esta diosa Cuerávaperi
se revestía en alguno, de improviso, y caíase a-
mortecido y después íbase él mismo a que le sacrificasen y dábanle a
be-
ber mucha sangre y bebíala. Y entraba en hombres y mujeres, y és-
tos que así tomaba, de dos o tres pueblos, de
tarde en tarde se los sacrificaban
diciendo que ella misma los había escogido para su sacrificio. Era tenida en
mucho
en toda esta Provincia y nombrada en todas sus fábulas y ora-
ciones y decían que era madre de todos los dioses de la
tierra y que ella los
envió a morar a las tierras, dándoles mieses y semillas que trujesen, co-.
mo se ha contado
en sus fábulas. Tenía sus cúes en el pueblo de Araro
y otros pueblos, y su ídolo principal en un cu que está en el pueblo
de
Çinápequaro, encima de un cerro donde parece hoy en día derribado, y
decía la gente que esta diosa enviaba las
hambres a la tierra.
SEGUNDA PARTE
SIGUESE LA
HISTORIA COMO
FUERON SEÑORES EL CAÇONÇI
Y SUS ANTEPASADOS EN ESTA PROVINCIA DE MECHUACAN.
DE LA JUSTICIA GENERAL QUE SE HACIA.
[
LAMINA II]
[ I ]
Había una fiesta llamada Equata cónsquaro que
quiere decir de las flechas. Luego, el siguiente
día despu-
és de la fiesta, hacíase justicia de los malhechores que habían
sido rebeldes o desobedientes, y echábanlos
a todos pre-
sos en una cárcel grande y había un carcelero diputado para
guardallos. Y eran éstos los que cuatro veces
habían de-
jado de traer leña para los fogones. Cuando el caçonçi en-
viaba mandamiento general por toda la Provincia
que tru-
jesen leña, quien la dejaba de traer le echaban preso.
Y eran éstos las espías de la
guerra, los que no habían ido a la gue-
rra o se volvían della sin licencia. Los malhechores; los médicos
que habían
muerto alguno; las malas mujeres; los hechiceros;
los que se iban de sus pueblos y andaban vagamundos; los que
habían
dejado perder las sementeras del caçonçi por no desher-
ballas, que eran
para las guerras; los que quebraban los
maguéis y a los pacientes en el vicio contra natura.
A ctodos éstos echaban
presos en aquella cárcel, que
fuesen vecinos de la cibdad y de todos los otros pueblos, y a
otros esclavos desobedientes
que no querían servir
a sus amos, y a los esclavos que dejaban de sacrificar en
sus fiestas. A todos estos susodichos
llamaban vázcata y,
si cuatro veces habían hecho delitos, los sacrificaban.
Y cada día hacíen justicia de los malhechores,
mas una
hacíen general este dicho día, veinte días antes de la fiesta,
hoy uno, mañana otro, hasta que se cumplían los
veinte
días [borrado]. Y el marido que tomaba a su mujer
con otro, les hendía las orejas a entrambos, a ella y al adúl-
tero,
en señal que los había tomado en adulterio. Y les qui-
taba las mantas y se venían a quejar y las mostraba al que
tenía
cargo de hacer justicia y era creído con aquella señal
que traye. Si era hechicero, traían la cuenta de los
que había
hechizado y muercto; y si alguno había muercto, su pa-
riente del muercto
cortábale un dedo de la mano y traíale
revuelcto en algodón y veníase a quejar. Si había arrancado el
maíz verde,
uno a otro, traía de aquellas cañas para ser
creídos. Y los ladrones, que dicen los médicos que habían visto
los hurctos
en un escudilla de agua o en un espejo. De todos
éstos se hacía justicia, la cual hacía el sacerdote mayor
por mandado del
caçonçi. Pues venido el día desta justicia general,
veníe aquel Sacerdote mayor llamado petámuti, y compo-
níese. Vestíase
una camiseta llamada vcata tarárenguequa,
negra, y poníese al cuello unas tenazillas de oro y una guir-
nalda de hilo
en la cabeza, y un plumaje en un tranzado que
tenía, como mujer, y una calabaza a las espaldas, engasto-
nada en turquesas,
y un bordón o lanza al hombro. Y iba al
patio del caçonçi, ansí compuesto,
con mucha gente de la cib-
dad y de los pueblos de la Provincia; y iba con él el gober-
nador del
caçonçi. Y asentábase en su silleta, que ellos usan,
y venían allí todos los que tenían oficios del caçonzi y todos
sus
mayordomos que tenían puestos sobre las sementeras
de maíz y frísoles y ají y otras semillas, y el capitán general
de
la guerra, que lo era algunas veces aquel su goberna-
dor, llamado angátacuri, y todos los caciques y todos
los que
se habían querellado. Y traían al patio todos los
delicuentes, unos atadas las manos atrás, otros unas
cañas al pescuezo.
Y estaba en el patio muy gran número
de gente y traían allí una porra y estaba allí el car-
celero. Y como
se asentase con su silla aquel Sacer-
dote mayor llamado petámuti, oye las causas de a-
quellos delincuentes desde por
la mañana hasta me-
dio día, y consideraba si era mentira lo que se decía
de aquellos que estaban allí presos. Y si
dos o tres
veces hallaba que habían caído en aquellos pecados susodichos,
perdonábalos y dábalos a sus parientes; y
si eran cuatro
veces, condenábalos a muerte. Y desta manera estaba oyen-
do causas todos aquellos veinte días, hasta
el día que había
de hacer justicia él y otro sacerdote que estaba en otra par-
te. Si era alguna cosa grande, remetíanlo
al caçonçi y ha-
cíanselo saber. Y como se llegase
el día de la fiesta y estu-
viesen todos aquellos malhechores en el patio, con todos
los caciques de la Provincia
y principales y mucho gran número
de gente, levantábase en pie aquel Sacerdote mayor y toma-
ba su bordón o lanza
y contábales allí toda la historia
de sus antepasados: cómo vinieron a esta Provincia y las gue-
rras que tuvieron,
el servicio de sus dioses; y duraba hasta la
noche [borrado] que no comían ni bebían, él, ni ninguno de los
que estaban
en el patio. Y porque no engendre hastío, la
repartiré en sus capítulos e iré declarando algunas
sentencias, lo más
al propio de su lengua y que se pueda
entender. Esta historia sabía aquel Sacerdote mayor
y enviaba otros sacerdotes
menores por la Provincia, para
que la dijesen por los pueblos, y dábanles mantas los ca-
ciques. Después de acabada
de recontar se hacía justicia
de todos aquellos malhechores.
[II]
DE COMO EMPEZARON A POBLAR LOS ANTECESO-
RES DEL CAÇONÇI
Empenzaba ansí aquel Sacerdote mayor: "vosotros,
los del linaje de nuestro dios Curícaueri, que
habéis venido, los
que os llamáis Enéami y Çacápuhireti, y los rey[e]s llamados
Vanácaze, todos los que tenéis este
apellido, ya nos habemos
juntado aquí en uno, donde nuestro dios Tirépenie Curícaueri
se quiere quejar de vosotros
y ha lástima de sí. El empenzó
su señorío donde llegó al monte llamado Virúguarapexo,
monte cerca del
pueblo de Çacapo tacánendan. Pues
pasándose algunos días, como llegó aquel
monte, supié-
ronlo los señores llamados Zizánvanachan. Estos
que aquí nombro eran señores en un pueblo llamado Naranjan
cerca desta cibdad. También es
de [borrado] saber que los que van
aquí contando en todo su razonamiento este papa, todas las gue-
rras y hechos, atribuía
a su dios Curícaueri que lo hacía y
no va contando mas de los señores, y casi las más veces
nombra los señores qué decían
o hacían, y no nombra la
gente ni los lugares dónde hacían su asiento y vivienda;
y lo que se colige desta historia
es que los antecesores del
caçonçi vinieron a la postre a conquistar esta tierra y fueron
señores della. Extendieron
su señorío y conquistaron esta
Provincia que estaba primero poblada de gente mexicana, na-
guatatos, y de su misma lengua;
que parece que otros
señores vinieron primero y había en cada pueblo su cacique
con su gente y sus dioses por sí. Y
como la conquistaron hi-
cieron un reino de todo, desde el bisagüelo del
caçonzi pa-
sado que fué señor en Michuacan, como se dirá en otra parte.
Dice
pues la historia: sabiendo pues el señor de aquel
pueblo de Naranjan, llamado Ziránziráncamaro, que era ve-
nido [de]
aquel monte susodicho Hiré Ticátamen y que había
traído allí a Curícaueri, su dios, en Virínguaran pexo, dije-
ron a
este señor de Naranjan: "Hiré Ticátame trae leña para
los fogones de Curícauery, todo el día e la noche ponen
encienso
en los braseros o pilas los sacerdotes, y ha-
cen la cirimonia de la guerra y van a los dioses de los
montes".
Dijo
a los suyos: "mirad que muy altamente ha sido en-
gendrado Curícaueri y con gran poder ha de conquistar
la tierra.
Aquí tenemos una hermana; llevádsela y ésta
no la damos a Hireti Ticátame, mas a Curícaueri, y a él
le decimos lo
que dijéremos a Hireti Ticátame. Y hará
mantas para Curícaueri, y mantas
para abrigalle y maza-
morras y comida para que ofrezcan a Curícaueri, y a Hireti Ti-
cátame, que trairá leña del monte
para los fogones; toma-
rále el cincho y el petate que se pone a las espaldas
y la hacha con que corta la leña, porque
de contino anda con
los dioses de los montes llamados Angámucurachan, para hacer
flechas, para andar a caza. Y tomarále
el arco cuando ven-
ga de caza, y después que hobiere hecho mantas y ofren-
da a Curícaueri, hará mantas y de comer
para su marido Ticá-
tanme para que se ponga a dormir al lado de Curícaueri y le
aparte el frío; y le haga de comer
después de hechas las
ofrendas porque tenga fuerza para llegarse a los dioses de
los montes llamados Angámucuracha.
Esto diréis al señor
Hireti Ticátame porque ha de conquistar la tierra Curícaueri".
Y como
fueron los mensajeros llevaron aquella señora
a Ticátame, y díjoles: "¿a qué venís, hermanos?". Dijéronle
ellos: "tus
hermanos llamados Zizánbanecha nos envían a ti y te
traemos esta señora que es su hermana". Y contáronle todo
lo que
decíen. Y respondió él: "esto que dicen mis hermanos to-
do es muy bien; seáis bien venidos". Y pusieron allí la señora
y
díjoles "Muy liberalmente lo dicen mis hermanos: he aquí es-
ta señora que habéis traído y esto que me habéis venido a
decir, no lo decís a mí mas a Curícaueri que está aquí,
al cual habéis dicho todo esto, que a él ha de hacer mantas
y
ofrendas y después me las hará a mí, para que le a-
taje el frío puesto a su lado, y de comer para que tenga
fuerza
para ir a los dioses de los montes llamados An-
gámucurachan, como decís. Asentáos y daros han de comer".
Y como
les diesen de comer, metieron la señora, y después de
haber comido pidieron licencia
los mensajeros y dijeron: "señor, ya
habemos comido; dános licencia que nos queremos tornar". Res-
pondió Ticátame:
"esperáos, sacarános algunas mantas".
Y despidiólos y díjoles a la partida: "una cosa os quie-
ro decir que digáis
a vuestros señores, y es que ya saben
cómo yo con mi gente ando en los montes trayendo leña
para los cúes, y hago
flechas y ando al campo por dar
de comer al sol y a los dioses celestes y de las cuatro
partes del mundo y a la madre
Cueráuaperi, con los ve-
nados que flechamos, y yo hago la salva a los dioses
con vino y después bebemos nosotros
en su nombre;
y acontece algunas veces, que flechamos algunos ve-
nados sobre tarde y seguímoslos y así los dejamos,
y
por ser de noche ponemos alguna señal por no perder
el rastro y atamos algunas matas. Mirá que no me toméis
aquellos
venados que yo he flechado, porque yo no
los tomo para mí, mas para dar de comer a los dioses. Juntá-
os todos y avisáos
unos a otros desto que os digo y mi-
rad que no me los toméis ni llevéis, porque sobre esto ter-
nemos rencillas y
reñiremos. No lleguéis a ellos, mas
en topando algunos destos venados herildos, cobril-
dos con algunas ramas y bien
que comeréis la carne y
haréis la salva a los dioses, mas no llevéis los pellejos. Y íos en buen hora". Pasa-
dos
algunos días que moraba en aquel monte Hireti
Ticátame, tuvo un hijo en aquella señora llamado
Sicairancha. Y yendo
un día a caza Ticátame, flechó un
venado en aquel dicho monte de Vrínguarapexo y, no le
acertando bien, fuése herido
y siguióle, y como fuese de
noche, ató unas matas por señal
y ctornóse a su casa y fuésa a las
casas de los papas a velar aquella noche; y a la mañana, andaba
aparejando para tornarse
a buscar su venado herido, y como
le anduviese buscando por el rastro, no le hallaba porque se fué
a una sementera
de Quiérequaro a morir, lugar cerca de Çaca-
po. Y era por la fiesta de Vapánsquaro, a veinte e cinco de
otubre, y
salieron a coger mazorcas de maíz las mujeres,
para la fiesta, y dieron sobre él y viéronle que estaba muercto
en aquella
sementera y entrando en su casa las que lo vieron,
dijeron: "andad acá; vamos, que está un venado muerto en
la sementera".
Y hiciéronlo saber a su cacique llamado Zi-
zanban, y fué ctoda su casa y asieron el venado y me-
tiéronle en su casa.
Y como anduviese en el rastro del ve-
nado Hireti Ticátame, por el rastro, y viese unas aves como
milanos que andaban
en torno de donde había estado el
venado que iba buscando por rastro; y así de improviso
llegó a donde había estado
el venado, que estaba todo aquel lu-
gar ensangriento, y dijo: "ay, que me han tomado el venado. Aquí
cayó, ¿donde le
llevaron?". Y iba mirando por donde lleva-
ron el venado y llegó de improviso donde le estaban deso-
llando, y no le
sabían desollar que hacían pedazos el pe-
llejo. Y llegando a ellos, díjoles: "¿qué habéis hecho, cuñados?
¿por qué
habéis llegado a mi venado?, que ya os avisé dello, que
no me tocásedes a los venados que yo flechase con mi gencte.
Y
no se me diera nada, que os comiérades la carne, que no era
mucho; empero más lo he por el pellejo porque le habéis rom-
pido
todo, que no es pellejo ni sirve de pellejo sino de mantas,
porque los cortimos y ablandamos y envolvemos en ellos
a nuestro dios Curícaueri". Y
respondieron los otros señores: "¿qué de-
cís, señor?, ¿cómo, no tenemos nosotros arcos y flechas y las
traemos con
nosotros para matar venados?". Díjoles Yreti Ti-
cátame: "¿qué decís?. He aquí mis flechas que yo las conozco". Y fué-
se al venado y sacóle una flecha que tenía en el cuerpo y díjo-
les: "mirá esta flecha que yo la hice". Y los otros,
enojándose de oir
aquello, empujáronle y dieron con él en el suelo. Y Ticátame,
como
quien era águila, Vacúseecha, enojóse y sacó una fle-
cha de su aljaba, armó su arco y tirósela a un cuñado
suyo de
aquéllos y hirióle en las espaldas y luego a otro
y tornóse a su casa. Y saludóle su mujer y díjole: "seáis bien ve-
nido
señor, padre de Sicuírancha". Y él, así mesmo, la saludó y
díjole: "toma tu hato y vete a tu casa, a tus hermanos, y no
lleves
a mi hijo Sicuírancha que yo le tengo de llevar comigo, que
me quiero mudar a un lugar llamado Zicháxuquaro
y llevaré
allí a Curícaueri: vete a tu casa". Respondióle su mujer y
dijo: "¿qué decís, señor?, ¿por qué me tengo
de ir?". Y díjole Tica-
tame: "no, sino que te has de ir porque he flechado a tus hermanos". Díjo-
le ella: "¿qué
dices?, ¿por qué los flechaste?, ¿qué te hicieron?". Díjole Ticá-
tame: "¿qué me habían de hacer?. No fué más de que me
llegaron a un
venado, que les había avisado [en blanco] que no
me tocasen a los venados que yo flechase. Sube en la
troj y en-
tra dentro y saca a Curícaueri, que le quiero llevar". Díjole
su mujer: "señor, yo no me quiero ir a mis
hermanos, mas contigo
me tengo de ir. ¿Cómo, no se hará hombre mi hijo Sicuýrancha y
quizá me flecharán con los mios?".
Y díjole Ticátame: "sí andacá,
vámonos". Y sacando el arca donde estaba Curícaueri, lióla y
echósela a las espaldas. Y su
mujer tomó el hijo a cuestas
y así se partieron y abajaron del monte y llegando
a un
lugar llamado Quérequaro, díjole su mujer: "señor, tú llevas a Cu-
rícaueri en tu favor e ayuda, pues, ¿qué será
de mi?. En mi casa
está un dios llamado Vaçóriquare: ¿no te esperaríes aquí un poco?,
y subiré hacia el
monte y tomaría siquiera alguna man-
ta de mi dios y la pondría en el arca para tener por dios
y
guardalla". Díjole Ticátame: "sea así, como dices. Ve, que también
ese dios
que dices es muy liberal y da de comer a lo[s] hom-
bres". Y como fuése la
mujer, subió por un recúesto y llegó
al lugar donde estaba aquel dios; y no solamente ctomó, co-
mo ella dijo, una manta,
mas tomó el ídolo y envolvióle
en la manta y trújole a donde estaba Ticátame, el cual le di-
jo: "seas bien venida,
madre de Sicuíranchan". Y ella asimesmo le
saludó. Y díjole Ticátame: "¿traes la manta por que fuiste?". Dijo
ella:
"sí, y traigo también al dios Vaçóriquare". Y díjole Ticátame:
"Tráigale en buen hora, muy hermoso es; estén aquí junctos
él y Curí-
caueri". Y púsole en el arquilla que iba Curícaueri y ansí mo-
raron en uno. Y llegaron al lugar donde iba,
llamado Zichá-
xuquaro, donde hicieron sus casas y un cu, que está hoy en día, de-
rribado.
[ III ]
DE COMO
MATARON EN ESTE LUGAR SUS CUÑA-
DOS A ESTE SEÑOR LLAMADO TICATAME
Pues como
Ticátame llegase a Zicháxuquaro, un lugar po-
co más de tres leguas de la cibdad de Michuacan, pasán-
dose algunos días,
que era ya hombre Sicuírancha hijo de
Ticátame, sus cuñados acordándose
de la injuria rescebida,
tomaron un collar de oro y unos plumajes verdes y trujéronlos
a Oresta, señor de Cumanchen,
para que se pusiese su dios llamado
Turésvpeme y pidieron ayuda para ir contra Ticátame. Y juntáron-
se sus cuñados
con los de Cuimanchen y hicieron un escuadrón y
en amaneciendo estaban todos en celada, puestos cabe un agua
que está
junto, allí en el pueblo; y pusieron allí una señal de gue-
rra: un madero todo emplumado, para que la viesen los de Ticá-
tame
y saliesen a pelear. Y como fuese muy de mañana, fué por
un cántaro de agua
la mujer de Ticátame, y sus hermanos que esta-
ban allí saludáronla en su lengua, que eran serranos, dijéron-
la: "¿eres
tú por ventura la madre de Sicuírancha?". Respondió ella:
"yo soy. ¿Quién sois
vosotros que lo preguntáis?". Dijeron ellos:
"nosotros somos tus hermanos; ¿qué es de Ticátame, tu marido?". Respondió
ella:
"en casa está. ¿Por qué lo decís?". Respondieron ellos: "bien
está; venimos a probarnos con él porque flechó a nuestros
hermanos". Y la
mujer como oyó aquello, empezó a llorar muy fuertemente y
arrojó
allí el cántaro y fuése y entróse en su casa llorando.
Díjole Ticátame: "¿quién te ha hecho mal, madre de Sicuírancha?.
¿por
qué vienes así llorando?". Respondió ella: "vienen mis hermanos los
que se llaman Zizánbaniecha, y los de Cumanchen". Díjole
Ticáta-
me: "¿A qué vienen?", respondió ella: "dicen que a probarse conti-
go porque flechaste sus hermanos". Dijo él
"Bien está, vengan y pro-
barán mis flechas, las que se llaman huréspondi, que tienen los
pedernales negros y las que
tienen los pedernales blancos y co-
lorados y amarillos. Estas cuatro maneras tengo de
flechas, probarán una déstas
a ver a qué saben y yo también
probaré sus varas con que pelean, a ver a qué saben". Y viniendo
sus cuñados cercáronle
la casa; y Ticátame sacó unas arcas hacia
fuera y abriólas a priesa, que
tenía de todas maneras de flechas en
aquellas arcas guardadas. Y como quesiesen entrar todos a una
por la puerta ataparon
la puerta, y Ticátame armaba su arco y ti-
raba de dos en dos las flechas y enclavaba a uno y la otra pasa-
ba delante
a otro. Y flechó a muchos y mató los que estaban allí ten-
didos. Y siendo ya medio día, acabó las flechas, no tenía con
qué tirar y
traía su arco al hombro y dábales de palos con él. Y ellos arre-
metieron todos a una y enclavábanle con
aquellas varas y sa-
cáronle de su casa arrastrando, muerto; y pusieron fuego a su ca-
sa y quemáronle la casa, quel
humo que andaba dentro había
cerrado la entrada. Y tomaron a Curícaueri y lleváronselo y fué-
ronse. Y no estaba allí
Sicuýrancha, que había subido al monte a
cazar. Y como vino su mujer y vido el fuego, empezó a dar gritos
y andaba
alrededor de los que estaban allí muertos,
y vido a su marido questaba en el portal, verdinegro de las
heridas que
le habían dado con las varas. Y vino Sicuírancha, su
hijo, y dijo: "ay madre, ¿quién ha hecho esto". Respondió la madre;
"¿Quién habíe de hacer esto, hijo, sino tu tío y tu abuelo?, ellos
son los que lo hicieron". Y dijo Sicuýrancha: "bien,
bien, ¿pues, qués de Cu-
rícaueri, nuestro dios?, ¿llévanle, quizá?". Respondió ella: "hijo, allá
le llevan". Dijo
él: "bien está, quiero ir allá también y que me ma-
ten. ¿A quién tengo de ver aquí?". Y fuése tras dellos. Iba dando
voces. Y Curícaueri dióles enfermedades a los que le llevaban:
correncia y embriaguez y dolor de costado y estropeciamiento,
de la manera que suele vengar sus injurias. Y como les diese
estas enfermedades,
cayeron ctodos en el suelo y estaban
todos embriagados. Y llegó Sicuírancha donde estaba Curí-
caueri, que estaba
en su caja cabe el pie de un[a] encina,
y como vió la caja, dijo: "aquí estaba
Curícaueri, quizá le
llevan". Y abrió el arca y sacóle y dijo: "aquí está". Y llevaron una
soga como
sueltas, con que ataban los cativos para el sa-
crificio, y habían quitado de
allí una argolla de oro y una so-
ga como sueltas que le dieron en el cielo
sus padres, y lleváron-
selo. Y dijo Sicuírancha: "llévenselo. ¿Para qué lo quieren?, ¿a quién
han de dar de comer
con ello?. Ellos lo trairán algún día". Y tornó
a su casa a Curícaueri, y vínose con toda su gente a Vayámeo, lugar
cerca
de Santa Fe, la de la cibdad de Mechuacan. Y fué señor allí
e hizo un cu, Sicuírancha, y hizo las casas de los papas y
los
fogones y hacía traer leña para los fogones y entendía en las gue-
rras de Curícaueri. Y murió Sicuírancha y enterráronle
al pie
del cu. Este Sicuírancha dejó un hijo llamado Pauácume, y
fué
señor allí, en Vayámeo. Y Pauácume engendró a Vápeani
y fué señor después de la muerte de su padre Pauácume y
tuvo
un hijo llamado Curátame y fué allí señor, en aquel mis-
mo lugar. Y andaba a caza con su gente en un lugar llamado
Púmeo
y en otro llamado Virícaran y Pechátaro y Hirámucu.
Y llegaron hasta un monte llamado Paréo y llegaron a otros
lugares,
cazando, llamados Yzíparázicuyo, Chángueyo, Yzíparázi-
cuyo y hasta llegar a otro lugar llamado Curínguaro. Todos es-
tos lugares son obra de una legua de la cibdab, o poco más.
Y como se
tornasen a juntar todos en el pueblo que tenían sus
cúes llamado Vayámeo, dijeron unos a otros: "toda es muy bue-
na
tierra donde habemos andado cazando, allí habíamos de
tener nuestras casas". Y los otros que habían ido por la otra parte
del
monte, dijeron que era toda muy buena tierra. Y murió Curátame
y
fue enterrado al pie del cu. Cuatro señores fueron en Bayámeo:
Sicúrancha
y Curátame y Pauácume y Vápeani.
[IV]
COMO EN TIEMPO DESTOS DOS SEÑORES, POSTREROS, TUVO
SU CU XARATAGA
EN VAYAMEO Y COMO SE DIVIDIERON
TODOS POR UN AGÜERO
Muerto este señor pasado, dejó dos hijos que se llamaron de
su nom-
bre Vápeani y Pauácume. En este tiempo tenía ya su cu Xarátanga en
Mechuacan y sus sacerdotes y señor
llamado Taríyaran, iban por leña a Ta-
mátaho, lugar cerca de Santa Fe, y sus sacerdotes llamados Vatárecha, lle-
vaban
ofrenda desta leña, algunas veces a Curícaueri, y había allí un ca-
mino y los chichimecas que tenían a Curícaueri, viendo
esto, iban a
un barrio de Mechuacan llamado Yauaro y de camino llevaban des-
ta leña a Xarátanga en ofrenda a Mechuacan.
Y la leña que traían los
unos y llevaban los otros se encontraba en el camino. Y un día el señor
que tenía a Xarátanga,
con sus sacerdotes, bebiendo una vez mucho
vino en una fiesta desta su diosa Xarátanga, empezaron a escoger de las
mieses
que había traído Xarátanga a la tierra, ají colorado y verde
y amarillo y de todas estas maneras de ají hicieron una guirnalda
como
la que solía ponerse el sacerdote de Xarátanga. Escogeron, así
mesmo, de los frísoles colorados
y negros y ensartáronlos unos con
otros y pusiéronselos en las muñecas diciendo que eran las mieses de
Xarátanga, que
su sacerdote se solía poner. Y sus hermanas llamadas Pa-
zímbane y Çucúraue, escogeron destas dichas mieses el maíz colorado
y
lo pintado, y ensartáronlo y pusiéronselo en las muñecas diciendo
que eran otras cuentas de Xarátanga. También escogeron
de otras
maneras de maíz, de lo blanco y de lo entreverado, y ensartáronlo
y pusiéronselo al cuello diciendo que eran
sartales de Xarátanga.
Y desplaciendo esto a la diosa, no se les pegó el vino, que todo lo echaron
y gomitaron y levantándose
y tornando algo en sí, dijeron a sus
hermanas: "¿qué haremos, hermanas, que no se nos pegó el vino?. Muy malos nos senti-
mos;
id, si quisiéredes, a pescar algunos pececillos para comer y quitar
la embriaguez de nosotros". Y como
no tuviesen red para pescar toma-
ron una cesta, y la una andaba con ella a la ribera, y la otra o-
jeaba el pescado
y las pobres, ¿cómo habían de tomar pescado, que
se lo habíen ya escondido
Xarátanga, que era tan gran diosa?. Y des-
pués de haber trabajado mucho en buscar pescado toparon con una cu-
lebra
grande y alzáronla en la mano, en un lugar llamado Uncúçe-
pu y lleváronla a su casa con
mucho regocijo. Y los sacerdotes lla-
mados Vatárecha, de Xarátanga, uno que se llamaba Quáhuen y su
hermano menor
llamado Camejan y sus hermanas llamadas Pazínvaue y Zucú-
raue las saludaron y dijeron: "seáis bien venidas, hermanas.
¿Traéis siquiera al
gunos pececillos?". Respondieron ellas: "señores, no habemos tomado na-
da, mas no sabemos qués
esto que traemos aquí". Respondieron ellos: "también es pes-
cado eso, y es de comer; chamuscalda en el fuego para quitar
el pellejo y
hacé unas poleadas, y este pescado cortaldo en pedazos y echaldo en la
olla y ponelda al fuego para quitar
la embriaguez". Y haciendo aquella
comida a mediodía, asentáronse en su casa a comer aquella culebra co-
cida con maíz,
y ya que era puesto el sol, empezáronse a rascar y ara-
ñar el cuerpo, que se querían tornar culebras. Y siendo ya hacia
la media no-
che, tiniendo los pies junctos, que se les habían tornado cola de culebra, empen-
zaron a verter lágrimas
y estando ya verdinegros de color de las
culebras, estaban ansí dentro de su casa todas cuatro. Y saliendo de
mañana
entraron en la laguna, una tras otra, y iban derechas hacia Va-
yámeo, cabe Santa Fe, y iban echando espuma hacia arriba
y ha-
ciendo olas hacia donde estaban los chichimecas llamados hiyocan y
diéronles voces, y ellas dieron la vuelta,
y volvieron hacia un monte
de la cibdad llamado Taríacaherio, y entráronse allí en la tierra to-
das cuatro. Y donde
entraron se llama Quáhuen yncházequaro, del nombre
de aquellos que se ctornaron
culebras, y ansí desaparecieron. Y viendo es-
to los chichimecas llamados vacúseecha tuviéronlo por agüero. Un
señor
llamado Tarépecha Chánshori con su gente se fué, y tomó a Vrén-
dequabécara, su dios, y hizo su asiencto en un lugar llamado
Curín-
guaro áchurin. Otro señor llamado Ypínchuani tomó consigo a su dios
Tirépenie xugápeti y llevólo a un lugar llamado
Pechátaro y hi-
zo allí su asiencto, y como se sufriese algunos días, el señor Tarépu-
panguaran, en fin, tomó su dios
llamado Tirépeme turupten y lle-
vóle a un lugar llamado Ylámucuo. Otro señor llamado Máhicuri
tomó su dios llamado
Tirípeme caheri y llevóle a un lugar llamado
Paréo y quedaron los dos hermanos
Bápeani y Pauácume y tomaron a Curí-
caueri y llevándole por cabe la laguna, de la parte de Santa Fe, pusié-
ronle
en el peñol que está allí, cabe la laguna, llamado Cápacurio y
después en otro lugar llamado Patámuangácaraho. Todos estos
dio-
ses que se han contado eran hermanos de Curícaueri y allí se dividieron ctodos,
como
se ha contado, y quedó solo Curícaueri. Después llevaron a Curíca-
ueri a otro lugar llamado Vazeo zaráuacuyo y posiéronle
al lado
de aquel monte y llevándole de allí trujéronle a otro lugar llamado
Xénguaran y en otro llamado Hónchequaro
y allí estuvo algunos días.
Así mesmo tuvieron agüero de lo que había acontecido, y los sacer-
dotes de Xarátangua
llamados Cuýupuri y Hoátamanáquare, tomaron
a su diosa y lleváronla a un lado del monte llamado Taríaca-
herio, donde
entraron las culebras, y de allí la llevaron a Sipixo, ca-
be la laguna, y hiciéronle allí sus cúes y un baño y un juego
de
pelota y estuvo allí algunos años. Y quitándola de allí lleva-
ronla a Vrichu y de allí a Virámangarun y después
a Vacapu don-
de está agora edificado Santángen y de allí lleváronla a Ta-
ríaran acuéziçan harócotin. Y los señores
de los chichimecas, como
tuviesen allí a Curícaueri iban a caza a un lugar llamado Arán-
aránnáhcaraho y a Echuen,
que está cerca de Páscuaro, y a otro lugar
llamado Charímangueo y subíen a Virízequaro, y pasaron a Xaramu
y Thiuápu
y a Tupen, un monte desde do vieron la isla de Xaráquaro
en la laguna.
[V]
DE COMO LOS DOS HERMANOS SEÑORES
DE LOS CHICHIMECAS HICIERON
SU VIVIENDA CERCA DE PASCUARO Y TOMARON UNA HIJA
DE UN PESCADOR Y SE CASO UNO DELLOS CON
ELLA
Como vieron la dicha isla que se llamaba por otro nombre Varúcaten
hazícurin vieron un gran cu y otra isla
llamada
Pacandan y andando todos mirando, por la bajada del monte,
de improviso vieron que andaba uno con una canoa
de los de aquella isla pri-
mera, que se llaman los moradores de ella huréndetiechan y el que an-
daba en la canoa, andaba pescando
de anzuelo y dijeron: "una canoa está
surta en la laguna y uno anda pescando, ¿qués lo que toma?". Dijeron los
señores:
"vamos a la orilla de la laguna". Dijeron otros: "vamos". Y abaja-
ron del
monte a un lugar llamado Varichu hopótacuyo, y iban por
la ribera de la laguna y por donde iban, estaba todo cerrado de
árboles,
que era ctodo monte espeso. E iban apartando las ramas para
poder pasar, que no había camino, y ansí llegaron a la orilla
donde an-
daba el pescador y hablaron y dijeron: "isleño, ¿qué andas haciendo
por aquí?". Respondió él: "¿Hendi taré?".
que quiere decir: "¿qués, señores?". Questa
gente de esta laguna era de su mesma lengua, destos chichimecas; mas
tenían
muchos vocablos corructos y serranos, por eso respondió aquel
pescador de aquella manera y dijéronle: "¿a qué andas por
aquí?". Respondió
él: "señor, ando pescando". Y dijéronle: "ven a la orilla", que estaba aparta-
do de la ribera. Dijo
él: "no, no tengo de ir, señores, que sois chichimecas
que me flecharéis". Dijeron ellos: "¿qué dices?, ven si quisieres:
¿por qué te habemos
de flechar?". Tornó él a decir: "no me mandéis venir, señores". Y ellos torná-
ronle a decir: "venir
tienes, que habemos de hablar un poco".Dijo el pescador:
"Si,sí, que me place; ya voy, señores". Y trujo la canoa a la
orilla y ctomó puercto.
E uno de aquellos señores llamado Vápeani, era valiente hombre, salctó
en la canoa y vió que
estaba llena de muchas maneras de pescados y
díjole: "isleño,¿qué es esto que has puesto aquí?". Respondió el pescador:
"señor
eso se llama pescado".Y dijo Vápeani: "¿qué cosa es esto?". Respondió el pescador:
"Eso que tomaste se llama
hacínnaran, y esta manera de pescado hurápe-
ti y ese cuerepun y ese thirón y ese charóe. Tantas maneras de pescado hay
aquí,
ctodo esto ando buscando por esta laguna. De noche pesco con red
y de día con anzuelo". Díjole Vápeani: "y este pescado,
¿qué sabor tiene?". Res-
pondió el pescador: "señor, si hobiese aquí fuego, estando asado, me lo
preguntaras". Díjole
Vápeani: "¿qué dices, pescador?. Busca un poco de leña, que
nosotros, los chichimecas, de contino andamos con fuego. Daca
leña". Y sa-
cando fuego de un estrumencto prendió el fuego, y como hiciesen lumbre a la
orilla, subió la llama y humo
hacia arriba, y el pescador andaba sudan-
do de asar pescado, y como iba asando, íbales dando, y ellos comieron
de aquel
pescado y dijieron: "cierto, buen sabor tiene". Y como comían toda
manera de caza los chichimecas,
traía cada uno dellos unas redecillas
agolletadas consigo, que traían llenas de conejos y otros llamados
cuinique, y
codornices y palomas y de otras aves de otras maneras.
Y sacaron de sus redes un conejo y metiéronlo en el fuego, y después
de
asado desolláronle y pusieron allí el conejo asado, y dijéronle al
pescador: "isleño, come desto,a ver qué sabor tiene;
que esto andamos nosotros
a buscar". Y como se echase el pescador un bocado en la boca, dijéron-
le los chichimecas:
"pues, isleño, ¿qué sabor tiene eso que comes?"., respondió él:
"Señor, ésta es verdadera comida; no es cosa de pan, porque
bien que sea bue-
na comida, ésta desctos peces, mas hiede y harta luego; mas esta comida
vuestra no hiede, mas es comida
de verdad". Dijeron los chichimecas: "verdad dices:
esto andamos nosotros también a buscar. Hacemos un día flechas y otro
día
vamos a recrear al campo, a caza, y no la tomamos para nosotros, mas los
venados que ctomamos, mas con ellos damos de comer
al sol y a los dioses celestes
engendradores, y a las cuatro partes del mundo y después comemos nosotros de los
relleves,
después de haber hecho la salva a los dioses. Dinos un poco, isleño".
Respondió el pescador: "¿qué tengo de decir, señores?".
"¿Cómo se llama aquel cu
que se parece en aquella isla que está en el agua?". Respondió el pes-
cador: "señores, allí
se llama Várutaten házicurin y por otro nombre
Xaráquaro". Dijeron ellos: "bien está. ¿Comó se llaman los dioses que tienen
allí?".
Respondió el pescador: "señores, llámase el principal Hacuízecatá-
peme y su hermana Puríupe cuxáreti y otro Caróen y
Nurite, Xareni vari-
chu vquare y Tangáchurani y otros muchos dioses que nunca aca-
baré de contaros". Dijeron ellos:
"¿Así se llaman?". Dijo el pescador: "sí, se-
ñores". Dijo Vápeani: "estos fueron nuestros agüelos cuando venimos de camino;
ya
habemos hallado parientes. Pensábamos que no teníamos parientes,
mas todos somos de una sangre y nascimos junctos. ¿Cómo
se llama el señor?".
Respondió el pescador: "Carícaten". Tornáronle a preguntar: "y
la otra isla, ¿cómo se llama?".
Dijo el pescador: "Tirípiti honto
y tiene otros dos nombres: Vanguipen házicurin y Pacandan". Dijé-
ronle: "y los dioses
que tienen, ¿cómo se llaman?". Dijo el pescador: "Chu-
pí tirípeme y otro Vnazi hirecha y su hermana Camávaperi y otros
muchos
dioses". Dijéronle: "el señor ¿cómo se llama?". Dijo el pescador:
"Zuangua". Dijeron los chichimecas:
"también son nuestros agüelos del
camino. ¿Cómo es esto?, ¿parientes somos?.
Nosotros pensábamos
que no teníamos parientes: topado habemos parientes. ¿Cómo es esto?.
¡Somos parientes y de una sangre!".
Respondió el pescador: "sí, señor,
vuestros parientes somos". Dijéronle los chichimecas: "pues isleño, ¿cómo
te llamas?".
Respondió el pescador: "señores, llámome Cúriparaxan". Di-
jéronle: "bien está ¿no tienes alguna hija?". Respondió: "no,
señores". Dijeron
los chichimecas: "¿qué dices?, sí tienes, ¿por qué dices que no?". Respondió
él: "señores, no he engendrado
hijos, que soy viejo y mi mujer mañera".
Dijéronle los chichimecas: "¿qué dices, isleño. Hijos tienes. No lo
decimos
por lo que piensas, que no queremos mujeres para a-
delante; decimos porque Curícaueri ha de conquistar esta tierra
y
tú pisaríes por la parte la tierra y por la otra parte el agua, y no-
sotros también por una parte pisaremos el agua y
por la otra la
tierra y moraremos en uno, tú y nosotros". Y respondió el pesca-
dor: "así es la verdad, señores. Yo
tengo una hija que aún es pe-
queña: no es de ver porque es fea y pequeña". Respondieron ellos:
"no hace al caso que
sea pequeña. Ve y tráenosla y sácala acá
fuera, y también nosotros nos subiremos al monte y mañana
haremos flechas y
esotro día nos juntaremos aquí, tú y no-
sotros, y hablaremos siempre aquí y no lo sepa ninguno. Tú
y tu mujer solos
lo decid, uno a otro". Y despidiéndose
el pescador se fué y empenzó a bogar con su canoa y a en-
trarse en la laguna,
y los chichimecas se subieron al mon-
te. Y el siguiente día hicieron todos flechas y esotro día vol-
viéronse a sus
casas. Y el pescador, luego, muy de mañana en-
tró en su canoa con su hija y tomó puercto y puso la hija a la ri-
bera.
Y los chichimecas tardáronse que se estaban escalen-
tando. Ya el sol iba muy alto y estábase asentado cabe la
ribera, desconfiando que no habían
de venir y dijo a su hija: ¿"Cómo, nos
han engañado los chichimecas?; esperemos otro poquillo y iremos
con nuestra canoa
remando". Y los chichimecas desde la abajada de la
cuesta del monte, como
miraron a la laguna, dijeron: "¿cómo no
viene el pescador?, ya se había de parecer la canoa y venir buen
racto en la
laguna. Vamos a la ribera". Y llegaron a la orilla
y estaban asentados el pescador e su hija a la orilla, y sa-
lundáronle
los chichimecas, y dijeron: "pues, isleño". Respondió él: "muy
espantado estaba, y me acuitaba diciendo: "¡cómo me han
engañado
los chichimecas!". Dijeron ellos: "tardámonos cazando. ¿Es ésta tu
hija, la que dices?". Respondió el pescador:
"sí, Señores; esta misma es;
mirá cuán chequita es". Respondieron ellos: "no hace al caso: ¿có-
mo, no se criará? ¿Querémosla
agora de presto?, para adelante
decimos. Ve y torna a pasar la laguna. Sépalo quien lo supiere de e-
sos señores Vatárecha,
y mira que te llamarán cuando lo sa-
brán y diránte: ven acá, hermano: tú les has sacado una mujer a los
chichimecas.
Y dirásles: no señores, yo ¿a qué propósicto se la había
de llevar?. Yo vivo desta manera: de noche pesco con la red a-
sentado
en mi canoa a popa y pongo a mi hija en la canoa para
que reme, y de día pesco con anzuelo unos pececillos y pón-
gola
allí en la canoa, chiquilla, que no se paresce, y ctomóle
gana de orinar y yo fuí a un lugar llamado Varichan hopótaco
y allí me dijo: padre, tengo gana de orinar. Y yo le dije: ve, hija,
y orina. Y como llegase a la orilla, salctó de
la canoa y los chi-
chimecas, que estaban por allí en celada, tomáronla, y asieron de-
lla en el camino, y probé de
quitársela, y como son chichime-
cas empenzaron a quererme flechar y yo hóbeles miedo, y dejé-
sela y ellos lleváronsela,
y yo ¿cómo había de saber que la tie-
nen por esclava?. Ya yo pensé que era muerta y sacrificada
y parece que la tienen
por esclava.[borrado] Esto solo les dirás.
Vete, no respondas más; ni digas que nos la diste". Y fuéronse.
[VI]
COMO LOS SEÑORES DE LA
LAGUNA SUPIERON DE LA MUJER QUE LLEVARON
LOS CHICHIMECAS Y COMO LES DIERON SUS HIJAS POR MUJERES
[ LAMINA
III ]
Pues, pasados algunos días, los chichimecas tomaron a Curícaueri
y viniéronse a morar a un lugar llamado
Tarímichúndiro, barrio de Páz-
quaro y allí creció la mochacha y casóse con ella Pauácume, el hermano menor,
y hízose
preñada la moza de la laguna y parió un hijo y llamáronle
Taríacueri que fué después señor, y como lo supiesen los señores
de la
laguna llamaron a Cúriparaxan y dijéronle: "ven acá, hermano: hannos
dicho que sacaste una mujer a los chichimecas".
Y respondió él: "no es así,
señores, yo ¿a qué propósito se la había de llevar?. Yo ando de noche pes-
cando con red
y ponía a mi hija en la canoa para que remase, y de día
pesco con anzuelo y la ponía para remar y llegué a un lugar llamado
Varicha hopótacoyo, y teniendo gana de orinar, me dijo: 'padre, quiero
orinar'. Yo le dije: 've, hija, y orina'. Y
llegué a la orilla y como saltase
fuera, anduvo un poco, y paresce
ser que estaban alli, en celada, los chi-
chimecas y asieron della y probé por quitársela y como
son chichimecas,
empenzaron a quererme flechar, y yo hube miedo, y tornéme a mi casa
y lleváronsela y yo ya pensaba
que era muerta. ¿Cómo había yo de
pensar que la tenían cativa?. Y paresce que así es la verdad, que la tienen".
Dijeron
los señores: "qué dices, hermano? No lo decimos por lo que piensas. Dínos
lo, si quisieres; porque cada uno de nosotros
tiene una hija y trairémoslos a-
quí a las islas y casaríamoslos con ellas. Y el uno, de aquellos señores, se-
ría
sacrificador, aquí a la orilla en este cu; y el otro, sería sacer-
dote en Quacari xangatien y sacrificaríe allí; y así
estarían en ca-
da parte, para sacrificar. Pues ve a ellos, que tú tienes costumbre de con-
versar con ellos, a ver
qué dirán". Y como se partiesen, viniese pescando con una
caña Cúriparanchan,
y como saltasen en tierra, fueron a Tarímichúndero
donde estaban los chichimecas
y dijéronles lo que decían los señores de la
laguna, y que fuesen allá. Respondieron ellos: "sí, así será que iremos".
Y jun-
táronse todos los chichimecas y llegaron a un lugar llamado Zirim-
bo a la orilla de la laguna, y no fueron
más de los señores en una
canoa y recebiéronlos muy bien los de la laguna y dijéronles: "seáis
muy bien venidos, señores".
Y después de haber comido, llamaron un barbero
y cortáronles los cabellos que tenían largos, y hiciéronles en las molleras
unas entradas y diéronles unas guirnaldas de hilo y unas tenazi-
llas para el cuello de oro, a cada uno, las suyas.
Y Pauácume era sa-
crificador, y Vápeani estaba en Quacari xangatien, algunos días, y supié-
ronlo los señores de
Cuirýnguaro, que eran los señores que se habían apar-
tado dellos por el agüero de las culebras, y se habían venido, obra
de le-
gua y media de Pázquaro, antes que Bápeani y Pauácume trujesen
su gente a Pázquaro. Enviaron unos mensajeros
a los de la laguna
y dijéronles: "id a nuestros hermanos los isleños y decidles que ¿por qué han me-
tido en la laguna
los chichimecas?, ¿qué necesidad tienen dellos?, ¿por qué
los llevaron? o ¿de qué provecho son, que andan todo el día
a cazar por
el
monte todos ellos, hechos vagamundos, con sus arcos largos en las
manos? ¿Cómo no tienen discreción
ellos que son isleños?, ¿cómo no han
de tener hijos?, ¿cómo ha de ser un cuarto isleño y otro chichimeca? ¿cómo
no
tienen discreción para sentir esto?, ¿cómo han de perder sus dioses, que no son
pequeños dioses?. Y también los chichimecas,
¿por qué no se duelen de Curícaueri?,
¿cómo, es pequeño dios que ha sido engendrado muy altamente?. Id y decidles
que
los echen fuera de sus casas, que se vayan y pasen la laguna. No lo
decimos por otro fin, ni por invidia. No dejen de oir
esto que les decimos: [borrado]
dos entendimientos pueden tener sus palabras de los de Curínguaro". Y,
como viniesen
con la embajada al señor de Xaráquaro llamado Carí-
caten, no se curó de lo que decían, y después de algunos dias, torna-
ron
a enviar otros mensajeros los de Curínguaro y dijeron: "decid-
les, que ¿por qué no creen lo que les decimos los de la
laguna; qués la causa por
qué no nos quereis creer?; ¿por qué les distes aquesas señoras?, ¿Qué necesidad te-
níades
dellos?, ¿de qué provecho son, que todo el dia andan por los mon-
tes a caza?. Si fuera aquí en Corínguaro, aquí se hacen
muy buenos ma-
izales y simillas de bledos y mucho ají que se hace por los campos. A-
quí pudieran traer pescado que
ofresciéramos a nuestro dios Vréndequa-
vécara y, ellos, en su tiempo, llevaran mazorcas de maíz y simillas de
bredos
y frisoles y ají para ofrecer a su dios Acuize catápeme. ¿Qué nece-
sidad teníen dellos para que se las diesen?. Id e decidles
que los echen de sus
casas, y les quiten los mastiles y los bezotes y orejeras y los tranzados,
y que los echen a empujones
y los envíen, que nos crean esto que les decimos".
Y oyendo esta segunda embajada, los isleños creyéronlos y qui-
táronles
los bezotes y orejeras, y tranzados y mastiles y echáron-
los a empujones, y echáronlos fuera de la laguna y veníen babeando
por
los bezotes que les habían quitado, y tornáronse a venir todos ellos que moraban
ya cerca de la laguna, y fuéronse a su
primer asiento llamado Tarímichú-
diro, un barrio de Páscuaro, y descansaron allí.
[VII]
COMO HALLARON EL LUGAR
DEPUTADO PARA SUS CÚES
Y COMO PELEARON CON LOS DE CURINGUARO Y LOS DESAFIARON
Como tuviesen su asiento en el barrio
de Pázquaro llamado Tarími-
chúndiro, hallaron el asiento de sus cúes llamado Petázequa, que eran
unas peñas sobre
alto, encima las cuales edificaron sus cúes, que
decían esta gente en sus fábulas quel dios del infierno les envía aquellos
asientos para sus cúes a los dioses más principales. Pues sígue-
se más adelante, yendo andando un agua hacia [a]rriba,
dijeron
unos a otros: "vení acá: aquí es donde dicen nuestros dioses que se llama
Çacapu hamúcutin Pázquaro. Veamos
qué lugar es". Y yendo siguiendo el
agua, no había camino, que estaba todo cerrado con árboles y con enci-
nas muy
grandes, y estaba todo escuro y hecho monte, y llegaron a
la fuente del patio del señor obispo, que corre más arriba,
donde está
la campana grande, en un cerrillo que se hace allí, y llamóse aquel lugar
Cuirís quataro. Y venieron descendiendo
hasta la casa que tiene ahora
don Pedro, gobernador de la cibdad de Michuacan, a un lugar que des-
pués se llamó Caropu
hopánsquaro. Andaban mirando las aguas que
habían en el dicho lugar, y como
las viesen todas, dijeron: "aquí es, sin du-
da Pázquaro: vamos a ver los asientos que habemos hallado de los
cúes".
Y fueron aquel lugar, donde ha de ser la iglesia catredal y
hallaron allí los dichos peñascos llamados petázequa que quiere
de-
cir asiento de cu. Y está allí un alto, y subieron allí y llega-
ron aquel lugar y estaban allí encima unas piedras
alzadas como
ídolos, por labrar, y dijeron: "ciertamente, aquí es, aquí dicen los
dioses, que estos son los dioses
de los chichimecas, y aquí se llama Pazquaro
donde está este asiento. Mirad que esta piedra es la que se debe llamar Zi-
rita cherengue y ésta Vacúsecha, ques su hermano mayor, y ésta Tingárata
y ésta Mivequa ajeva. Pues mirad que son
cuatro estos dioses". Y fue-
ron a otro lugar, donde hay otros
peñascos, y conoscieron que era el lugar
que decían sus dioses y dijeron: "escombremos este lugar". Y así cortaron las
encinas y árboles que estaban por allí, diciendo que habían hallado el lugar
que sus dioses les habían señalado. En
este susodicho lugar, tuvieron sus
antepasados, en mucha veneración y dijeron que aquí fué el asiento
de su dios Curícaueri.
Y decía el caçonzi pasado, que en este lugar,
y no en otro ninguno, estaba la puerta del
cielo por donde descendían
y subían sus dioses. Y de contino trujeron aquí sus ofrendas. Aun-
que se mudó la cabecera
a otras partes, aquí había tres cúes y tres fo-
gones, con tres casas de papas, en un patio que hicieron después a
mano,
de tierra, sacando por algunas partes las paredes de piedra
para igualarle y allanarle. Y pasándose algunos días
dijeron
los de Curýnguaro: "no miráis cómo faltó poco que no matamos a
los chichimecas y ellos como son chichimecas, por ventura,
¿saben olvi-
dar la injuria?. No la saben olvidar: Id y lleváldes este mensaje
y decidles: 'traed ofrenda de leña
a los dioses para contra nosotros y
el sacerdote eche los olores en el fuego y el sacrificador, para la oración a
los
dioses para contra nosotros y nosotros también traeremos leña y el
sacerdote y sacrificador, echará los olores. Y al tercero
día nos jun-
taremos todos y jugaremos en las espaldas de la tierra y veremos
cómo nos miran de lo alto los dioses
celestes y el sol y los dioses de las cua-
tro partes del mundo'. Esto diréis
a los chichimecas, que esto suelen decir
a los señores, que éste es su oficio y andan por destruir los pueblos y se ale-
gran esperando pelea". Esto que dice arriba, que trujesen leña unos
y otros y los sacerdotes que echasen olores en
el fuego, tenían esta costumbre
antes que fuesen a la guerra, de hacer estas cerimonias para que sus dioses
los favoreciesen
y les ayudasen en las batallas. Y allí nombraban
los señores contra quien los habían de ayudar. Y fueron con el mensaje
y dijeron a los señores de los
chichimecas: "tu hermano Chánshori dice que
traigáis leña para los cúes contra ellos y los sacerdotes que echen los olo-
res y que ellos harán lo mesmo". Y como lo oyesen los señores de los chichi-
mecas, dijeron que les placía y que el siguiente día llevarían sus arcos
y flechas, y así se volvieron los mensajeros.
Y los chichimecas no
tenían muchos atavíos para la guerra. No sé dónde hallaron plumas de
águila y hicieron unos plumajes
para las espaldas, y hicieron unas
banderas de pluma de gallinas blancas, y al tercero día señalado,
fueron todos
a un lugar llamado Atáquaho y los de Curínguaro vi-
nieron también a aquel lugar y juntáronse unos con otros a
medio
día y empenzaron a pelear. Y unos se daban de pedradas, otros
con terrones, ya los señores de los chichimecas tiraban
flechas, porque la
gente común eran los que se daban de pedradas y de tarronazos; y tenían
lo por mal descalabrarse,
y en descalabrándose alguno, alimpiábase
con la mano la sangre porque no cayese [borrado] en el suelo y ruciá-
banla
con los dedos hacia el cielo para dar de comer a los dioses.
Y fueron heridos y flechados los dos hermanos señores de
los chichimecas Pauá-
cume y Vápeani y tornáronlos a sus casas a cuestas a Tarímichúndiro
y tornáronse los de Curýnguaro
a su pueblo.
[VIII]
COMO ENVIARON LOS DE CURINGUARO UNA VIEJA, CON ENGAÑO, A SABER
SI MURIERON DE LAS
HERIDAS LOS SEÑORES DE LOS CHICHIMECAS Y COMO
LOS QUISIERON MATAR POR ENGAÑO LOS DE CURINGUARO EN UNA CELADA
Tenían
por mal. cuando estaban heridos o flechados, dormir en sus casas
los heridos, por el peligro que era. Y estos heridos,
con los señores, fuéronse a la casa dicha
del águila y hiciéronles unos
zarzos de cañas altos del suelo de una parte
y de otra, dentro de la casa.
Y estaban echados los heridos en ellos y estu-
vieron tres días en esta dícha casa. Y a la entrada de la puerta tomaban
sahumerios con cañutos y sacaban aquellos sahumerios a los fogones, de
una banda y de otra, que se encontraban unos
con otros los que entraban y los1
que salían a echar los sahumerios
en los fogones. Y dijeron los de Curínguaro:
"¿Quién iría a preguntar cómo están los señores de los chichimecas?, que
muy mal
los tratamos cuando los flechamos y como son chichimecas no saben olvidar
la injuria. ¿Quién iría a preguntar
por ellos, si por ventura morirán?". Y dije-
ron otros: "¿ha de faltar quien
vaya? Ahí está la mujer de Curú zapí que es de Sin-
chángato; ella dice que son sus sobrinos, ella entrará en sus casas
y hablará
con ellos. Llamarémosla y ella irá". Y dijeron a unos suyos: "id y llamal-
da". Y llamáronla y dijéronle:
"ven acá, tía", y ella dijo: "¿qué mandáis, señores?".
Y diéronle de comer y dijéronle: "¿qué haremos tía que tenemos una
pena, que fle-
chamos a los chichimecas. Y nos juntamos en un llano llamado Atáquaho
y allí jugamos sobre las espaldas
de la tierra y flechamos a los dos hermanos,
no sabemos si les hirimos en algud lugar peligroso, de que suelen morir.
¿Por
ventura, no se morirán?, ¿cómo no iréis a saber qué tales están?". Respon-
dió
ella: "que me place, señores. Cierto, yo iré". Y dijéronle ellos: "ve y tórnanos
con la respuesta". Y diéronle dos mantas
y dijéronle: "lleva éstas que
te cubras y estas dos les llevarás a ellos y como
que son tuyas. Mira qué
te dirán a la despedida, porque las palabras que les dijeres han de ser tuyas y
no que sientan
que son de nosotros". Y dijo ella: "señores, yo iré; no tengáis pena
ni estéis tristes por esto, que si ellos están buenos
o si son muertos, yo lo sabré;
yo los hablaré". Y partióse y llegó a donde tenían su casa en Sinchángato. En ano-
checiendo
partióse y traía las dos mantas que le habían dado y era invierno,
tiempo de aguas, y la pobre no sé cómo venía que llegó
a la media noche a la casa dicha del
águila y estaban en esta casa, a la una banda los isleños y de la otra banda los
chichimecas
y estaban en compañía velando, que habían venido a vellos de la laguna.
Y la vieja venía atrancando por los herbazales
con el rocío y entró en la casa
y iba pasando junto a ellos, sagudiendo el rocío; y no dormía Vápeani y la vieja
inclinóse
sobre él, para ver si dormía, y dijo Vápeani: "¿quién anda aquí?". Y
respondió ella: "señor, yo ando". Díjole: "¿quién
eres tú?". Y dijo ella: "señor,
yo soy tu tía, mujer de Carú çapí". Y díjole Veápeani: "pues ¿en qué andas?". Dijo
ella:
"ay señor, ahora poco ha que lo supe, quién me lo había de contar por hacer-
me a mi bien y merced;
y como lo empencé a saber que os juntastes en el llano y
que fuistes flechados
entrambos, tú y tu hermano menor, entonces dije: 'quiero ir a
vesitallos, ¡Pobres dellos que los flecharon!, o si los
pobres si son muertos. Meteré
en la lumbre estas dos mantas para quemallas en su nombre, o si por ventura
están y tienen vista, yo pobre, los cobriré con estas mantas que busqué con mi pobre-
za, con un poco de maíz'. Esto
es a lo que vengo, señor, y en lo que ando de todo en
todo, vine por preguntar cómo estábades". Y díjole Vápeani: "mirá
con qué viene
ésta; qué es lo que dice". Y llamó a su hermano y díjole: "hermano, ésta es una mala mujer
que viene
con esto. Esta entra allá en el pueblo de los de Corínguaro y allí, en
alguna parte, la sobornaron en Corýnguaro y esto
es lo que viene a decir
aquí. Vete de ahí; tú que dices eso, que despertarán estos señores". Dijo la vieja:
"señor,
quédense aquí estas mantas y echaos en ellas". Dijo Vápeani eno-
jado: "mirá qué dice, ¿para qué se han de quedar?. Tórnatelas
a llevar, tú que dices eso.
Nosotros ¿dónde las habemos de mostrar, ni parescer con ellas?". Y salióse la
vieja de
la casa e fuese. Y como no dormiesen los isleño dijeron
a los suyos: "despertad,
que estos chichimecas son de dos caras y hablan de
dos maneras. Que vinieron de Curínguaro y luego por la mañana nos
han
de flechar y destruir nuestro pueblo". Y levantáronse luego todos a una
y sacaron los señores fuera de la casa, enojados,
y saliéronse de la casa en
tropel los isleños y tornaron todos a pasar la laguna y fuéronse a sus
casas.
[IX]
COMO LOS DE CORINGUARO QUISIERON MATAR A LOS SEÑORES DE LOS
CHICHIMECAS EN UNA CELADA E SE LIBRARON DELLA Y DESPUES
MURIERON EN OTRA CELADA
Pasándose algunos días dijeron los de Curínguaro: "poco faltó que no los ma-
tamos
y como son chichimecas no saben olvidar la injuria. Id a los
isleños y decidles que les envíen unos mensajeros que les
digan, como que sale de-
llos: 'Vuestros suegros nos envían a vosotros, que
estas vuestras mujeres por amor de vo-
sotros, no quieren comer y se mueren de hambre. ¿Cómo, riñeron con ellas ni ellas
con ellos?. Paresce que se quieren bien y eran buenos casados y nunca se hicieron
mal, aun emborrachándose, ni nunca
se mesaron. Y ahora danos mucha
pena y estamos tristes por ellas. Id a los señores nuestros hermanos. Decidles cómo
no vernían aquí por ellas y las
llevarían y pasarían la laguna, que no en
una sola parte suelen llevar las mujeres a morar lejos, fuera de sus
pueblos'.
Esto les diréis y nosotros entonces estaremos en celada a la
orilla de la laguna. Y vernán los chichimecas. No dejarán
de venir por-
que no son discretos y ansí los mataremos. Diréisles más a los isleños: que
si aquí trujesen su pesquería
a Corínguaro, llevarían maíz a sus islas,
a la laguna". Y fueron con este mensaje a los isleños y respondieron:
"Que
nos place, ciertamente que iremos". Y los isleños trujeron un presen-
te de pescado y pasaron la laguna y llegaron donde
estaba Vápeani
y Pauácume y asentáronse, y estaban haciendo flechas y dijéron-
les: "seáis bien venidos, isleños, ¿qué
es a lo que venís?". Respondieron ellos:
"Señores, vuestros suegros y padres nos envían y dijéronnos: 'Id a nuestros yer-
nos
y decidles que éstas, nuestras hijas, nos dan mucha pena y estamos
tristes por ellas, que están todo el día llorando. Pues
decir ahora, ¿qué, riñe-
ron alguna vez con ellas?. No riñeron, sino que eran buenos casados, ni tam-
poco bebiendo
vino, nunca se asieron de los cabellos; paresce que se trataban
bien. ¿Cómo no vendrían por ellas?. Que no es de ahora
que las mujeres se lle-
ven lejos a morar. Esto es a lo que venimos, señores". Y dijo Bápeani a
su hermano: "hermano,
sin duda que habemos de ir". Dijo Pauácume: "vamos en-
tram[b]os". Y compusiéronse, entiznáronse y pusiéronse sus guirnal-
das
de cuero en la cabeza, que usaban, y sus aljabas a las espaldas en-
cima unos jubones de guerra y pusiéronse unas uñas
de venados en las
piernas; tomaron sus arcos e flechas en las manos. Y como
los viesen
adrezar para el camino los sacerdotes de los cúes llamados Chupítani,
Nuríuan, Tecaqua, dijéronles: "hijos,
¿qué haceis?,¿a dónde queréis ir?".
Respondieron ellos: "vinieron de la laguna e dicen que vamos por las mujeres".
Dijeron
los sacerdotes: "qué decis, hijos. Mejor sería que no fuésedes,
que esas palabras no son de los
de la laguna; mas son de los de Curýnguaro.
Mirá que si vais nos veremos en trabajo. Si queréis ir algún cabo a holgar,
id a otra parte y no allí". Dijeron ellos: "no, mas allá hemos de ir". Dije-
ron los viejos: "pues id, hijos, y cada
uno de vosotros tome un mancebo gran
corredor y vayan delante por el camino y vosotros id atrás bien lejos, por-
que
no os veáis en peligro en alguna parte". Y dijeron ellos: "así será, ya nos
vamos". Y partiéronse para ir y venieron por
un lugar llamado Cuçapu ha-
cúrucu y iban algún tanto delante los corredores, y abajaron a lo ba-
jo de la cuesta
donde se turbaron, porque los de Curínguaro, que estaban
en celada, se levantaron todos a una. Entonces Vápeani y Pauácu-
me paráronse y no pasaron más adelante y dijeron: "así es la verdad,
que las palabras eran de los de Curínguaro".
Dijo a su hermano: "tornémonos". Y torná-
ronse a sus casas.
Pasados algunos días dijeron los de Curínguaro:"Muchas
injurias
les habemos hecho a los chichimecas. ¿Cómo olvidarse han dellas los señores?
Id a nuestros hermanos los isleños
y diréisles que les lleven este mensaje a los
chichimecas. Estas nuestras hijas nos dan mucha pena y hacen estar tristes
porque por amor dellos no quieren comer, y se mueren de hambre, y pónen-
se en lo alto del
cu llamado Purúaten, y nunca hacen sino llorar todo
el día, mirando los humos de los chichimecas y nunca hacen sino mi-
rar allá y nunca quieren comer. Y no crean que hay en alguna parte peligro
como
el pasado, cuando nos quisimos flechar, que no supimos cómo venie-
ron los
de Curínguaro y se pusieron en celada y nosotros los hallamos a-
llí. Y decidles que no lleguen aquí a la isla, que nosotros
les sacaremos
fuera las mujeres a un lugar llamado Xanóato hucazio y allí se
las trairemos y que vengan allí por ellas
y que las lleven, si quisieren, por-
que las mujeres van a morar lejos. Y nosotros les diremos un poco que nos que-
jaremos
a ellos, de los de la isla de Pacadan, que ponemos nuestras redes
a la orilla a secar, y nos las rompen, y las canoas
nos las hacen pedazos
y los remos. Así nos tratan. ¿Quién son ellos para hacer esto, siendo tan
pocos en una isla?. Que una mañana
que nos juntásemos, ellos y nosotros, les
destruiríamos en el pueblo por la pena que nos dan. Pues yo tengo necesidad
de
su ayuda porque son valientes hombres, y decímoslo por tener confian-
za en sus arcos y flechas. Esto les irán a decir,
ellos vernán, y no de-
jarán de venir que no son discretos". Esto es lo que les dijeron a los isleños
y respondieron
ellos: "ciertamente iremos a ellos y se lo diremos". Y
hicieron un presente de pescado para llevar a los señores, y venieron
donde
estaban, y pusieron delante su presente de pescado y asentáronse e di-
jéronles Vápeani y Paúcume: "pues ¿qués
lo que queréis, isleños?, ¿a qué venís?".
Respondieron ellos: "señores, vuestros suegros nos envían". Y relataron toda
su
embajada. Dijo Bápeani a su hermano: "hermano, sin duda habemos de ir
allá pues que dicen que nos han de decir un poco.
Ellos por destruir los
pueblos andan. De verdad que habemos de ir entrambos". Y armáronse y
los dichos sacerdotes les
dijeron: "hijos, ¿en qué andáis?, ¿dónde queréis ir?".
Respondieron ellos: "venieron de la isla de la laguna y dicen que
nos
sacarán fuera las mujeres, aquí cerca, a un lugar llamado Xanó-
ate hucazio, las han de traer y nosotros que vamos
allí por ellas". Dijeron
los sacerdotes: "hijos, bien querríamos que no fuésedes, que esas palabras no
son de los isleños
mas de los Curínguaro". Dijeron ellos: "no, agüelos,
mas han de decirnos un poco, que dicen que habemos de destruir la
isla
de Pacandan". Respondieron ellos: "bien, sea así en buena hora, hijos.
Y tomá cada dos mancebos buenos corredores,
que vayan delante, e id mi-
rando por el camino a todas partes, porque no os veáis en algud peligro
y no pensemos que
es juego, y no nos burlemos, e id mirando por el camino".
Y como se partiesen,
tomaron los corredores y enviáronlos delante
y como estuviesen puestos en celada
los de Curínguaro, en tres partes,
dejaron pasar delante los corredores y espías, y Vápeani y Pauácume
iban detrás.
Y pensando que no había celada, pasaron delante hasta
la tercera celada y allí flecharon
a Vápeani y le mataron. El otro
hermano menor era muy ligero, y empenzó a correr hacia los suyos y al-
canzáronle
a la sobida de un monte que está aquí, en Pázquaro, llamado
Çacapu hacúrua, donde moran los naguatatos, y allí le flecharon
y juntáronlos a entrambos. Y como lo supiesen los sacerdotes, sus
parientes, tomaron un collar de oro llamado Cazáretaqua
e unos
plumajes y fueron con ello donde estaban los de la isla, alrededor
de los dos señores flechados, Vápeani e
Pauácume, que los estaban mirando
y estábanles dando con los remos de punzadas. Y llegaron los viejos
y dijéronles:
"pues, hijos, ya habéis peleado segud el rencor que tenía-
des y malquerencia. Ya os habéis tomado y despojado". Respondieron
ellos: "agüelos, nosotros no los matamos, que no habíamos tomado puerto
cuando ya estaban muertos; y parece ser que
ya estaban aquí
los de Curýnguaro en celada y ellos los mataron". Dijeron los sa-
cerdotes: "hijos, ¿por qué decís
eso?. Basta, que ya os flechastes. Rogamos os
que nos los queráis dar. Tomá estos plumajes para que os [los] pongáis [en]
las fiestas
y este collar de oro para que os [los] pongáis al cuello". Respondieron los de la la-
guna: "¿y nosotros,
a qué propósito habemos de llevar estos plumajes?. ¿Ma-
támoslos por ventura
nosotros?. No los habemos de tomar, llevaos vuestros
señores ¡hélos ahí, donde están!, que nosotros se los quitamos a
los Curíngua-
ro, que los llevaban a su pueblo". Dijeron los sacerdotes: "¿por qué decís esto
hijos, de no querer
llevar los plumajes?. Llevadlos para poneros en las
fiestas". Dijeron los isleños: "sea como
decís: llevémoslos". Y fuéronse
a sus casas. Y los sacerdotes trujeron los señores a Pázquaro a[l] lugar
donde se
edificaron sus cúes, encima de aquel asiento llamado Petá-
zequa, y allí los quemaron, y tañen allí las trompetas y pusieron
las ce-
nizas en unas ollas, y después en las ollas, por de fuera, pusiéronles dos
máscaras de oro y collares de turquesas
y ataviáronles muy bien y pu-
siéronles plumajes verdes encima
de los bultos, y tocando las trompetas los
enterraron.
[X]
COMO LE AVISABAN Y ENSEÑABAN LOS SACERDOTES
SUSODICHOS A TA-
RICAUERI [Tariacuri] Y COMO PUSO FLECHAS EN LOS TERMINOS DE SUS ENEMIGOS
Muertos estos dos señores,
Vápeani y Pauácume, dejaron tres hijos: el uno
llamado Taríacuri, hijo de Pauácume, que hubo en la hija del pescador;
y los
otros dos Çétaco y Arame, hijos de Vápeni, de otra señora y eran de más
edad que Taríacuri, que cuando murió
su padre aún no andaba con
fuerza, que era chiquito. Y los dichos sacerdotes, que eran hermanos Chupitan,
Nuríuan
y Tétaco, no hacían sino amonestalle y avisalle todos
tres y diciéndole: "señor Taríacuri, ya tienes descreción: trai
leña
para los cúes, da de comer leña a Curícaueri, porque te han hecho huérfa-
no los isleños de la laguna, que te
mataron a tu padre. Tú, ¿no le lla-
marás ahora padre si fuera vivo y madre?. Y matárontele tu
tío, hermano de tu
madre y tus criados, porque tú estabas en la isla
de Xaráquaro donde nasciste. Trai leña para los cúes y acuérdate
desta
injuria, para vengalla, en los tíos de tu madre. Que si no
oyeres esto y lo quisieres entender, mira que hay cu en la
isla de la
laguna y que sacrifican allí y allí te pondrán aspado para sacri-
ficarte. Mira a la otra isla llamada
Pacandan, que allí también
sacrifican y allí también te maltratarán. Mira también acá a lo
alto, donde está Curínguaro,
que allí también sacrefican y allí te ma-
tarán. Y en Cumachen también sacrifican y en Çacápuan y en Zizanban,
que
es Naranjan, allí te mataron tu abuelo. Tú ¿no le llamarás abue-
lo ahora y abuela?. Y en Zicháxuquaro te mataron otro
abuelo lla-
mado Ticátame, mira que hay allí cu y sacrifican. Y en todos estos luga-
res te pueden matar si no fueres
el que has de ser y oyeres lo que
te decimos. Dichoso aquél que
ha de ser rey. O éste que lo ha de ser. Qui-
zá no es señor mas de baja suerte y uno del
pueblo, por la mucha
leña que habrá traído a los cúes de Curícaueri, ¿y será algún pobre o
algún miserable el que ha
de ser rey?. Y tu cabeza estará enton-
ces alzada sobre algún varal donde te mataren si no eres el
que debes. Trae
leña para quemar en los cúes, para dar de comer a los
dioses celestes y a los dioses de las cuatro partes y al dios del
infierno. Harta de leña a todos cuantos dioses son. Mira que
es muy liberal Curícaueri, que hace las casas a los suyos,
y ha-
ce tener familia y mujeres en las casas, y viejos que hacen fuego
y hace tener alhajas y esclavos y esclavas,
y hacer poner en las
orejas orejeras de oro, y en los brazos brazaletes de oro, y a la gar-
ganta collares de turquesas
y plumajes verdes en la cabeza. Trai
leña para los cúes y sacrefícate las orejas. Dichoso el que ha de ser rey".
Y diciéndole
esto asíanle de la oreja, diciéndole: "señor, señor Ta-
ríacuri, ¿cómo, no eres ya hombre?. Acuérdate de vengar las in-
jurias.
Mira, señor Taríacuri, que nos oigas, ¡pobre de ti, si no nos oyes!.
Porque mirarás a los otros cómo comen, alargando el
pescuezo para
mirallos y quizá andarás por ahí con una manta hecha pedazos.
¿Cómo, no entiendes esto que te decimos?.
Mira que somos viejos. Dicho-
so quien fuere señor de la gente. Quizá no es señor, mas uno
del
pueblo. Dichoso tú, señor Taríacuri, óyenos esto que te decimos".
Y los viejos nunca cesaban de avisalle. Quizá por ser
valientes hom-
bres y continuos del servicio de los cúes, por eso le dicen
todo esto.
Estaban todo el día e la noche avisándole y nunca cansaban sus
bocas. Y eran ya hombres sus primos, hijos
de Vápeani, el uno lla-
mando Cétaco, el mayor y el menor Aramen. Y había días que se andaban
emborrachando y andaban con mujeres
y andaban desta manera
en compañía de Taríacuri, y por ser hermano menor y pequeño, le traían en los hom-
bros. Sabiéndolo
los viejos, llamáronlos y dijéronles: "mirá, señor Çétaco y
señor Aramen: vosotros bebéis vino y os juntáis con mujeres,
íos con
vuestra gente a un lugar llamado Vacánanbaro, allí beberéis a vuestro placer
vino y os juntaréis con mujeres
y allí no habrá quien os diga nada
ni haga mal. Ios y apartaos del que ha
de ser señor, porque quizá no le
hagáis a vuestras costumbres. Dejalde primero traer leña para los cúes".
Y respondieron
ellos: "así será como nos decís, agüelos". Y fuéronse. Y
los sacerdotes lo
habían con sólo Taríacuri y todo el día y toda la no-
che no hacían sino pedricalle y avisalle. Y los viejos trabajaron
tan-
to en lo que le decían, que oyó lo que le decían y empenzó a traer leña
y rama para los cúes y llevábala a los
patios de los cúes. Y llegó a
este lugar de Pázquaro y allí traía leña, y su casa tenía en un barrio
del
dicho pueblo llamado Tarímichúndiro. Y vínose allí donde se lla-
ma Pázquaro y traía leña a un cu llamado Zirípemeo y a
Quara-
co hoato, y llevaba a otro lugar llamado Yóngoan. Y punía la leña
y rama allí con los suyos y ponía encima una
flecha, que era se-
ñal de guerra. Y llevaba también de la otra banda a un lugar llamado
Huríquamácurio y puniéndola
allí, ponían encima una flecha;
y en otro lugar llamado Yauáticuiro, y allí puso otra flecha en-
cima la leña. Y andaba
desta manera poniendo flechas en los tér-
minos de sus enemigos. También llevó leña a otro lugar llamado
Vanita ychácuriyo
y a otro llamado Çacapo hacúrucu y a Xan-
gua hurépangayo y a Caménbaro. Y ansí andaba cercando los térmi-
minos, poniendo
flechas en los lugares que llevaba leña y rama. Llevó a-
sí mesmo a otro lugar llamado Xarámuto y así llegó cabe la la-
na,
a un lugar llamado Aterio, en los términos de los isleños. Y esta-
ban los isleños poblados en un lugar llamado Tupúparanchuen
sin temor de ninguna cosa por
toda la ribera, y tenían sus redes a se-
car puestas en unos palos cabe la ribera, y tenían su pescado por allí
a secar.
Y hizo en aquel lugar un gran fuego Taríacuri y alzóse un
gran humo a la ribera de Haterio, y viendo la gente estas ahumadas
y fue-
go, fuéronse todos huyendo para poner en cobro sus haciendas. Y dejá-
ronse por allí las piedras de moler y ollas
y cántaros y el pescado
que quedaba tendido por el suelo y las mantas; y entráronse en la laguna
que alzaban las espumas
hacia arriba, y no los tomaba nadie. Los mo-
chachos daban gritos y todos daban voces, nomás de por ver las a-
humadas,
Y ansí se fueron todos que quedó todo desierto, hasta un lugar
llamado Zyrimbo. Y fué Taríacuri a Zirimbo y allí sacó también
fuego
de un estrumento y hizo ahumadas. Y en otro lugar llamado
Chutío. De todos estos lugares se levantaron los isleños y dando
gritos
se entraron en la laguna; nomás de por ver las ahumadas daban voces
y se iban, que no los tomaba nadie. Y allí
también dejaban algunas
alhajas y había mucho pescado tendido por la ribera. Y de allí fué Ta-
ríacuri a un cerrro llamado
Xanóato hucazio, y hizo allí tam-
bién ahumadas y levantáronse todos viendo el humo, y fuéronse
también los de Paréo
y levantaban gran espuma al entrar de la
laguna. Y levantáronse también los de Charaben y Harámutaro.
Y llegando [a]
Arámutaro hizo sus ahumadas Taríacuri y levantá-
ronse de allí y iba echando de allí los isleños, dándoles de rem-
pujones
para hacerlos entrar en la laguna. Llegó también a un
lugar llamado Cuirís tucúpacháo y hizo sus ahumadas y vido
allí
la isla de Xaráquaro y de Cuyámeo, vido el asiento de la isla.
Y daban voces los mochachos y tomaban las mujeres sus hijos
en las
espaldas y íbanse, que no sabían dónde ir. Y así los cercó a todos
los de la isla que no había dónde saliesen
a la ribera a labrar
ni por leña.
[XVIIl]
COMO SE SINTIO AFRENTADO
EL SUEGRO PRIMERO DE TARIACURI PORQUE
DEJO SU HIJA Y LE TOMO UN CU Y FUERON SACRIFICADOS LOS ENEMIGOS DE TARIACURI
[
LAMINA X ]
Era fiesta de Sicuíndiro, cuando renovaban los cúes de Curícaueri, y tomó
Taríacuri algunos esclavos
y metiólos en las casas de los papas para
velar con ellos en la vegilia de la fiesta. Y estaba Taríacuri a la puerta de
las
casas de los papas. Y el viejo Chánshory, suegro primero de Taríacu-
ry, enojóse porque había tomado otras mujeres
y había dejado su hija
y dijo: "¿qué soberbia es esta de Taríacuri? Qué afrenta nos ha hecho tan gran-
de". Y dijo
a su gente: "Taríacuri, la tierra que tiene no es suya". Y crió
sacerdotes. Y tomó algunas mantas de los atavíos de su
dios Hu-
réndequavécara y compusiéronse los sacerdotes y tomaron su dios
a cuestas y iban tocando sus trompetas y
vinieron así al asiento
que tenía Taríacuri, llamado Hoátaro pexo, donde tenía a Curícaueri su
dios, en un cu, que
le habían hecho allí. Solía esta gente, en su tiempo, cuando
los enviaba el cazonçi o otro señor, a morar a otra parte,
los que
iban llevaban alguna piedra que estaba con su dios o parte dél y don-
de asentaban punían nombre del dios
que llevaban de sus pueblos y
le decían las mismas fábulas y hacían las mismas fiestas que en sus
pueblos propios.
Y como llegaron los de Curínguaro tomaron el
bulto de Curícaueri y echáronle
a un rincón y dijeron: "este cu no es
de Curícaueri, mas de nuestro dios Huréndequavécara. Y pintáronle de
blanquebol,
como solían pintar los cúes de Huréndequavécara y
la casa de los papas enalmagraron.
Y tomaron los esclavos que te-
nían para el sacrificio de Curícaueri y sacrificáronlos a Huréndequa-
vécara. Y levantáronse
de allí todos los chichimecas y fuéronse
a un monte llamado Vpapo hoato, donde hecieron otros cúes. Y lla-
mó Taríacuri
a sus viejos llamados Chupítani, Tacaqua, Nuriban, y
díjoles: "tomad una carga de hachas de cobre bañado, muy amarillo,
y llevadlo a Vréndequabécara, dios de Corýnguaro, para que déstas
hachas le hagan cascabeles para sus atavíos; y decid
al viejo Chánshori que le
ruego yo, que me preste o venda un pedazo de tierra para poner a mi dios
Curícaueri, pues
que sabe ques todo pedregales donde esto[y]". Y fueron los viejos
a Chánshori y llegando allá, saludólos, y dijéronle
su embajada y
respondió Chánshori: "decid a Taríacuri que esté en el lugar que está, que aunque
sea pedregales que
todo es buena tierra, que allí primero se hace y granan los
maizales, que en otra parte, y los melones, y las semillas
de bledos. Y que
no llegue a Cuinúzeo ni a Tapámecaraho, porque hago una sementera para
hacer vino a mi dios Huréndequavécara.
Esto le diréis y que beba del
arroyo llamado Curínguen". Y vinieron los
viejos con el mensaje a Ta-
ríacuri y dijo Taríacuri : "pues estémonos aquí, pues es tan mezquino
y ingrato Chánshori".
Y estuvo allí algunos días y no se sabe por qué
tomó Taríacuri a Curícaueri y fué de allí con toda su gente a un lugar
llamado Vrexo. Allí hizo hacer un cu de céspedes. Y tornaron los de
Curínguaro a querer destruir a Taríacuri, y llevaron
su gente de guerra
y cercaron a Taríacuri. Y allí dió Curícaueri, a sus enemigos, camo-
rras y embriaguez y estropezamiento.
Y empenzaron a andar desatinados,
los enemigos, y cayeron todos en el suelo y abrazábanse unos con otros
y ansí iban
al pie del cu, donde unas viejas los subían al cu, que no los
tomaban hombres, y allí los sacrificaban los sacerdotes
de Curícaueri,
que estuvieron todo un día sacrificando; y llegaba la sangre
al pie del
cu, y después iba un arroyo de sangre por el patio. Y
pusieron en unos varales las cabezas de los sacrificados, que hacían
gran sombra. Y dijo Taríacuri: "vení acá, viejos". Y díjoles: "si mi mu-
jer, la hija del
señor de Corínguaro, fuera varón, muy valiente
hombre fuera, que ahora, con ser mujer ha hecho matar de sus
hermanos
y tíos y su agüelo. Ha dando [sic] en este día de comer a los dioses
y les ha aplacado los estómagos. ¡Valiente hombre
ha sido mi mujer!".
Quiso decir Taríacuri en estas palabras, que por su mujer había
empenzado aquella guerra, en la
cual su dios Curícaueri había desati-
nado a sus enemigos y que ella había sido la causa, y que si fuera va-
rón,
como era mujer, que hubiera más muertos. Y levantóse de aquel
lugar Taríacuri y fuése a un lugar llamado Querenda angángueo,
y no fué con él su tía. Y dijeron los de Corýnguaro: "¿qué es esto que ha hecho
hoy Taríacuri en nuestra gente? Nunca
olvidaremos esta injuria".
Entonces enviaron espías diciendo que estaba en lugares muy frago-
sos; y vinieron las
espías, y no podían llegar y tornáronse y contra-
hicieron los ádives y leones
y lechuzas y otros pájaros llamados
purúcuzi, Y venían ansí escuchando hasta el lado de las casas. Y venía por
espía
el hijo de Zurunban y no dijo nada desto, aunque lo vió. Y en-
traba en casa de Taríacuri, por lo que Taríacuri y su padre
habían habla-
do, que eran amigos. Y comían juntos, él y Taríacuri. Y enborrachá-
ronse entrambos y como
hobiese bebido salió de casa y iba por
los herbazales para espiar por donde había de venir la gente. Y la tía
de Taríacuri
no sé dónde lo supo. Y entró dentro en casa, y como la
vió Taríacuri, saludóla
y díjole: "pues, ¿qué hay, señora tía?". Y estaba Ta-
ríacuri arrimado a una parte de la puerta y el hijo de Zurunban
llamado Zinzuni, a otra parte, y teníanles puesto de comer a cada
uno por sí, a su parte, y el vino estaba junto a
ellos. Y tornóle
a decir Taríacuri : "pues, ¿qués
señora tía?". Entonces díjole su tía: "una
cosa he sabido, que se dice, que los de Curínguaro nos han de destruir y dicen
que
han venido a poner espías y que se tornan leones y ádives,
sabiendo
en los lugares fragosos que estamos. Y que dicen que no se le da nada dello
al hijo de Zurunban, y él entra
en tu casa y coméis en uno y bebéis
juntos, y que sale fuera en achaque de orinar, y va por los her-
bazales, donde
están las espías, a ver cómo viene la gente de guerra".
Oyendo esto Taríacuri, enojóse y reprendió a su tía, diciendo:
"mirá
qué dice esta vieja, ¿quién ha de andar espiando? Este señor que está aquí
comiendo comigo se llama Zinzuni, hijo
de Zurunban. Aquí estamos
juntos. Vete de ahí, con lo que vienes". Respondió su tía: "así es la verdad,
señor, que estáis
juntos; quedaos en buen hora". Y salióse enojada y
oyendo esto el hijo de Zurunban sintióse mucho y díjole Taría-
curi,
que no rescebiese pena, que aquella vieja no sabía lo que se decía, que
eran nuevas que había oído por ahí. Y dijo el hijo
de Zurunban: "señor,
¿cómo no tengo de tener pena de oir lo que he oído? Ya no podré sose-
gar". Y salió fuera Taríacuri
y trújole cinco cargas de pescado y dí-
jole: "señor, pues, vete a tu casa, no tengas pena; lleva este pescado para
dar
a tus hijos llegando a tu casa". Y respondió el hijo de Çurunban y
dijo. "Sea así, señor". Y fuese a su casa. Y tomó Taríacuri
su dios Curíca-
ueri, y su gente y fuese tras él. Y supo de su venida Zurunban, su suegro,
y salióle a rescebir al camino
y saludáronse; y Zurunban, fingiendo
que lloraba de compasion de su yerno, untóse la cara con saliva y díjo-
le que
viniese en buen hora. Y llegando a su casa le dijo: "aquí en este lugar
no hay leña para que traigas para los cúes, la
cual tú todo el día traes y
toda la noche. Ya véis tú que aquí no hay monte, vete a un lugar lla-
mado Vacapu, donde
es señor Anáhurichenzi y allí trairás leña
para los cúes". Y fuese con su
gente Taríacuri al susodicho
pueblo llamado Vacapu y rescibióle el señor de allí y estuvo
allí algunos días. Y tomando
de allí a Curícaueri, fuese a
otro pueblo llamado Zurumu harúpeo, a un señor llamado
Atápezi, y aquel también le rescibió
y estuvo allí algunos
días. Y tomando de allí a Curícaueri, se fué con su gente a
un lugar llamado Santangel, a un
señor llamado Hapári y a-
quél de verdad le rescebió y le hizo un cu y las casas de los pa-
pas y una casa, y allí
traía leña Taríacuri para los cúes
con su gente. Y hizo allí su asiento.
[XIX]
COMO LOS CUÑADOS DE TARIACURI,
DE LA MUJER PRIMERA DE CORINGUARO, LE
ENVIARON A PEDIR PLUMAJES RICOS Y ORO Y PLATA Y OTRAS COSAS Y DE LA RESPUESTA
QUE
DIO A LOS MENSAJEROS
[ LAMINA XI ]
Supieron los de Corínguaro que tenía asiento Taríacuri. Y ya había
salido de señor Chánshori, por ser muy viejo, y un hijo suyo llamado
Vresqua, era señor de Curínguaro. Era costumbre
entre esta
gente que, en siendo muy viejo el señor del pueblo, elegían a
su
hijo y hacíanle señor antes que
muriese el padre y él man-
daba el pueblo, como paresce aquí en este pueblo
susodicho de Cu-
rínguaro, por ser muy viejo Chánshori, hizo señor a su hijo antes
de su muerte. Pues, llamó Vresqua
sus viejos y enviólos
a Taríacuri con un mensaje y díjoles: "id a Taríacuri y decid-
le que habemos oído que hizo una
entrada hacia occidente
y trujo muchos plumajes verdes, largos y penachos blancos y plu-
mas de papagayos y otras plumas
ricas de aves y color ama-
rilla de la buena y collares de turquesas y otras piedras preciosas
y oro y plata de lo bueno
y collares de pescados del mar y otras
muchas cosas: que lo traigan quí todo para nuestro dios Vréndequabé-
cara, que
aquellos no son atavíos de su dios Curícaueri, mas de
Vréndequavécara". Y partiéronse los viejos y llegaron donde estaba
Taríacuri
y dijoles: "¿A qués vuestra venida?". Respondieron ellos: "señor,
tus cuñados nos envían a ti". Y relatáronle toda su embaja-
da
y respondió Taríacuri : "así es la verdad que fuí donde dicen, y así es
la verdad que truje todo lo que dicen. Asentaos
y comeréis y yo os des-
pidiré". Y diéronles de comer y después de haber comido, pidieron licen-
cia para tornarse.
Y díjoles Taríacuri: "esperáos un poco". Y hizo tra-
er unas arcas y empenzó de abrillas, las cuales estaban llenas de
muchas
maneras de flechas y tomó muchas dellas y pidió una
manta de algodón y envolviólas en ella y llamó los viejos que
habían
venido con el mensaje y díjoles: "tomá este envoltorio y lle-
vásele a vuestros señores, que esto es lo que piden. ¿Qué
otra cosa piden
sino esto?". Y dijeron los viejos: "señor, no nos dijeron que habíamos
de llevar flechas, mas plumajes
verdes de los largos". Díjoles Ta-
ríacuri : "¿qué decís, viejos? Mirá que esto es lo que dicen". Respondieron
ellos:
"no, señor. Cómo, ¿no conoscemos lo que es esto?". Tornólos a decir Ta-
ríacuri : "mirá que esto es, que no lo entendistes
vosotros bien". Dijeron
ellos: "señor, no nos dijeron sino plumajes verdes". Y díjoles Ta-
ríacuri: "llevá esto".
Y desató las flechas y sacó dellas y díjoles: "lle-
gáos acá y oiréis lo que os dijere: mirá esta flecha que está pinta-
da de verde se llama Técoecha xunganda y éstas son los plumajes
verdes que piden". Y mostróles otra y díjoles: "esta,
son los colla-
res de turquesas que dicen, y ésta destas plumas blancas, es
la plata que piden; y ésta destas plumas
amarillas, es el
oro que piden; y éstas de las plumas coloradas son penachos
colorados; y éstas son las plumas ricas,
y estos pederna-
les que tienen puestos son mantas. Y éstas de cuatro colores
de pedernales blancos y negros y amarillos
y colorados, éstos
son mantenimiento: maiz y frísoles y otras semillas.
Esto es
lo que ellos piden, lleváselo". Y tomaron aquellas flechas los
viejos y lleváronlas a sus señores y dijéronles
la respuesta
de Taríacuri. Y rióse mucho de oíllo Vresqua señor de Corýn-
guaro y dijo: "mirá, qué dice: id y llamá
a nuestra hermana, ella que estuvo
algún tiempo en su compañía, ella quizá sabrá si tienen estas
flechas estos nombres
que dice Taríacuri, si es así verdad".
Y vino su hermana y dijéronle lo que había respondido Taríacuri,
y dijo ella:
"es un viejo loco el que dice esto. Cómo, ¿estas flechas
no son unas cañas y unas varillas
puestas en ellas? Y estas piedras
¿no se las halló por ahí?. Y los que dicen que son plumajes verdes, son sino plu-
mas
de colas de águila y de halcones que hendió y puso en estas flechas.
Todo lo que dice que son plumajes ricos, y éstas,
pinturas son y no
oro ni plata. Dice lucuras en lo que dice, yo nunca le oí decir ta-
les cosas haciendo flechas, ni
les ponía tales nombres". Y dijeron
sus hermanos: "así debe ser". Y tomaron las flechas y hízolas pedazos todas y
echáronlas
en el fuego y quemáronse. Y como era muy viejo su padre
llamado Chánshori,
traíanle de los brazos y entró donde estaban
sus hijos y díjoles: "¿Pues qué hay, hijos? ¿Qué habéis hecho?". Y habían
traí-
do estas flechas. "Mejor fuera que no las quemárades, sino que buscá-
ramos un cuero o carcaj y las pusiéramos
en él y se las pusiéra-
mos a nuestro dios Vréndequavécara, porque deben tener alguna
deidad estas flechas y viniera
nuestro dios algunos días con ellas.
Pues que ya es hecho, hijos, sea así. Yo, que soy viejo, he oído esto
ya, ahora
me huelgo de no haber muerto por oír esto". Y res-
pondiéronle sus hijos y dijeron: "mirá con qué viene este viejo me-
droso.
¿Por qué nos ha de flechar Taríacuri? ¿Quién nos ha de hacer
guerra? ¿Nosotros estamos solos aquí?, que somos tantos, que
no hay
quien ose venir contra nosotros". Pasándose algunos días, los
de la isla de Pacandan fueron a Taríacuri, y él
les preguntó a
qué venían y dijéronle: "señor, envía[n]nos los isleños, que tuvie-
ses por bien de tornarte a tu casa
de Pázquaro porque te to-
man todo aquel asiento y no hacen sino reñir unos
y otros sobre aquel asiento; porque
venieron de una parte
los de Corínguaro y los isleños fueron de otra y los de Taría-
ran de otra: dicen los isleños
que tornes a tu asiento". Y
rióse Taríacuri, y díjoles: "¿qué quieren de mí los isleños? Cómo,
¿ellos no son los que
me han maltratado? ¿Qué ayuda quieren de
mí? ¿Había yo de matar a sus enemigos? Id, haceos guerra
y destruíos los
pueblos". Y como traían guerra una isla con
otra, los de Pacandan destruyeron el pueblo a los isleños lla-
mados huréndetiechan
y, como se vieron destruídos, enviaron o-
tros mensajeros a Taríacuri: cómo habían peleado, que qué harían,
que tuviese
respeto, que había nascido en aquella isla y que les favorescía.
Que los señores tienen dos paresceres. Y respondió Taríacuri:
"así
es la verdad, como me tratan. Id y compraos unos a otros
y rescataos;
y pedí las pledras de moler y las ollas y todas
las alhajas y escojed los viejos y viejas y sacrificaldos,
para hacello
saber a los dioses". Y rescatáronse, y escojeron los
viejos e viejas y sacrificáronlos para aplacar los dioses. Pues
vino
Taríacuri con su gente al monte llamado Arízizinda,
monte de Pázquaro. Y a la media noche empienza a tocar su sil-
batillo
encima del monte, que contrahacía las águilas; y o-
yeron aquellos silbos a la media noche los de Curýnguaro que
tenían
el asiento de Pázcuaro y levantáronse todos y fué-
ronse a su pueblo con gran polvareda que iban levantando;
y los
isleños se entraron en la laguna, que hacían espuma al
entrar; y los de Taríaran se fueron también a su pueblo
y iban
haciendo polvareda, huyendo. Y volvióse Taríacuri a
su asiento de Pázquaro, con su gente.
[XX]
COMO TARIACURI
BUSCABA SUS SOBRINOS HIREPAN Y TANGAXOAN QUE SE
HABIAN IDO A OTRA PARTE Y DE LA POBREZA QUE TENIA SU MADRE CON ELLOS
[
LAMINA XII ]
Dicho se ha arriba, cómo Taríacuri tinía dos primos, hijos de hermanos,
el uno llamado Zétaco
y el otro Aramen. Estos tuvieron dos hi-
jos, el uno llamado Hiripan y otro Tangáxoan. Destos dos pri-
mos hermanos
de Taríacuri no se hace más mención, donde paresce ser muer-
tos, porque sus hijos quedaron huérfanos y fuéronse con su
madre
a otro lugar durante la persecución de Taríacuri, que sus enemi-
gos le hacían. Pues dice agora la historia:
Llegando Taríacu-
ry a Pázquaro nunca hacía sino preguntar por sus sobrinos
hijos de Çétaco y Aramen. Y llamó sus
viejos y díjoles: "Chupí-
tan, Tecaqua, Nuriban, sábeme y preguntá dónde se fueron
mis sobrinos Hiripan y Tangáxoan".
Y llamó [a] su hijo llamado
Curátame, que había habido en la señora de Curínguaro y díjole:
"Hijo, yo te quiero casar,
vete a tu pueblo de Curínguaro donde
nasciste y allí está el dios Vréndequabécara; trae leña para sus
cúes y verás
que todos se emborrachan en Curínguaro. No
tomes enjemplo para hacer tú lo mesmo, y ya has visto mi vida,
cómo voy
por leña para los cúes y cómo traigo leña todo
el día y toda la noche y echo encienso en los braseros de los
dioses.
Ya lo sabes todo. Trae leña para Vréndequabécara
y no te emborraches". Y después que su padre le hubo avisado,
envióle
acompañado a Curýnguaro y como hizo su asiento,
empezó de emborracharse y súpolo su padre, y tenía mucha pe-
na por
ello y dejóle. Y nunca hacía sino preguntar por sus
sobrinos Hirepan y Tangáxoan. Dejemos ahora a Taríacuri y
contemos
lo que les sucedió después que dél se partieron. Como e-
ran muchachos, fuéronse con su madre a un lugar llamado
Pechátaro,
y de allí llegaron a los pueblos siguientes: a Sauinan y
Cheran y a Sypíyatio y a Matoxo y a Zaueto, donde había un mer-
cado y había allí unos pocos de chichimecas que estaban en el monte
y fuéronse allá a vellos; y como no tuviesen qué
comer, fuéron-
se los muchachos al mercado. Y siendo hijos de señores, anda-
ban huérfanos y comían lo que hallaban
caído por el mercardo,
de raíces medio mascadas que se hallaban, y de algarrobas que
estaban medio pisadas, que traía
la gente entre los pies,
y aquello comían. Si estaban comiendo en el mercado, en alguna
parte, llegábanse allí entre
medias y cogían de las migajas
que dejaban los otros y ruciábanlos con caldo los que es-
taban comiendo y dábanles de papirotes.
Y su madre, con otra
hija suya, andaba por otra parte, así pobremente mendigando.
Y acaso llegóse una mujer de uno llamado
Niníquaran a ellos
y paróselos a mirar y díjoles: "hijos, no comáis eso que coméis que
lo train entre los pies y se
ensucian por ahí". Y díjoles: "¿De dón-
de sois, hijos?". Respondieron ellos enojados: "hermana, no sabemos de dónde
somos;
¿por qué nos lo preguntas?". "¿Cómo os llamáis?". Respondieron
ellos: "hermana, no sabemos cómo nos llamamos. ¿Por qué
nos lo preguntáis?".
Dijo ella: "no lo digo sino por preguntar. Cómo, ¿no tenéis madre? ¿Ella
no os dice vuestros nombres?".
Respondieron ellos: "sí, hermana, madre
tenemos y ella nos dice nuestros nombres". Dijo ella: "hijos, no habléis a-
sí
enojados, que no lo digo sino por preguntar". Entonces dijo Tangá-
xoan : "sí hermana, ¿qué es lo que dice mi hermano?
Yo me llamo Tangáxoan
y él se llama Yripan". Y la mujer oyendo esto, les dijo: "¿qués lo que
decís, hijos? Que vosotros
sois mis sobrinos, yo soy sobrina
de vuestro padre, que eran hermanos vuestro padre y el mío". Respondieron e-
llos:
"así es, hermana. El uno dicen que se llamaba Çétaco y el otro A-
ramen, los que nos engendraron". Y dijo ella: "ay, señores.
Yo os quiero
llevar a mi casa; vamos allá". Dijeron ellos: "vamos, hermana". Y di-
jo ella: "allí tengo un maizal, que
están las mazorcas verdes que me comen
los tordos. Allí los ojearéis y comeréis allí cañas verdes de maíz".
Y llevólos
a su casa y guardábanle aquel maizal y daban voces a
los tordos, ojeándolos. Y como
estuviesen allí algunos días, oyó
decir dellos un señor de Hetóquaro llamado Chapá y envió unos viejos
y díjoles: "id
por dos chichimecas que dicen que están en un lugar lla-
mado Hucáriquaro, que están con la mujer de Niníquaran, que dicen
que son muy hermosos y tienen
una hermana muy hermosa. Traed-
los aquí, y el uno será sacerdote y el otro sacrificador y su hermana
hará ofrendas
para Curícaueri". Y como fueron allá los viejos, es-
condiólo su tía, y ansí
fueron cuatro veces, y tantas los escondió.
Y díjoles su tía: "los a vuestra tierra, hijos, lléveos vuestra madre. To-
mad
mazorcas de maíz verde y hazé alguna comida para el camino". Y
hiciéronles comida para el camino y dijo a su madre: "torna
a lle-
var a tus hijos como los trujiste, que ya dicen que es venido Taría-
curi
a Pázquaro, porque no venga aquí Taríacuri a poner señales de
guerra y los maten a vueltas. Llévatelos, y yo luego me iré
tras
vosotros". Y vínose la madre con sus hijos y trújolos a un lugar
llamado Sypíaxo y de allí a otro llamado Matóxeo
y de allí
los trujo a otro lugar llamado Timban. Y dijeron a su ma-
dre: "madre, ¿dónde vamos?". Y dijo ella: "hijos,
bien tenemos
de ir aquí iremos a un lugar llamado Eróngariquaro, allí está
uno llamado Cuiuva, un hermano mío que es
vuestro tío". Dijeron ellos:
"Vamos, madre". Y llegaron a Eróngariquaro y entraron en casa de
Cuyuva y dijéronle: "señor,
aquí te asaremos la caza que toma-
res y te traeremos leña del monte para
quemar en casa y ha-
remos tus sementeras y traeremos tus hijos a cuestas, si
quieres que estemos aquí en tu casa".
Dijo él: "seáis bien venidos,
hijos". Y envió que les barriesen un aposento y aposentólos allí.
Y los mancebos no entendían
en ninguna cosa de las que ha-
bían prometido, porque cada día iban al monte a tra-
er leña para los cúes, todo el día
e la noche, y andaban
todas las sierras buscando leña. Y dormían en el monte. Y
perdió la esperanza del
servicio que le habían de hacer Cuyu-
va, su tío, y dijo: "dónde se han ido mis sobrinos? ¿Cómo
cumplen lo que me dijeron? Son
unos locos y por eso andan
todos ellos por los montes, que no tienen casas los chichimecas".
Y mandó que echasen la
madre de su casa y que se fuese donde
quisiese. Y echaron la madre de los mancebos de su casa. Y la
pobre había tornado
a hilar y había molido harina y habían-
le dado un poco de maíz, que tenía en unas ollas, y echáron-
selo todo de casa.
Y tenía allí unas mantillas viejas, y echáron-
las de casa a ella y a su hija y las ollas de maíz, que estaba todo
derramado
por el patio. Y cog[i]ólo con unas mantas viejas
y púsolo al pie de un cerezo y allí puso sus alhajuelas
pobres, y abrazábase
con su hija y lloraba la madre y la hija.
Y vinieron los hijos, que traían las espaldas desolladas de la le-
ña que
habían traído para los cúes, que se les entraban los ganchos
de la leña por las espaldas, y traían las cintas muy me-
tidas
en las tripas, con la hambre que habían pasado, y traían
unas piedras en las manos con que cortaban la leña, que no tenían
herramienta.
Y entraron en casa y hallaron desamparado el a-
posento donde estaba su madre con su hermana y dijeron: "¿Dónde será
ida
nuestra madre? Ve, hermano Tangáxoan, pregúntalo". Y topó con una
moza de casa y díjole: "hermana, quiérote preguntar un
poco". Res-
pondió ella: "¿qué quieres, señor, que te diga?". Dijo él. "¿Viste
ir una vieja que estaba aquí? ¿Dónde
fué?". Respondió ella:
"¡Ay señor, muy desagradecidos sois! ¿Cuándo habíades de hacer
lumbre en casa? ¿Y cuándo habíades
de traer los niños a cuestas,
segud que prometistes cuando entrastes en esta casa? Dicen que por eso
andáis todos, como
andáis los chichimecas, por los montes
que no tenéis casas". Esto le
dijeron a vuestra madre y hermana y por eso
las echaron de casa. Allí están entrambas, al pie de un cerezo". Y
dijo
Tangáxoan : "sea así, hermana; ya nos vamos". Y fueron por unos her-
bazales y empenzó a llorar muy recio su madre cuando
los vi-
do que traían todas las espaldas desolladas y los ganchos de
la leña que les habían entrado por las espaldas,
que no tenían
qué ponerse a las espaldas ni tenían cincho, que ataban unas
raíces, unas con otras, para atar la leña
y entrabánseles aquellos
ñudos en las espaldas. Y abrazóse su madre con todos en [e]llos
y empenzó a llorar con ellos
y dijeron ellos: "calla, madre, que
nos haces saltar las lágrimas. ¿Cómo dejiste, madre, que
aquél era nuestro tío?".
Dijo ella: "así es la verdad, hijos, mas de mez-
quino y ingrato lo hace". Dijéronle los hijos: "pues, ¿dónde iremos
madre?".
Dijo ella: "aquí tenéis otro tío en Hurechu que se lla-
ma Anbaua. Allí iremos". Y llegaron al pueblo de Vrichu y
prometieron
allí lo que antes habían prometido en casa del otro,
su pariente: que harían
fuego en casa y le harían sus semente-
ras. Y mandóles barrer un aposento y entró allí su madre,
y ellos fuéronse al
monte y de contino traían leña para los cúes.
Y mandólos echar de casa también aquel su tío, que se fuesen don-
de quisiesen.
Y vinieron sus hijos con las espaldas desolladas,
como primero, y hallaron
a la madre fuera de casa y dijeron: "¿qué
trabajo es éste, madre? Cómo, ¿no dejiste que era nuestro tío? Dijo ella:
"Así
es la verdad, hijos, mas de mezquino lo hace". Dijeron ellos: "vá-
monos de aquí. ¿Dónde iremos?". Dijo la madre: "vamos
aquí, a otro
lugar llamado Paréo que aquí tenéis otro tío llamado
Zirútame". Y fueron a casa de
aquel su tío, pariente de su
madre, y prometieron lo mesmo que en las otras partes y oyéndolo
aquel su pariente, lloró
muy fuertemente y abrazóse con ellos
y díjoles: "¡Ay señores Hyrypan y Tangáxoan, seáis muy bien ve-
nidos! Traé leña
para los cúes. ¿Cuándo los señores se suelen al-
quilar y ir al monte por leña? Yo os trairé leña del
monte a
vosotros y haré vuestras sementeras y traeré vuestros hijos a cuestas y se-
ré vuestro esclavo y os buscaré
hachas y cinchos para que traigáis leña
para los cúes". Este los recebió de verdad y díjoles: "ahí está nuestro dios
Curícaueri
en Pázquaro y los señores chichimecas, sus hermanos. Id, lle-
vadles leña a sus cúes". Y empenzaron de traer leña del
monte
y llevábanlo a los cúes de Curícaueri a Pázquaro. Y como pregun-
tase de contino Taríacuri por sus sobrinos Hiripan
y Tangáxoan,
y como trujesen leña a los cúes de Pázquaro, ponían la leña a
la puerta donde estaba el sacrificador, el
cual dormía a
la sazón, y tomaron unos cañutos de sahumerios y fuéronse
a su casa. El siguiente día trujeron también
leña a los
cúes y así otras dos noches. A la tercera noche que traían
su leña, cuando la trujeron, no dormían los sacerdotes
viejos
llamados Chupítani, Tecaqua y Nuríuan y dijeron
entre sí: "mira aquellos mancebos, cuán hermosos son". Y como
a
la media noche trujesen su leña, pusiéronla allí y empen-
zaron a tomar sus sahumerios, como
era de costumbre en las
casas de los papas. Y levantóse Chupítani con un cañuto de
aquellos en la mano y fuése para
ellos y díjoles: "bien seáis ve-
nidos, hijos". Y ellos le saludaron así mesmo. Y díjoles:
"¿Dónde venis? ¿Dónde sois?".
Y dijéronle: "de un lugar lla-
mado Paréo". Y preguntóles: "¿cómo os llaman, hijos?". Dijo
Hiripan: "¿por qué nos lo
preguntas, agüelo? No sé cómo nos lla-
man". Que así llamaban a los sacerdotes. Y dijo él "No
lo digo sino por preguntar".
Díjoles Chupítani: "no res-
pondáis con enojo, hijos: ¿Cómo os llamáis? ¿No tenéis
alguna vieja que os lo diga?". Respondió
Tangáxoan: "¿por
qué no, agüelo? Madre tenemos. ¿Por qué responde con enojo
mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan y mi hermano
se llama Yripan,
y mi padre se llamaba Aramen, y Çétaco se llamaba el
padre de mi primo". Dijo el viejo: "¿qué decís,
hijos? He a-
llí donde está vuestro tío, aquel es vuestro padre y cada día pregun-
ta por vosotros". Respondieron ellos:
"así debe de ser,
agüelos". Dijo el viejo: "quiéroselo ir a decir". Dijeron
ellos: "ve, agüelo, y díselo". Y dijo Tangáxoan
a su primo hermano:
"Vámonos, que quizá se lo dirá y nos tomarán aquí". Y fuéron-
se. Estaba Taríacuri en la casa de
la vela, a un rincón, ve-
lando en su oración con unas orejeras de oro en las o-
rejas y unas cotaras en los pies, de
cuero colorado. Y llegó
atentando Chupítani al rincón y como
lo sintió Ta-
ríacuri, dijo": ¿quién anda ahí?". Díjole Chupítani: "señor,
despierta un poco que han venido tus sobrinos
Hiripan y
Tangáxoan". Y dijo Taríacuri: "¿Pues, qués dellos?". Dijo Chupíta-
ni: "señor, allí están asentados a la puerta".
Díjole Ta-
ríacuri : "a ver, llámalos". Y fuélos a llamar y ya se habían i-
do, que no había nadie a la puerta. Y dijo
Taríacuri: "pues,
¿qué hay?". Dijo Chupítani: "señor,
no hay nadie aquí: ya son idos".
Enojóse Taríacuri y dijo: "qué es lo que dicen éstos? ¿Por qué los dejas-
tes ir?
¿Dónde dicen que partieron?". Dijo Chupítani: "señor, dicen
que de Paréo". Díjoles Taríacuri: "Id en riendo el alba por
ellos".
Y antes que amanesciese fueron por ellos y llevaron mantas y
tomáronlos en los brazos a ellos y a su madre
y hermana y trujéron-
los a Taríacuri. Y él, desque los vió, lloró muy fuertemente y echó-
les los brazos encima y
díjoles: "¡Ay, señores, seáis bien venidos!".
Y abrazándolos lloraba con ellos y ellos le saludaron y díjo-
les Taríacuri:
"señor Hirepan y señor Tangáxoan: ¿Por dónde fuis-
tes?". Y contáronle todo su camino y toda su vida que habían
tenido,
por dónde andovieron y cómo habían vuelto. Y díjo-
les Taríacuri : "seáis bien venidos, señores". Y contóles él todos
sus trabajos y persecucionis de sus enemigos y su vuelta,
y dijo de sí: "¿qué he hecho yo, Taríacuri? ¿Por qué no
me dejan de per-
seguir? Ya me han dejado de perseguir mis enemigos, los de Cu-
rýnguaro, y ahora tengo persecuciones
de mis parientes los
chichimecas, los que se llaman Cuézeecha y el otro llamado Sy-
mato y otro llamado Querique y
otro Quacángari y otro An-
guáziqua y otros muchos parientes que tenemos, que nos persi-
guen por vernos desfavorescidos,
que os persiguen a vosotros y a
mí. Seáis bien venidos, hijos. Todos seremos a una y mura-
mos todos juntos". Dijéronle
ellos: "no estés triste, señor; ven-
ga quien viniere nosotros seremos espías de la guerra". Y trujé-
ronles de comer
y comieron y fuéronse a sus casas que
les habían mandado hacer su tío,
días había, en Yauácuyti-
ro, y casas de los papas para que velasen. Y allí traían leña para
los cúes y avisábalos
su tío Taríacuri.
[XXI]
COMO TARIACURI ENVIO A LLAMAR SU HIJO CURATAME DE CURINGUARO Y DE LAS
DIFERENCIAS
QUE TUVO CON EL
[ LAMINA XIII ]
Como supo Taríacuri que su hijo Curátame se andaba emborrachando
en
Corínguaro, llamó sus viejos y díjoles: "id por mi hijo Cu-
rátame, que dicen que toma enjemplo en los del pueblo en beber
y que nunca lo deja de la boca. Decidle que se venga aquí, a un
lugar llamado Xaramu, que allí le he hecho un cu y
una
casa de los papas para donde vele". Y fueron por él y vino
al dicho lugar llamado Xaramu y dijo su padre: "traigan
leña primero para los cúes, y después vendrá aquí donde yo
estoy y será señor y yo me saldré desta casa donde estoy".
Y estan-
do allí nunca hacía sino beber y las amas que le criaron re-
volviéronle con su padre, porque les sabía bien
el vino y lo te-
nían en costumbre beber. Decíanle:
"señor Curátame, ¿Cómo
dice Taríacuri, mi hijo es Curátame? ¿por qué te quiso traer a este lu-
gar donde te mandó venir?
¿Por qué no te puso en otro lugar
llamado Paré xarípitio y de allí no está lejos para que fueras a beber,
que harta
riqueza tienen los que están en aquel lugar, que beben vino
cuando quieren, que hay allí maguéis". Y como
le dijesen estas
sus amas, esto todo el día, creyólas. Y siendo una fiesta de Puréco-
táquaro, a la tarde de la fiesta,
entró en su fiesta Taríacuri, y
Curátame llamó [a] sus viejos y díjoles: "id a mi padre, que venga
acá por la mañana,
que habemos de hablar un poco". Y fueron los
viejos, y estaba Taríacuri en las casas de los papas, a un rincón,
en su
vela y como vió los viejos, díjoles: "¿a qué venís?". Y dijéron-
le: "señor,
tu hijo nos envía". Y contáronle su embajada. Respon-
dió el viejo: "razón tiene mi hijo porque es señor. Decidle
que
luego voy por la mañana y que yo llegaré allá a comer, que aún
no le he dado ningunos plumajes; esto le diréis". Y luego,
en ama-
neciendo, ataron todos los plumajes que había de llevar a su
hijo y mucha comida y dijo Taríacuri a sus mujeres:
"vamos,
que allá comeré en casa de mi hijo: dicen que me llama". Y par-
tiéronse. Y iban delante dél sus viejos y llevaban
una man-
ta de plumas de patos, puesta, y una guirnalda de trébol en la
cabeza y muchos plumajes que llevaban para su
hijo, el cual se
había levantado muy de mañana y había bebido y estaba ya bo-
rracho y andaba bailando dentro de casa.
Y como llegase cerca
Taríacuri, salióle a recebir su hijo, que se iba cayendo, y iba
compuesto de fiesta, sonando con
su cascabeles, y saludó a su
padre y díjole que fuese bien
venido. Y Taríacuri le dijo "estés
en buen hora, señor". Y como llegó a su
casa, sacóle luego de beber y be-
bió cuatro tazas de vino blanco de maguey y como
no había comido
nada, luego se tomó del vino y emborrachóse y díjole Curátame,
su
hijo: "seas bien venido, padre. Aquí habemos de platicar un po-
co". Y díjole su padre: "que me place, hijo, ¿qué quieres
decir? Ya sabes
cómo habemos vuelto de la persecución. Todos se juntaron
para me perseguir. ¿No es esto lo que quieres
decir? ¿Qué más habe-
mos de platicar?". Entonces asióle de la garganta, su hijo
y dijo: "¿qué dice este viejo?". Y
dió con él un golpe en la pared y
díjole: "¿eres tú el señor? ¿Para qué tienes gana de hablar? Ve-
te a la laguna, vete
a la laguna, que isleño eres". Y dióle otro
golpe y dijo: "¿por qué tienes soberbia? ¿Eres señor?". Y ensañóse
Taríacuri,
porque era valiente hombre. Díjole: "sí, así es, yo no soy
señor, mas soy isleño. Cómo, ¿tú eres señor? Tú de Corínguaro
eres, y una parte tienes de un dios Tangáchuran. Tú, advene-
dizo eres. Vete a tu pueblo de Corínguaro. Yo no soy señor,
ni
tú eres señor. Aquí están los que han de ser señores que son Yripan
y Tangáxoan. Estos son los señores verdaderos".
Y volvióse a su ca-
sa Taríacuri. Y tornaron a traer todos los plumajes que lle-
vaba para dar a su hijo; y no vino
a Pázquaro, mas fuese a un barrio
de Pázquaro llamado Cutú donde estaba un principal llamado
Tariachu y dejóle su casa
a Taríacuri. Y vino Curátame a ser
señor en Pázquaro. Y andaban siempre en el monte Hiripan y Tan-
gáxoan, que traían
leña para los cúes. Y pasándose un año, tomó
Curátame un malhechor y al décimoquinto día entró con él
para ayunar en la casa de los
papas, como tenían en costumbre.
Y siendo ya la vigilia de la fiesta, llamó
Curátame sus viejos
y díjoles: "id a mi padre Taríacuri, que venga a ver mi fiesta
y llamá también a mis primos Hiripan
y Tangáxoan, que
vengan a mirar, que quiero salir de ayuno y verán cómo
se prueban este malhechor y un truhán que han
de pelear". Y
fueron los viejos a Taríacuri y dijéronle lo que decía su hijo.
Respondióles y díjoles: "decidle que salga
y que baile, que yo voy". Y fuéronse
los mensajeros y llamó Taríacuri todas sus mujeres y díjo-
les: "madres, ¿a qué
han venido aquí? Vamos a la fiesta. ¿Habéis
hecho algo de fiesta?". Respondieron ellas: "sí, señor". Y trujé-
ronle
a mostrar lo que habían hecho; muchas maneras de pan
y muchas frutas. Y llamó sus viejos Chupitani, Tecaqua y Nu-
ríuan
y díjoles: "vení acá, a ver cuál es mejor, la fiesta que nos
venieron a decir o esto, todo que está aquí, todos estos manteni-
mientos".
Respondieron ellos: "señor, aquélla es sino una fiesta que se
cansan de mirar y hace viento que ciega a los ojos y todo
el
regocijo es sino una mañana, y esta comida muy mayor cosa es.
¿Quién se podrá sufrir sin comer? Que todo esto es
como leche con
que se crían los hombres. ¿Quién se podrá sufrir un día y una
no-
che sin comer? ¿Quién podrá dormir? Aunque sea un niño que
anda a gatas, dándole un pedazo de pan, lo come". Díjoles
Taríacuri:
"así es la verdad. Vení acá, mujeres, y torná a meter esta
comida en casa. Vamos nosotros al barrio llamado Çacapu hacá-
rucuyo,
allí seremos espías, porque no vengan nuestros enemigos
de la laguna. Y entre tanto hará su fiesta el que es señor
y dé de comer a los dioses, y
nosotros tendremos nuestra fiesta
e ser espías de los isleños". Hiripan y Tangáxoan tampoco fueron
a la fiesta, mas
fuéronse a un monte llamado Xanóato hucazio,
a tener allá su fiesta en esperar sus enemigos los de la isla,
mientras
hacía su fiesta Curátame. Y dijeron: "ya se lo habrá
hecho saber a nuestro tío. El irá a la fiesta. ¿Para qué quiere que
veamos
su fiesta, Curátame?". Y fuéronse con toda la gente de guerra y llevaban
dos banderas. Y ya era partido Taríacuri,
por otro camino, y lle-
góse con los suyos al pie del monte del
barrio llamado Çacapu
hacúrucuyo y dijeron los viejos de Taríacuri: "tomemos algunas
espías de nosotros y pondrémonos
a trechos para atalayar, para ver
por dónde vienen los isleños, porque no nos tomen aquí como
mu-
chachos, pues estamos aquí con mujeres". Y tomaron algunos que fuesen
a ser atalayas. Y siendo ya hora de comer
dijeron Hiripan y Tan-
gáxoan, que estaban en sus celadas cerca de aquel lugar donde
estaba Taríacuri con los suyos,
holgándose: "levantemos a
nuestro dios Curícaueri, que ya es medio día, porque no tengamos no-
sotros la culpa desto".
Y juntáronse todos y pusiéronse unos
cobertores de hierba encima de las cabezas y venían todos en
dos alas, por dos
caminos, hacia el pueblo. Y viéronlos venir los
viejos que estaban en atalaya y dieron voces que venían sus ene-
migos,
que lo fuesen a decir a Taríacuri, que se fuese delante por a-
mor de las mujeres; que venían dos escuadrones y venían
encubier-
tos las cabezas con hierba y venían acachados. Y las mujeres, como
oyeron
estas nuevas, que no las habían acabado de decir, huye-
ron todas por muchas partes hacia el pueblo y levantaron
gran
polvareda a la ida y había gran ruido en liar las alhajas
y jicalas que tenían para dar
de comer. Y miraron desde lo alto de la
cuesta Hiripan y Tangáxoan y echaron de las cabezas la hierba con que
venían
cobiertos y pensaron que eran sus enemigos que les tenían
alguna celada, viendo el polvo que se levantaba. Y levantaron
sus
banderas y conosciendo las banderas, las espías, dijeron: "de los nuestros
son: ídselo a decir a Taríacuri, porque
no caigan las mujeres y se
lisien, que no son sino Hiripan y Tangáxoan". Y oyéndolo Taríacuri, to-
móle gran risa y
dijo a sus mujeres: "sosegad, madres, que no son sino
mis sobrinos". Y riendo mucho, dijo: "¿por qué no somos más esforzados?
Id
a recebir a mis sobrinos y decidles que aguijen el paso". Y
llegaron Yripan y Tangáxoan donde estaba Taríacuri y saludólos
su
tío. Y traían las espaldas desolladas de las ramas por don-
de entraban, que era monte, y no venía toda la gente. Y díjo-
les
Taríacuri: "gran miedo nos tomó a todos con vuestras madres.
Mirá qué esforzados somos que pensamos que érades de la laguna".
Dijeron
ellos: "ya lo vimos, señor". Y dijo Taríacuri a sus mu-
jeres: "madres, ¿no sobró algo de la comida? ¿qué, se perdió?".
Y dijeron ellas
que sí habiá sobrado. Y díjoles Taríacuri que la trujesen, que sus sobri-
nos venían muertos del
hambre y que comerían todos. Y trujeron de
comer de muchas maneras de comidas a Taríacuri, y comía aparte,
y mandó llevar
de comer a sus sobrinos y comieron. Después de co-
mer llamólos y díjoles: "vení acá, hijos. ¿Cómo venís tan pocos?
¿Cómo,
no sois más?". Respondieron ellos: "señor, partímonos en dos
partes". Y díjoles Taríacuri: "¿no os hecieron saber de la
fiesta de
Curátame?". Dijeron ellos: "sí, señor. Ya nos lo hecieron sa-
ber y nosotros dijimos: vámonos a tener nuestra
fiesta a o-
tra parte, entre tanto que el
señor hace su fiesta". Díjo-
les Taríacuri: "por eso vine yo también aquí, por no hallar-
me en su fiesta". Díjoles:
"hijos, id allá que aún es de ma-
ñana, que sois mancebos y tenéis vista y veréis los jue-
gos y estaréis allá mañana
y esotro día os vendréis y al
cuarto día, vendréis donde yo estoy. Y no se os olvide, hijos".
Dijeron ellos: "señor,
no habemos de ir allá. ¿Dónde habemos de
estar?, que anda mucha gente común y todos se orinan por
allí, que hiede todo
aquel lugar y todo anda revuelto de
mujeres. Allí nos queremos ir donde nos heciste el cu y las
casas de lo papas. Sobiremos
al monte a hacer rajas para los
fogones y estarémonos estos días en las casas de los papas, en vela".
Díjoles Taríacuri:
"señores Hiripan y Tangáxoan, ¿decíslo
de verdad?". Dijeron ellos: "de verdad lo decimos". Y dijo Taría-
curi a sus
mujeres: "madres, apartaos, que mis hijos quieren ha-
blar un poco". Y díjoles: "llegaos acá Hiripan y Tangájuan, ¿de-
cís
de verdad lo que dejistes?". Dijeron ellos: "de verdad lo deci-
mos". Díjoles Taríacuri: "mirá que si no lo decís de verdad,
que no vi-
viréis mucho tiempo. Mirá, pues, si lo decís de verdad". Y ellos o-
yendo esto paráronse cabizcachos y maravilláronse.
[ LAMINA XIV ]
[XXII]
COMO TARIACURI AVISO
A SUS SOBRINOS Y LES DIJO COMO HABIAN
DE SER SEÑORES Y COMO HABIA DE SER TODO UN SEÑORIO Y UN REINO
POR EL POCO SERVICIO
QUE HACIAN A LOS DIOSES LOS OTROS PUEBLOS Y POR
LOS AGÜEROS QUE HABIAN TENIDO
Díjoles el viejo: "si decís verdad
que no quereis ir a las fiestas de
mi hijo, oídme: vosotros, señores, tres señores habéis de ser. Hiripan
será señor
en una parte y Tangáxoan en otra y mi hijo menor
llamado Hiquíngaje en otra parte". Y a la sazón era sacrifica-
dor
Hiquíngaje, hijo de Taríacuri. Y el viejo, asiéndoles de la o-
reja les empenzó a decir a sus sobrinos desta manera: "buscá
petacas en que habemos de echar las cosas con las cuales fueron
señores. No habrá ya más señores en los pueblos; mas
todos morirán
y estarán sus cuerpos echados por los herbazales. ¿Con quién
tengo yo de hablar en el servicio de los
dioses? Mirá esta laguna don-
de están los isleños. ¿Cómo los habemos de conquistar? ¿Es por
ventura
algún río y podráse acabar? ¿No veis que es tan
gran laguna y tienen su asiento hecho? ¿Qué habemos de ha-
cer con
lo isleños? Oídme lo que os dijere: ya es muerto
el señor de la isla llamado Carícaten y su hijo llamado Qua-
tá fué
un poco señor. Aquél hace traer un poco de tiempo le-
ña para los cúes y murió y quedaron sus hijos llamados Cuyn
çurumu
y Vtume y una hermana suya llamada Zizita. Ninguno
destos isleños ha de ser señor. Ahí está Quatá, mas no le obede-
cen
y ahí está el señor de esotra isla de Pacandan, llama-
do Várapame, que ya murió su padre llamado Zuangua.
Y en Curínguaro ya es muerto el
viejo Chánshori y están allí
sus hijos por señores: Cando, Huresqua y otro llamado Sica y o-
tros llamados Zináquabi
y Chapá. Todos éstos traen difi-
rencias sobre el señorio. Ninguno déstos ha de ser señor; to-
dos éstos morirán en
la guerra, que uno dellos llamado Chapá una
cosa me dijo de importancia: que era esclava su madre
y no le obedecen
por haber nacido de parte de esclava". Y yo le dije:
"Chapá, ¿cómo, no eres señor? Señor eres, esclava es tu madre, mas
tu padre señor era. Yo te quiero dar una parte de mi dios Cu-
rícaueri, a éste trairás leña del
monte". Dicía en su tiempo
esta gente, que los que habían de ser señores, que habían de tener consi-
go a Corícagueri
y que si no le tenían, que no podían ser señores.
Y por eso le guardaban los señores con mucho cuidado y después
sus
hijos. Y como le dí aquella parte de Curícaueri, llevóla
y púsola en Tétepeo.
Allí tomó muchos esclavos Curícaueri
y trujo, en veces, doscientos esclavos, Chapá, de la guerra, y ansí
fué ensanchando
su señorío. Y de allí tomó a Curícaueri y lle-
vóle a un lugar llamado Arángnario y de allí fué destru-
yendo Curícaueri
hasta Tirípitio. Y sabiendo los de Curýn-
guaro, diéronle una señora por mujer y por esta causa par-
tía los esclavos
que tomaba en la guerra. Y tomando algunas veces
cien esclavos, no traía más de cuarenta aquí, a Pázquaro, y
lleva
lo[s] otros sesenta a Corínguaro. Y después empenzó a tra-
er no más de veinte esclavos y después no más de cinco, que
todos los llevaba a Corýnguaro. Y otras veces tomando cien-
to, no traía más de uno solo, aquí a Pázquaro, y todos
los
llevaba a Corínguaro. Y yo tornéle a enviar su esclavo
y díjele: Chapá ¿por qué tienes
soberbia? ¿Para qué traes no más deste
esclavo? ¿Dónde los llevaste todos? Que tú cien esclavos tomaste ¿Tó-
maslos
tú? ¿No está aquí el dios Curícaueri que los toma? Por hacerte
merced te di
parte de Curícaueri. Tórnate a llevar tu esclavo. No lo
haces sino porque te dieron en Corínguaro una señora y por eso
los
partes los que tomas. Aquí también sacrifican y no se seca la sangre
de los sacrificados, que de contino está reciente,
porque de conti-
no sacrificamos. Y como le envié su esclavo, temió y tomó a Cu-
rícaueri y llevóle a un monte llamado
Tarecha hoato, a un
pueblo llamado Xénguaro y allí tomó un buen pedazo de tierra
Corícaueri, que conquistó. Y de allí
llevóle más adelante, a un lu-
gar llamado Hucáriquareo. Allí también conquistó otro pe-
dazo, donde están unos cúes
cerca de Vayángareo, en el camino de
Mexico; y de allí
tomó a Curícaueri y llevóle a Hetóquaro. Allí con-
quistó un pedazo de los otomíes que moraban por allí. Y de allí
llegó
a tomar su asiento en el pueblo de Hararo. Y como estuvie-
se con él Curícaueri,
ya yo, hijos, estaba arrepiso diciendo
que no quisiera haber dado parte de Curícaueri, diciendo: ¿cómo ha de ser
rey
Chapá? Que ya le conoscen los dioses del cielo y los dioses de las
cuatro
partes del mundo. Y yo ya pensé que aquel habia de ser rey
y por eso me había
arrepentido. Ya, hijos, es muerto Chapá y dejó los
hijos siguientes: Hucaco, Hózeti, Vacúsquazita, Quanírescu, Qua-
tá
maripe, Xarácato. Todo estos son ahora y traen contien-
das entre sí sobre el señorio y han partido los plumajes entre
sí,
y cada uno por sí hace sus fiestas y bailan todos un baile llamado
ziziqui baraqua y otro llamado
ariuen y otro llamado cherequa.
Y el sacerdote mayor, que estaba deputado sobre la leña de los fogo-
nes del dios del
fuego, que tinía las insinias de sacerdote: una ca-
labaza a las espaldas y una lanza en el hombro, que tinía la gente
en
cargo sobre sus espaldas, y era de su oficio no emborracharse, de-
jó todas sus insignias, la calabaza y la lanza
y la guirnalda de
hilo que tenía en la cabeza y las tenacetas del cuello, y salióse de las
casas de los papas y metióse
entre la otra gente [tachado: a bailar el bai-
le llamado] común y empienza a bailar con ellos aquel baile llamado
zizique
varaqua. El sacrificador, considerando esto, él que tenía también
ensinias de sacerdote: una calabaza a las espaldas, dejólo
todo y mar-
chóse con la otra gente a bailar el baile llamado ziziqui baraqua.
También el sacerdote llamado tiuime que
estaba deputado sobre gran
cosa, de llevar los dioses a cuestas y estaba en el cu, que tañía la bocina en el
cu a la
media noche, abajóse del cu y entróse entre la otra gente
y empienza a bailar
con ellos el dicho baile. Así mesmo las mujeres
que estaban encerradas, deputadas para hacer ofrendas a los dioses,
saliéronse
todas de su encerramiento y entráronse entre la otra gente
y empenzaron a bailar el dicho baile, y ansí se hecieron todos
unos
y lleváronlas por ahí y juntáronse con ellas. Esto todo se hacía allí
en Hetúquaro. Y no pasaron muchos días que
las llevaron por diversas partes
y casáronse con ellas y cada una traía, desde ha poco tiempo, su hijo a las es-
paldas
en sus cunas. Y por esto que se hacía, por haber dejado el servicio de
los dioses, tuvieron muchos agüeros; que en las
casas salían espadañas
y hierbas y hacían las abejas panares en una noche sola, que a la maña-
na estaban colgada[s]
en sus enjambres de las trojes, y empenzaron los
árboles, de [en blanco] aun hasta chiquitos, de tener fruto que las ramas
apesgaban hacia tierra; y empenzaron
los maguéis, aun hasta los chi-
quitos, de echar en medio másteles largos que parescían maderos. Y em-
penzaron hasta
las mochachas pequeñas de empreñarse, que aún no habían dejado
la niñez y tenían ya las tetas grandes como
mujeres, por la preñez, y a-
si niñas como eran, traían hijos a las espaldas
en sus cunas. Y empenzaron
las mujeres mayores de parir piedras de navajas y no hacían sino parir
navajas negras y blancas
y coloradas y amarillas, todo esto parían.
Y empenzaron a hacer cúes por todas partes y estaban todos cercados de ra-
jas
de encina. Y empenzáronse de emborrachar y llamaban las madres de
la nube negra, madre de la nube blanca y otra madre de
la nube amari-
lla y otra madre de la nube colorada. Y estaban todos esparcidos, emborra-
chándose, como
que no hubiera ningud viejo en el pueblo que les dijera: hijos, ¿qué es esto
que hacemos? En el tiempo pasado no solía
ser así. Hagamos nuestra oración en la casa de los
papas y velemos y traigamos leña para los cúes. Mirá los agüeros que
tenemos, que
no es buena señal, pues todo se perdió en Hetóquaro, el servicio de los dioses.
Y allí tampoco ha de haber
rey. Y todo está desierto porque no llovió un año.
Y como eran de los nuestros,
todos se perdieron por hambre, quel señor de Hararo
llamado Thicúricata y otro llamado Thiácani, los llevaron por esclavos.
Y
por los males que hacían en Hetóquaro castigaron los dioses. Ya vi en ellos
que dieron hambre; que el que tenía cinco hijos
empenzó a vendellos y daban
por un poco de maíz un hijo y dos tamales, y en acabando de vender
los hijos, vendían la
mujer y dábanle un tamal; y a la postre no tenien-
do que dar, se vendían a sí mesmos porque les diesen de comer. Esto
es lo
que hizo un señor llamado Ticúricata y otro Thiácani de Hararo, y por esto
quedó desierto Hetóquaro. Así mesmo
en el pueblo de Vániqueo, murió el
señor llamado Sycuindi cuma y dejó sus hijos llamados Cócopara y
Pacús quaçita zancápara.
[tachado] No ha de ser señor ninguno dellos, mas
ha de quedar todo desierto. Así mesmo en Cumachen era señor Hen-
ziua
y murió y dejó tres hijos llamados Tangáxoan, Nondo y Carata.
Tampoco ha de ser señor ninguno
dellos. Los cuales entran en el pueblo
de Erónguariquaro y se hacen amigos dellos y, tomando enjemplo en los
del
pueblo, se asientan a emborrachar. Y lo que era de los chichimecas
asentarse a emborrachar, que ninguno podía beber de
aquel vino que
era de aquel dios Tarés Vpeme, dios de Cumachen, que era muy gran
dios, porque los dioses estándose emborrachando
en el cielo le echaron
a la tierra y por esto estaba cojo este dios, pues de aquel vino quél bebía
no podía beber otro,
sino él. Y el atabalero llamado Zizanba lo bebe
y anda borracho por su casa, y otro sacrificador. Allí tampoco en Cu-
machen,
habrá señor. Buscad, hijos, petacas para echar los despojos que
les habemos de quitar en la guerra. Señores Hiripan y Tangáxoan,
tan-
tos despojos habrá que no tendremos en qué echallos. Mirá tam-
bién el pueblo de Zacapu donde estaba un señor llamado
Caró-
comaco, aquél no le viníe de ser señor mas era de baja suerte y
un pobre mendigo: ¿dónde dejó de dormir que no
dormiese, por todas las
sierra, por soñar algud sueño? Y nunca tuvo revelación ni sue-
ño. Y vino al pueblo de Zacapu
y empenzó a traer leña para los
cúes de Querenda angápeti. Y traía la leña y poníala por todo el
patio, y llegó al medio
del patio a dormir con su leña, donde
estaba el madero muy largo donde descencían
los dioses del cielo;
y después dormió más adelante, en un asiento llamado
Vanáquaro, y a-
sí cada noche se iba llegando al cu de Querenda angápeti. Y llegó
donde estaba Sirunda arán mensajero
del dios Querenda angá-
peti, y estando al pie del
cu tampoco tuvo sueños. Y después em-
penzó a sobir por las gradas dél. En cada grada dormía una noche
por tener algud
sueño y faltaba poco para llegar a lo alto del
cu y vídole venir la diosa
Péuame, mujer de Querenda angápeti,
y dijo a Syrunda arán: "ven acá; ¿no ves que sube un hombre que lle-
ga ya acá,
encima del cu? Yo no sé su nombre. Yo no sé cómo
le tengo de nombrar, que no le
conozco. Mirá que no sé dónde está
Querenda angápeti. Ve a buscalle y hazle saber deste hombre que
sube encima de su
cu". Y fué Syrúndaran hacia meridión, don-
de tiene casa y mujeres Querenda angápeti y donde tiene su vino
para beber
y atabales para bailar, y no le halló allí Sirunda arán;
y fué hacia poniente y tampoco le halló y fué hacia sententrión
y
tampoco le halló, y al infierno. Después que no le halló en todos
estos lugares, donde tiene sus casas, fué al cielo
donde él hace sus gran-
des fiestas y estaba compuesto, que tenía un cuero de tigre en una pier-
na y un collar de turquesas
a la garganta y una guirnalda de
hilo de colores en la cabeza y plumajes verdes y sus orejeras de
oro en las orejas.
Y como Querenda angápeti vió venir a Sirunda
arán, entróse a su casa a dormir
y echóse a dormir. Y estaba un
viejo a la puerta que era portero y llegó a él Sirunda arán y sa-
ludóle el viejo y díjole:
"abreme". Díjole el viejo: "¿qué dices, señor?
No tengo de abrir quel señor Querenda angápeti duerme y qui-
zá vienes
tú a sacalle sus mujeres de casa". Y oyéndolo de dentro de
casa Querenda angápeti, dijo: "ven de largo, hermano Syrunda
arán".
Y el viejo como oyó hablar a Querenda angápeti, dijo a Sirunda
arán:
"señor, ya es levantado; entrá a él a ver lo que le quieres". Y como
entrase
díjole Querenda angápeti: "¿a qué vienes?". Díjole Sirún-
daran: "señor, tu mujer me envía y díjome: 've a buscar a Que-
renda
angápeti, que no sé dónde anda'. Que tuvieses por bien de
ir allá alguna vez a tu casa, que un hombre ha sobido cerca
de
la entrada del cu, que no sabe cómo se llama, que no sabe qué
nombre le ponga,
ni sabe qué es lo que pide". Respondió Querenda an-
gápeti: "ya yo le he visto subir y él no nos conosce a nosotros. Aquél
se llama Carócomaco. ¿Qué es lo
que anda pidiendo? Toma estos ata-
víos que yo tengo, que son insignías de señor y será como
yo. Ve
y dile que está una mujer llamada Quénomen ques del pueblo de
Huruapa, que es pobre como él, que por ahí anduvo
a vender agua y
se alquilaba para moler maíz en piedras, que entrambos se casarán,
y que no esté en Çacapu, que no ha
de ser señor allí otro señor mas de
yo; que no ha de estar otro en mi lugar, que yo me soy el señor en
Çacapu. Mas
que se vaya a ser señor en Quérequaro, cerca de Çacapu,
y su mujer que no esté con él, mas en otro pueblo llamado Qua-
runo,
y que venga de veinte en veinte días donde está su marido
para que se junten en uno y que entonces engrendrarán un hijo,
y que
aquél no ha de ser señor, que han de estar muertos por los herbazales
y que a él solo ninguno le hará mal. Veis
aquí, hijos, dijo Taría-
curi, cómo Querenda angápeti ordenó lo que había de ser del
pueblo de
Çacapu y por esto fué señor el pasado, llamado Corócomaco y ya es
muerto. Quedó su mujer que es ya vieja y
dicen que se pone en lugar
del marido, por decir que era señor; y dicen que
ella manda el pue-
blo. ¿Dónde se usa que las viejas ni
las mujeres hagan traer leña
para los cúes, ques oficio de los varones? Y hay allí muchos prenci-
pales con grandes
bezotes de oro, de los cuales era de hacer tra-
er leña para los cúes, ques oficio de los varones, y entender en las gue-
rras.
Dicen que aquella vieja llamada Quénomen, por hacerse temer,
tiene dos bandas de negro por la cara y que tiene a su lado
una rode-
la y una porra en la mano. ¿Dónde se usa que
las viejas entiendan
en las guerras? ¿Por qué no entienden sus hijos? Estos agüeros tienen
en Çacapu porque no sacrificaban
aquella vieja y la descuartizaban
y la echaban en el río. Allí tampoco en Çacapu ha de haber señor.
Pues mirá hijos, donde estaba
Zurunban, mi suegro, en Taríaran,
que tiene los hijos seguientes: Cacapu, Haramen, ques el hijo mayor,
y Vaspe, Terazi,
Cuçiqua, Tupuri, Hivacha, Zinzumi, Hanzina, Quarao
y una hija llamada Mauina. Dicen que aún vive mas está ciego, que
no
ve. Todos sus hijos fueron malos y se desparcieron por muchas
partes. Zurunban, mi suegro, tiene la diosa Xarátanga en
guarda
y aquella su hija llamada Mahuina, es mala: que se iba al tiangues
y hizo que le heciesen en el tiangues una
tienda o pabellón llamado
Xupáquatá y puniese, como ponían, a la diosa Xarátanga en aquel pabellón,
hecha una cámara
de mantas pintadas y asentábase encima de
muchas mantas. Y estando en aquel pabellón decía que le llamasen
los mancebos
hermosos que pasaban por el mercado y todo el día se jun-
taba con ellos, dentro de aquel pabellón. Y decía que les dijesen:
"si
yo fuera varón, ¿no me juntara con alguna mujer?". Esto hacía aquella
mujer. ¡Pluguiera a los dioses que la tomaran y la
sacrificaran sus
hermanos y la echaran en el río! Por esto no ha de haber señor en Taríaran
donde está Zurunban. Pues
mirá, hijos, en el pueblo de Tacánbaro donde
está por señor Cauíyancha, el cual no era señor mas oficial
del
cu, y ponía las ofrendas a los dioses y favorescióle la diosa
Xarátanga y por eso es señor en Tacánbaro y tiene dos hijos,
Ta-
rando y Horohta. Ninguno déstos ha de ser señor. Buscad, hijos, petacas
para echar los despojos de la guerra. Esto
pasa así, hijos, Hiripan y Tan-
gáxuan. Ya no tengo compañero para que entienda en la leña de los
cúes y en el servicio
de los dioses. Yo solo soy, Taríacuri, yo solo me quejo.
Pues también los pueblos de Pungácuran y Sauinan y Arançan y Cápa-
cuero.
[borrado] Allí hay todos estos señores: Cuanzan, Hutaco hozi, Tíunchun-
ba, Ynzínguato, Hapúnduri. Cada día train difirencias
y se quitan los
términos y las sementeras y toman todos arcos y flechas y
abajaban los dioses del
cielo a comer sangre, y flechábanse
y yo reñí con ellos, y enojáronse comigo diciendo: ¿qué es lo que dice
Taríacuri?
¿Cómo, no lo dice lo que dice, confiando en la laguna? ¿Cuán-
do le daríamos de coces y le conquistaríamos? Traigamos
diferenci-
as entre nosotros, [o] compongámonos, ¿qué se le da a él? ¿Para qué nos dice nada?
Estos plumajes que tenemos
y atavíos, no los quitamos a nadie por fuer-
za, mas dejáronnoslos nuestros padres y por eso hacemos fiestas co-
n
ellos. Esto es lo que dicen en los dichos pueblos que eran de los nuestros,
y por eso no habrá más de tres señores que
seréis vosotros. Id, hijos,
y entrad en las casas de los papas a vuestra vela y oración". Respon-
dieron Yrepan y
Tangáxoan: "así será, señor, como dices". Y fuéron-
se a sus casas y empenzaron
a traer leña para los cúes. Todo este ca-
pítulo pasado tenía el caçonzi en mucha reverencia y
hacía al sacerdote,
que sabía esta historia, que se la contase
muchas veces y decía que este capítulo era dotrina de los señores
y que
era aviso que había dado Taríacuri a todos ellos.
[XXIII]
COMO LOS ISLEÑOS ENVIARON
UN PRINCIPAL LLAMADO ZAPIUATAME A PONERSE DEBAJO
DEL MANDO DE TARIACURI Y FUE PRESO Y COMO ANDABAN HACIENDO SALTOS HIREPAN
Y TANGAXOAN CON SU GENTE
[ LAMINA XV ]
Pasándose algunos días, pusieron
una celada Hiripan y Tangáxoan
con su gente en un lugar llamado Xanóato hucazio, hacia la isla
de Xaráquaro. En quebrando
el alba venía en una canoa de la isla un
prencipal llamado Zapíuatame y tomó puerto con su canoa, y sa-
lía muy paso
y asió dél Tangáxoan que estaban en su celada y decía:
"paso que me lisiaréi[s]". Que le querían flechar. Y dijo: "¿qué
es de Taríacuri?". Y ellos
enojándose con él, dijeron: "mirá. ¿qué dice? ¿A qué ha de venir aquí Taría-
curi? Allá está
en su casa Taríacuri". Respondió Zapíuatame: "por eso
lo digo, porque vengo a él". Y ellos dijeron: "mirá, ¿qué dice éste?
Id a de-
cillo a Taríacuri, nuestro tío, que Curícaueri ha tomado y que basta,
aunque no es más de uno". Y fuéronselo
a decir a Taríacuri y sal[u]-
dó los mensajeros y ellos le dijeron: "tus sobrinos dicen que ha
cativado Curícaueri no
más de uno". Dijo Taríacuri: "basta, aunque no
sea más de uno". Dijeron los mensajeros: "señor, dicen tus sobri-
nos
que pregunta por ti". Dijo Taríacuri: "¿hecístesle mal?". Dijo-
le el mensajero: "no, señor". Díjole Taríacuri: "id a ellos;
que agui-
jen el paso y que venga Zapíuetame donde yo estoy". Y como llegasen
sus
sobrinos, andaba Taríacuri recebiéndolos y saludándolos
y entróse en su casa y hizo llamar al isleño que habían cativado
y
sacáronle de comer, y comió toda la gente, y estuvo razonando
Taríacuri dentro de su aposento, que no supo nadie lo que
hablaban. Y
desde a un rato salió con una camisa blanca vestido y otra man-
ta que le había mandado dar Taríacuri y
con su remo al hombro;
y salió del aposento de Taríacuri y despidióse de
Hiripan y Tan-
gáxoan que estaban en el patio y díjoles: "quedaos en buen hora, hijos".
Y ellos le dijeron: "señor,
ve en buen hora". Y levantóse Tangáxoan
y dijo a su hermano Hiripan: "hermano, mira cómo se va aquel que yo tomé". Díjo-
le
Hiripan: "déjale. Váyase que allí dentro debían de concertar al-
go mi tío y él". Díjole Tangáxoan: "aunque sea eso, pues
cómo, ¿no le
cativé yo?". Y llamólos Taríacuri y díjoles: "vení acá, hijos". Y entra-
ron a él. Y díjoles: "id a vuestras
casas y haréis flechas hoy todo el
día y mañana, y a la tarde me las mostraréis. Y sean anchos
los carcajes donde las echéis,
que tengan cuatro apartados; y poné
muchas flechas en los carcajes, que no sé qué nos vienen a decir de la
isla de Xaráquaro.
No sé si vienen a hacer gente contra Curícaueri, nuestro
dios, porque vienen con sus dioses y dicen que se quieren venir
a po-
nerse debajo del amparo de nuestro dios Curícaueri, y de miedo de
la guerra, o por ventura, es ruido hechizo y
vienen a hacer gente,
[tachado: contra Curícaueri] a pelear". Y fuéronse a sus casas Hiripan y Tangáxoan
y hicieron
aquellos dos días flechas con toda la gente, y el siguiente
día a la tarde las trujeron a mostrar a Taríacuri y pusiéronlas
todas
en el patio. Y tomábalas Taríacuri y parescíanle bien y decía:
"Estas flechas son dioses; con cada una déstas mata nuestro
dios Curícaueri
y no suelta dos flechas en vano". Y díjoles a Hiripan y Tangáxoan:
"Id, hijos, a Xanóato hucazio, donde
señalaron que habían de venir
los isleños, y tomá algunas espías, que estén encima del
monte echa-
dos y mirarán la laguna si vienen algunos y si los detienen o-
tros. Si echan las espumas en alto con las
canoas tendréis por se-
ñal que dicen verdad los de la isla, porque dicen que
no los dejan
venir otros de otras islas. Y si vienen sosegadas las canoas,
en-
tonces os levantaréis de vuestra celada y volveos al pueblo de-
lante dellos. Y si dieren grita, levantaréis os
todos de vuestra
celada; y cuando los recebiéredes al desembarcar, soltaréis algunas
flechas". Y dijeron sus sobrinos:
"señor, así será como decís". Y partiéronse
en anocheciendo y pusiéronse todos
a las espaldas de un monteci-
llo y tomaron dos espías y pusiéronse encima del montecillo
y a la media noche vieron
cómo venían de la isla en sus canoas
y otros que los detenían por las espaldas y no los dejaban venir, y tra-
ían sus
dioses en las proas de las canoas, llamados Caró ónchanga, Ú-
riti, Xarénaue, Varichu vquare, Tangáchurani. Y venían todos
dando
grita por medio de la laguna y levantáronse los chichimecas
y dieron grita y pusiéronse encima del
montecillo al desembar-
cadero y echaron algunas flechas
hacia los isleños, y detu-
viéronse los isleños que venían tras los otros deteniéndolos;
y venieron de largo los de
una isla llamada Cuyúmeo, los viejos
y viejas y mochachos y otra mucha gente, y venieron todos donde esta-
ba Taríacuri,
el cual los rescebió a todos y los saludó. Y sacáron-
les a todos de comer y enviólos Taríacuri a poblar a un lu-
gar
llamado Aterio, y hicieron allí sus cúes y las casas de los papas
y traían juntamente leña para los cúes de Curícaueri
con los chichi-
mecas. Y iban todos juntos a las entradas. Y fueron todos juntos
a una entrada en un lugar llamado Tupúparachuen
y a otro
lugar llamado Ychápetio y a Hiranzio y a Charándavchao y a
Xarapen y no cativaron ninguno de sus enemigos.
Y tornáronse
a Pázquaro y no hablaron a Taríacuri a la vuelta, mas fuéronse por
la ribera de la laguna a un lugar llamado
Varicha hopóta-
cuyo. Y fueron ansí haciendo saltos a otro lugar llamado Syrú-
mutaro y a Hópiquaracha y a Pucunda hacúrucu
y a Hoata tétengua
y a Tiríndini y llegaron muy cerca de Curínguaro y no llegaron
al pueblo y tornáronse a Pázquaro.
Y llegaron a un lugar llamado
Paraxu, y pasaron a otro lugar llamado Paraqua hácuparaca y hi-
cieron allí grandes ahumadas
para poner miedo en sus enemigos.
Y turbáronse los de Curínguaro viendo las ahumadas que eran en sus
términos. Y trujeron
canoas y entraron en ellas una mañana
y empenzaron de remar y [tachado: empenzaron]
a dar grita y entraron tras
ellos Hirypan Y Tangáxoan en canoas con su gente
y mataron y pren-
dieron dos canoas de los de Corínguaro. Y fuéronse a un lugar
lla-
mado Quereta parázicuyo en Mychuacan y hicieron allí grandes a-
humadas y fuegos. Y sabiéndolo Taríacuri, espantóse
mucho que sus
sobrinos habían entrado tanto en los términos de sus enemigos,
y enviólos a llamar, y ellos hicieron leña
y asaron muchos pájaros y ataron
muchos conejos y venados y tuzas.
Y fueron donde estaba Hiry-
pan y Tangáxoan, los mensajeros, y saludaron los mensajeros y
dijéronles que viniesen en
buen hora. Y los mensajeros les dije-
ron: "señores, vuestro tío nos envía". Y dijeron ellos: "¿qué dice nuestro tío?".
Dijeron
los mensajeros: "que vaís a él, que os quiere hablar". Y ellos par-
tiéronse luego y llegando donde estaba Taríacuri, él
los saludó y
dijo que fuesen bien venidos; y ellos así mesmo a él, y diéronle to-
da aquella caza. Y díjoles Taríacuri:
"mucha pena me habéis
dado. ¿Dónde habéis andado haciendo fuegos y ahumadas? ¿Qué fuera
si nos viéramos en algud trabajo?
¿Que tantos andáis? ¿Qué soí[s] vosotros
siendo tan pocos? Mirá que está aquí Curícaueri y nuestros enemigos
están aquí
muy cerca de nosotros en Yzí parámucu y Curíngua-
ro. ¿Qué fuera si os llevaran a todos?". Respondieron Hiripan y
Tangáxoan:
"no, señor padre, ¿quién nos había de llevar? Todo es-
tá sosegado; nuestras espías teníamos puestas". Díjoles Taríacuri:
"pues
hijos, ¿qué lugar es donde estáis?". Dijeron ellos: "muy buen lugar es
todo; hay muy buenos árboles monteses y
andan conejos por
allí y muchos venados y muy hermosos pájaros, que es lugar
que convida para estar en él". Díjoles
Taríacuri: "pues, hijos, ¿paresce-
os que estaréis allí bien?". Díjeron ellos: "muy bien estamos, que
allí trairemos
leña para los cues". Díjoles Taríacuri: "pues estad
en buen hora, hijos, y poné vuestras espías siempre, porque no haya
alguna
revuelta, que me daréis mucha pena y tristeza". Di-
jeron ellos: "no daremos, padre". Y sacáronles de comer y
comieron
y hízoles sacar petates para las espaldas, para la le-
ña que habían de traer del
monte, y cinchos. Y tornáronse
donde estaban primero. Pasados algunos días, no sé dón-
de hubieron Hiripan y Tangáxoan
maíz, de un lugar
llamado Naranjan, que era muy
bueno, y frísoles. De noche traían
leña para sus fuegos y de día la gente cavaba la tierra a la ri-
bera de la laguna, en tierra temprana. Y sembraron allí maíz
y frísoles, y crióse: y hizo sus cañas el maíz y los
frísoles sus vai-
nas. Y buscaron conejos y pájaros y venados y fueron todos
a llevar un presente a Taríacuri, que
era aquello premicias y ofrendas
de lo que habían cogido. Y como los vió Taríacuri,
recebiólos bien
y díjoles que fuesen bien venidos y ellos le saludaron también. Dí-
joles Taríacuri: "¿dónde tomástes
éstos?". Dijeron ellos: "de día labrá-
bamos la tierra a la ribera de la laguna y de noche traemos le-
ña para los
fuegos, y hicimos allí unas sementeras y dijimos
nosotros: ya se ha criado esto; vamos a llevar esto a nuestro padre para
que
ofrezca a Curícaueri". Díjoles Taríacuri: "traigaíslo en buen
hora, hijos. Así será que lo ofresceremos a Curícaueri,
y después come-
remos nosotros de los relleves". Y sacáronles de comer y tornaron
a pasar la laguna donde tenían hecho
su asiento.
[XXIV]
COMO CURATAME ENVIO POR HIREPAN Y TANGAXOAN QUE HACIAN PENITENCIA EN UNA CUEVA
Y DE
LA RESPUESTA QUE DIERON
[ LAMINA XVI ]
Pasaban muchas veces la laguna
Hiripan y Tangáxoan a traer
presentes a su tío. Y como hiciesen tantos fuegos
y ahumadas en aque-
lla parte donde estaban, viólo Curátame que era señor en Pázquaro y su-
po cómo
habían ido a morar allá, y que iban apropiando así toda aquella
tierra. Y llamó sus viejos y díjoles: "vení acá. Id a mi
padre y decid-
le que qué es lo que dice, que son sus hijos Hiripan y Tangáxoan. ¿Qué quiere decir
esto? ¿Qué les [en
blanco] [dice]? ¿Por qué dice que son sus hijos?". Y dijéronle a Taríacuri los
viejos lo que decía su hijo Curátame y respondió:
"yo ¿qué les tengo de
haber mandado? Yo no sé lo que quiere hacer". Dijeron los viejos: "por eso
dice tu hijo Curátame
que, ¿dónde quieren ser señores? Pues que ya él es señor.
Que envíes quien vaya por ellos, que no debe de ser sino lo que
hacen de
hambre, que Hiripan le sacará el orinal, que orina mucho con el vino que
bebe de contino, y que Tangáxoan le
tendrá la taza cuando bebiere
y que él les dará de comer, si lo hacen de hambre. Esto es, señor, lo que dice tu
hijo
Curátame". Respondió Taríacuri, y díjoles: "yo no quiero enviar ni ir
a decírselo. Id vosotros y decidles de la misma manera
que lo oístes,
¿y cómo se lo podrá decir el que yo enviare? Vosotros se lo diréis muy bien".
Y partiéronse los que enviaba
Curátame y llegaron donde estaba Hiripan
y Tangáxoan, que estaban sudando de hacer flechas, y tienen las orejas gor-
das
y hinchadas de los sacrificios que habían hecho y de la sangre que
habían sacado dellas. Y saludaron a los que enviaba
Curátame y di-
jéronles: "¿a qué venís, hermanos?". Respondieron ellos: "señores, vuestro hermano ma-
yor nos envía
a vosotros". Dijeron ellos: "pues, ¿qué dice?". Dijeron ellos:
"Señores, díjonos: id a mi padre: que qués lo que dice,
que él engendró a
Hiripan y Tangáxoan y qué, ¿son sus hijos?, que ¿qués lo que les manda o dice
donde tan lejos hacen
ahumadas?, que ¿dónde han de ser señores?, que ya
él es señor. Que si lo hacen de hambre, que envíe por ellos. Que yo bebo
tanto
vino cada día que Hiripan me sacará el orinal y Tangáxoan
me tendrá la taza cuando bebiere". Como
oyó esto Tangáxoan
luego se paró muy bermejo de ira
y dijo sin más esperar: "mirá
qué dice Curátame. ¿Qué decimos nosotros? Decimos que habemos de ser señores.
¿Qués lo
que habla? Pues quél, ¿es ya señor? ¿Dónde habemos de ser señores nosotros?
Y a lo que dice que andamos por aquí: no se
le dé a él nada, andemos como
quisiéremos, no se cure de nosotros. ¿Para qué
nos dice lo que nos dice? Nosotros
andamos por hacelle a él señor y andamos por dalle a beber vino.
¡Emborráchese, emborráchese!
Y busque una gran taza con que lo beba, y si no se
hartare, buscá otra mayor taza, y si no se hartare, que le alcen sus
muje-
res en alto y le zapucen en una tinaja de vino y que allí se harta-
rá. Y que busque más mujeres. Y vosotros que
sois sus criados, buscáselas y
entrad de casa en casa y llevadle las que tuvieren grandes muslos
y grandes asientos
y hinchirá su casa dellas, y si no cupieren todas en casa,
sálgase fuera al patio a dormir y hinchirse ha su casa de mujeres
y el patio,
y téngalas con una mano y con la otra la taza. Id y decíselo así, de
camino, a nuestro tío Taríacuri. Si
no es bien dicho lo que yo digo, Tangáxoan.
Yo no lo digo por otra cosa, que nosotros andamos por hacer señor a
Curátame
y acrecentar su señorío". Oyendo esto los isleños que estaban
allí con ellos, apartáronse y estaban cabizcachos, oyéndolo.
Y fuéronse los
mensajeros, y de camino contaron lo que había hablado Tangáxoan, y oyéndo-
lo Taríacuri espantóse de
oíllo y dijo: "mirá, mirá, ya fuistes y tru-
jistes vuestro merescido. Que ellos por esto andan por allá, y yo ¿qué les
tengo de
decir? Vuestro merescido trujistes. Id y decíselo así a mi hijo Curátame". Y
fueron los mensajeros y dijéronselo
a Curátame y oyéndolo él, dijo:
"mirá qué dicen aquellos cobardes y para poco, seáis bien venidos. ¿Cómo cesarán
ellos
de traer leña para los cues?". Y pasaron la laguna Hiripan y Tangá-
xoan y vinieron donde estaba su tío y díjoles Taríacuri:
"hijos,
seáis bien venidos". Y ellos así mesmo le saludaron y pusieron allí la
caza que traían y dijo Taríacuri: "señor
Hiripan, bueno sería que fuese sacri-
ficador mi hijo Hiquíngaje. Cómo, ¿no sería bueno que pasase la laguna y
le llevásedes
en vuestra compañía?". Dijo Hiripan: "no sé, cómo quisieres, pa-
dre". Díjoles Taríacuri: "ahora
id a él, a ver qué dirá, que quizá irá o
quizá no querrá ir". Y fueron Hiripan y Tangáxoan a la casa de Hiquíngaje
y
como él los vió, dijo: "seáis bien venidos, señores". Y andaban por casa
para
ponelles sillas y díjoles: "pues, ¿qué hay, hermanos? ¿Habéis os mostrado a
nuestro padre? ¿Habéis parescido delante dél?".
Dijeron ellos: "ya nos mos-
tramos, señor". "Pues ¿qué hay?". Dijeron ellos: "dice vuestro padre que habíades
de ser
sacrificador". Y dijéronle todo lo que decía su padre. Y oyéndo-
lo Hiquíngaje dijo: "verdad dice mi padre. Mucho ha que
os quería ir
a ver y aún no me había partido, y porque mi padre no lo hable en
balde, yo me voy delante y vosotros
me alcanzaréis". Y hizo atar
sus arcas que estaban llenas de flechas y tornaron con la respues-
ta Hiripan y Tangáxoan
a Taríacuri. Y él como los vido, dijo: "pues hijos,
¿no quiere?". Dijeron ellos:
"no, padre; mas vase delante". Díjoles
Taríacuri: "pues id, hijos. Coma hierbas y cardos Hiquíngaje, vosotros
tres seréis
señores. Coma mi hijo hierbas, ya le lleváis con vosotros".
Y fuéronse Hiripan y Tangáxoan y tornaron a pasar la laguna
y
traían leña para los cúes. Y fueron a un lugar llamado Patuquen
y estaban allí en una cueva y allí traían rama con
toda la gente,
y andaban también mujeres a traer rama para los fuegos. Y
comían Tangáxoan y Hiripan maíz tostado, que
no querían más.
Y Tangáxuan escomenzó a tostar maíz seco en el rescoldo y comían
aquel maíz tostado. Y Hiripan había
ido por hierbas y trujeron
muchas de aquellas hierbas llamadas hapúpata xaquá. Y Hiri-
pan le sacaba el maíz tostado
de la lumbre y se lo daba en la
mano a Hiquíngaje, y lo mismo hacía Tangáxoan, y dábale
uno una vez y otro, otra. Y
no comían los dos hermanos Hiripan
y Tangáxoan, mas tenían en la mano el maíz tostado para dar
a Hiquíngaje. Y ellos
no comían mas de aquella[s] hierbas, y tenían
unos bezotes chicos de palo y tenían las hierbas en la boca
y díjoles Hyquíngaje: "hermanos,
parece que no coméis maíz y que me lo como
yo solo y vosotros no coméis nada".
Oyéndole esto Hiripan, empenzó
a llorar fuertemente y echóle los brazos encima y díjole: "mi-
rá, señor Hiquíngaje,
que no te nos huyas, que si te huyes, ¿cómo nos verá
tu padre? Si no te hallares bien aquí, pídenos licencia y nosotros
te llevaremos al pueblo; que nosotros esta manera tenemos de
comer". Y empenzaron los dos hermanos a llorar, Hiripan
y Tangáxoan.
Y díjoles Hiquíngaje: "callad, hermanos, que me hacéis saltar las lágri-
mas de los ojos". Y tenían los
labrios llenos de tierra y de polvo de
las hierbas.
[XXV]
COMO TARIACURI DIO A SUS SOBRINOS Y HIJO UNA
PARTE DE SU DIOS CURI-
CAUERI Y COMO LOS QUISO FLECHAR POR UNOS CUES QUE HICIERON Y DE LA COSTUM-
BRE QUE TENIAN LOS
SEÑORES ENTRE SI ANTES QUE MURIESEN
[ LAMINA XVII ]
Después que estuvieron allí algunos días desta
manera, pasaron la la-
guna y llevaron un presente a su tío, y él, como los vió, rescebiólos
muy bien y díjoles Taríacuri:
"vení acá, hijos, ¿qué lugar es donde traéis la
leña para los fuegos de los dioses?". Respondieron ellos: "padre, no hace-
mos sino traer leña y ponella
por allí". Díjoles Taríacuri:
"yo os quiero dar una parte de Curícaueri, ques una navaja de las
que tiene consigo, y
ésta pondréis en mantas y la llevaréis
allá y a ésta traeréis vuestra leña y haréisle un rancho y un altar
donde pondréis
esta navaja". Y partiéronse con su navaja y pa-
saron la laguna y empenzaron a hacer un cu y una casa de los pa-
pas
y la casa llamada del águila y una troj a la navaja que les
dió Taríacuri.
Y después que fué todo acabado, dijeron los dos hermanos:
"¿qué haremos, que ya está todo acabado? Vámoselo a decir a nuestro
tío".
Dijeron pues: "¿quién irá? Vaya Hyquíngaje". Dijo Yquíngaje: "yo. ¿para que ten-
go de ir? ¿Suélome yo por ventura
llegar a él, ni tengo conver-
sación con él? Id vosotros. Vaya Tangáxuan". Y no osando ir Tan-
gáxoan, dijo que fuese
Hiripan. Y después determinaron de
ir todos juntos y que oyesen todos lo que les dería. Y pasaron la
laguna y llegaron
donde estaba Taríacuri y díjoles: "seáis bien
venidos, hijos. Paresce que venís tristes, decidlo presto lo que queréris,
si
os ha acontecido algo". Hiripan contóle, cómo habían hecho el
cu y la casa de los papas y la casa del
águila, que era la casa donde ha-
cían la salva a los dioses, y la troj donde se habían de guardar sus
atavíos. Y estaban
todos tres juntos cuando se lo contaba, y oyéndo-
lo Taríacuri, se enojó mucho y empenzó a deshonrarlos y díjoles:
"bellacos,
¿qué soberbia os tomó? Mochachos mocosos, ¿quién os dijo, id ha-
ced cues? ¿Ya los habéis hecho? ¿Qué habéis de sacrificar
en ellos? ¿Han de ser al-
gunas mantillas que habéis de poner en la puerta? ¿Es, por ventura, nuestro
dios Curícaueri
como los otros dioses comunes y como los dioses pri-
mosgénitos, que le habéis de echar vino en una taza y pónensela a
la
puerta, o algunos tamales que le habéis de poner en ofrenda a la
puerta, o pan de bledos? ¿Qué soberbia os tomó?
¿Qué habéis de hacer
de los cúes que habéis hecho?
Que los han visto ya los dioses desde el
cielo y los dioses de las cuatro partes del
mundo y el dios del in-
fierno y la madre Cueráuaperi". Y tomando su arco
y flechas que tenía a
la entrada de su aposento, dijo: "estos bellacos; yo estoy para flecharos
a todos". Y puso una
flecha en el arco y, como ellos lo viesen, lavantá-
ronse todos de presto y
saliéronse de casa. Y soltó la flecha tras ellos
y dió un golpe en la pared y resurtió; y Hiquíngaje volvió la cabeza atrás
a
ver si le había herido. Y fuéronse a sus casas y iban tristes y no hablaba nin-
guno dellos. Y iba delante dellos Hiripan
y llegando a su casa, pu-
siéronse todos mustios, las cabezas bajas, y después fuéronse por leña
para los cúes. Era
ya media noche y estaba Taríacuri en la casa de los
papas, a un rincón arrimado, en su vela, y llamó sus viejos y dijo:
"Chu-
pítani, Tecaqua, Nuríuan, vení acá. Decí, ¿qué haremos por lo que han hecho
mis hijos?". Dijeron los viejos: "mándalo,
tú, que eres señor". Dijo Taríacu-
ri: "¿qué tengo de decir?, ¿que mis hijos no tienen culpa?, ¿que no lo hicieron
de
su autoridad sino que yo les di aquella piedra? Pues ve, Chupitan,
al señor de la isla de Pacandan llamado Várapame. Dile
que ya somos vie-
jos y cansados y que queremos ya ir al dios del infierno.
Pues que dón-
de tomaremos a la partida gente que llevemos co[n] nosotros para nuestro estra-
do. Y dirásle que te señale
dónde ha de ser la pelea, en una sementera de
maíz verde a la ribera. Y que si yo matare allí a los suyos, que aquellos
que
murieren será mi cama y estrado para mi muerte, y que si él matare
de los míos, que también será estrado para su muerte.
Que, ¿dónde los habemos
de llevar a la partida?". Acostumbran los señores e señoras, cuando morían,
de matar mucha gente
consigo que decían que los llevaban para el
camino y que aquellos eran su estrado y cama y que encima dellos los
enterraban.
Mataban algunos hombres y echábanlos en la sepul-
tura, y encima de aquéllos ponían al señor muerto, y sobre él, ponían
más
muertos, así que no llegaba la tierra a él. Y aquellos muertos
decian que era estrado de aquel
señor que moría. Por eso Taríacu-
ry envió al señor de Pacandan que era viejo, que tuviesen pelea los
suyos unos con
otros, por tener estrado de sus gentes cuando los
enterrasen. Y hacíanlo también porque le diese el señor
algunos de
los suyos para sacrificar en aquellos cúes, que habían
hecho sus sobrinos, como
se los dió de miedo o por aquella cos-
tumbre que tenían entre sí los señores. Y envió de los suyos por trai-
ción,
para que los cativasen la gente de Taríacuri para el sacrificio, y
dióselos porque no le matase toda su gente. Pues partióse
Chu-
pitan y tomó puerto a la media noche y cuando llegó ya dor-
mían todos, y el señor de la isla estaba en la casa
de los papas, a
un rincón, en su vela. Y llegóse Chupitan y empenzó de atentar
y dijo: "señor, despierta un poco que
vengo [a] ti". Díjole Bárapame: "¿e-
res Chupítani?". Respondióle e dijo: "sí, señor". Díjole Bárapame:
"¿A qué vienes?".
Y contóle lo que decía Taríacuri y oyéndolo em-
penzó a llorar y dijo: "muy mal lo hace Taríacuri, ¿qué no mira
la miseria
que tenemos? Que quiere que nosotros seamos prencipio
de los que se han de sacrificar en el cu nuevo en Michuacan, que
aún no
ha conquistado ningud pueblo y yo con los míos empienzo prime-
ro a estrenar los cúes y tenemos de ser sacrificados
en el cu de Que-
rétaro. Pues sea así: ¿qué tengo de hacer? ¿Ya se lo ha hecho saber Taría-
curi a los dioses del
cielo, del sacrificio que quiere hacer de los míos?
Dile a Taríacuri que
tengo una sementera de maíz de regadío a la ri-
bera de la laguna, que enviaré cien hombres. Que como los pasare la la-
guna
un prencipal que enviaré con ellos [uno] llamado Zipin canaqua,
que él y los remeros cuando se volvieren, alzarán el agua
con los re-
mos hacia arriba, que aquel alzamiento tenga por señal que está la gen-
te a la riba regando la sementera
y que así cativará de los míos". Y
volvióse con la respuesta Chupitan y hízolo saber a Taríacuri.
y arrepentiéndose el señor de
la isla de lo que había dicho, dijo:
"Yo desatiné en lo que dije". Entonces envió aquel dicho prencipal
llamado Zipyn
canaqua y díjole: "ve a Hiripan y Tangájuan, que dicen
que están en Quereta ycházicuyo, y dirásles que no sean más de sesenta".
Y
partióse Zipin canaqua con otros y llegó donde estaban Hiripan y
Tangáxoan y entrando en su aposento, dijeron ellos: "¿quién
anda ahí?",
que era de noche. Y respondió Zipin-canaqua: "señor, no-
sotros somos". Dijéronle Hiripan y Tangáxoan. "Qués
lo que queréis?".
Respondieron ellos: "señores, envíanos Bárapame, señor de Pacandan
y díjonos: 'Id a Yripan y Tangáxoan,
que dicen que están aquí cerca'.
Que desatinó, que señaló ciento; que no sean tantos, mas sesenta". Respon-
dieron ellos:
"no sabemos lo que os decís. No [o]s entendemos. ¿Qué cosa es
ciento?". Dijo Zipin canaqua: "señores, no lo sé, desta manera
me lo di-
jeron". Dijeron ellos: "¿y lo que decís de sesenta? No sabemos nada.
Ve a nuestro tío, que quizá él lo sabrá".
Dijo Zipin canaqua: "señores, no ten-
go de ir, allá no me dijeron que fuese a vuestro tio. Id vosotros a de-
cídselo".
Dijeron ellos: "vete de ahí". Dijo Zipin canaqua: "señores, si
vosotros no se lo fuéredes a decir, basta que yo os lo digo
a vosotros".
Y fuese con su remo al hombro a su casa. Y dijo Hirepan a Tangáxoan:
"hermano, mira que se va aquél; ¿qué
haremos? Ve, pasa la laguna Hiquíngaje y
váyaselo a hacer saber a nuestro tío. Ya entendiste lo que dijo aquél".
Y dijo
Hiquíngaje: "yo no tengo de ir, vaya Tangáxoan". Y Tangáxoan
no quiso ir. Dijo que fuese Hyrepan, y determinaron de ir
todos
tres. Y pasaron la laguna y llegaron donde estaba Taríacuri. Y a la
sazón que llegaban, estaba Chupitan contando
la respuesta de Bára-
pame, señor de la isla de Pacandan. Y ellos empenzaron a contár-
selo, lo que habia venido a decir
Zipin canaqua. Díjoles Taríacuri:
"¿Pues qué les dejistes?". Respondieron ellos: "no le dijimos nada, en-
viábanos él para que te lo hiciésemos
saber y no queríamos venir". Dijo-
les Taríacuri: "pues, ¿qué le dejistes?". Respondieron ellos: "no le deji-
mos nada".
Dijo él: "discretos sois. Vení acá y mandaros he lo que habéis de
hacer. Estas palabras que oístes, mías son. El señor
de Pacandan
señaló cien hombres y paresce que torna ahora a decir que sean
sesenta. ¿Cómo lo habíades de entender? Id
a Aráueni donde se-
ñalan que han de venir a regar una sementera. Y tu Hirepan,
óyeme. Tú, que eres el mayor, irás por
la ribera de la laguna
a un lugar llamado Patuquen y por otro lugar llamado
Hiuazi harata y tomarás otro lugar llamado
Syuange y allí
pondrás tu celada. Y tú, Tangáxoan, que eres el menor, irás por el
camino derecho y irás por Yuazi xanchácuyo
y darás sobre ellos.
Y miraréis a la laguna aquel principal llamado Zipin canaqua,
que estará en la laguna en una canoa
y alzará el agua con los re-
mos, que será señal cómo está gente a la ribera, y así los cati-
varéis". Respondieron
ellos: "así será como nos dices, señor".
Y pasaron la laguna. Y luego de mañana
hicieron flechas y en a-
nocheciendo, partiéronse a la guerra y fueron por donde les dijo Ta-
ríacuri. Que era todo
muy fragoso, que estaba cerrado el camino con
zarzas y pusiéronse en sus celadas. Y amanesció y venieron los de la
isla
a regar su sementera, y habían ya pasado todos, que estaban en la
ribera sesenta hombres, y tornóse con las canoas
Zipin canaqua y es-
tando en medio de la laguna, alzó el agua hacia arriba, como
estaba
concertado. Entonces levantáronse todos a una y dieron
todos grita y como no
tenían donde ir los de la isla, cativáron-
los a todos y lleváronlos al cu nuevo de Querétaro. Y iban to-
dos haciendo
gran ruido y cantando, y trujeron cuarenta
a Pázquaro para sacrificar en los cúes, y sacrificaron veinte
en el cu nuevo, para la didicación
de aquel cu. Y así pasó aquella
fiesta de la didicación de aquel cu. Y empenzaron otra vez a traer
leña para los cúes
y tornaron a cativar más de la dicha isla y hici-
eron otra entrada en un pueblo de Corínguaro llamado Yzípa-
rámuco,
y cativaron cien hombres.
[XXVI]
COMO TARIACURI MANDO MATAR SU HIJO CURATAME A HIREPAN Y TANGAXOAN PORQUE
SE
EMBORRACHABA Y LE MATARON DESPUES DE BORRACHO
[ LAMINA XVIII ]
Como andoviesen haciendo entradas,
enviólos a llamar su tío Taría-
curi y fueron a él y díjoles: "vení acá, hijos; ¿qué haremos? Id, pasá la
laguna y
haréis un rancho para Curátame, apartado de los vuestros
y cercalde alrededor con hierba y buscad vino, que esto que se
ha de
hacer yo lo ordenaré y mías serán las palabras que yo le enviaré
a decir a Curátame, que vaya allá a vosotros.
Esperadle y daréisle
de comer y él os dirá: 'hermanos, ¿cómo, no tenéis un poco de vino?' Y vo-
sotros le diréis:
'sí hay, señor'. Y daréisle a beber, y después questé borra-
cho, le mataréis". Y fuéronse todos tres y pasaron la laguna
y hicieron un rancho. Y envióle
Taríacuri a decir a su hijo Cu-
rátame, con Chupitan, que le dijese que venieron sus sobrinos a él con mu-
cha pena,
que le dijeron que hay dos escuadrones, uno de los isleños de
Pacandan y otro de la isla de Xaráquaro, y dicen que no bastan
para
ellos, quél tiene muchos criados, que deje si quesiere el vino y que
se bañe y entre una noche en la casa de los
papas y a la mañana,
que se parta y pase la laguna y que al tercero día, vaya [a] ayudalles.
"Esto le diréis a Curátame,
dijo Taríacuri , porque tiene muchos cria-
dos". Y como oyó Curátame lo que
le enviaba a decir su padre, di-
jo que era razón, que le placía de ir ayudalles. Y bañóse y fué
a la casa de los papas
aquella noche a tener su vela y luego, en ama-
nesciendo, se vino a su casa y se atavió. E púsose su carcaj a las espal-
das
y su cuero de tigre como guirnalda
en la cabeza y muchos cas-
cabeles de culebras, de las colas, que colgaban por las sienes y un
collar de huesos de pescado
de la mar, ricos. Y pasó la laguna con
sus criados, que iban con él, que le acompañaban. Y embarcóse en un
lugar llamado
Aterio y iban todos dando grita, remando. Y
pusiéronse los chichimecas a la descendida de la cuesta donde esta-
ban.
Y como le vieron venir Hiripan y Tangáxoan y Hiquíngaje,
dijeron: "ya viene,
ya viene, hermanos. ¿Quién de nosotros le ha de
matar? Mirá que tienen los señores dos paresceres, que aunque nos
mandó
que le matásemos, después se puede arrepentir y casti-
garnos. ¿Dónde se le halló a Curátame? Cómo, ¿no es su hijo natural?".
Tornaron
a decir: "¿por qué no le matará alguno de nosotros? Peleen
Hiquíngaje y él; él le matará". Dijo Hiquíngaje: "por qué le
tengo yo
de matar? Mátelo Tangáxoan ques valiente hombre". Y dijo Hiri-
pan: "qué decís, hermanos? Vosotros le materéis".
Y llegaba ya cerca
para tomar puerto y fuéronle todos
a rescebir, todos tiznados con
sus insinias de valientes hombres. Y venía Curátame asentado en una
silla en la canoa,
con una manta de pluma de patos puesta. Y como
llegasen a la ribera, sus criados,
pusiéronse a su lado, y así llegó al
puerto y saltó de la canoa y saludólos. Y al salir recebióle Hiripan,
y iba delante
dél Tangáxuan y iban hablando él y Hiquíngaje.
Y llegaron donde estaba hecho el rancho para él y pusiéronle
en medio
y quitáronle el carcaj y pusiéronle en otro rancho, y él
estaba asentado en su rancho. Y trujeron de comer y pusiéronselo
delante
y él dió a Hiripan y a los otros de aquella comida y comi-
eron todos. Y díjoles Curátame: "¿qué haremos, hermanos, no
habrá un poco de
vino que bebiésemos en regocijo?". Y dijéronle ellos: "por qué no, señor,
sí hay; aquí tenemos vino
que se ha hecho en las mismas cepas de
maguey". Y diéronle a beber. Y dábale a beber Tangájuan. Dióle cuatro
taza y
después otras cuatro, y emborrachóse y llamó a Hiripan
y vino y asentóse a la entrada del
rancho. Y estaban platicando
entrambos. Tornóle a dar más a beber Tangáxoan y púsose a la
puerta. Y tenía puesta una
porra metida entre la paja del
rancho. Y estando bebiendo, dióle otra taza
Tangáxoan y tenía-
la en la mano. Y estaba hablando y llegó la taza a la boca para beber.
Entonces sacó de presto Tangáxoan
la porra de la paja y dióle en el
pescuezo un golpe y acogotóle y hízole caer de bruces y tornóle
a dar otra vez y
saltó la sangre, muy colorada, de una parte, y de o-
tra, que corría dél. Y viendo esto sus criados, levantáronse y huyeron
todos,
y todos los que estaban allí se levantaron y querían huir.
Y levantóse Hiripan y díjoles: "¿dónde queréis huir? ¿Quién
os ha-
ce mal? Entre nosotros lo habemos, los señores, porque no consen-
timos los males. Sosegá todos y trae leña para
los cúes de Curíca-
ueri y hacé vuestras ofrendas
de leña". Y quedó tendido Curátame, un
brazo a un parte y otro a otra y todos los penachos que tenía en la ca-
beza,
estaban ensangrentados, y dijeron: "id, hacérselo saber a nuestro
tío cómo reñimos e le matamos, a ver qué dirá". Y pasaron
la laguna
los mensajeros y dijeron a Taríacuri: "tus sobrinos nos envían a
ti, que te hiciésemos saber que riñeron
con Curátame". Díjoles Taríacu-
ri: "¿matáronle?". Dijeron ellos: "sí, señor". Díjoles Taríacuri: "¿quién
le mató?".
Dijeron ellos: "Tangáxoan le mató". Dijo Taríacuri: "valien-
te hombre es. Muera el bellaco lujurioso. Bien lo hecieron.
Echalde
en la laguna". Y echáronle en la laguna y tornaron a traer leña
para los cúes y vínose Taríacuri a su primer
asiento de Pázquaro, don-
de estaba su hijo Curátame por señor.
[XXVII]
COMO APARESCIERON ENTRE SUEÑOS
EL DIOS CURICAUERI A HIREPAN Y LA DIOSA XA-
RATANGA A TANGAXOAN Y LES DIJERON QUE HABIAN DE SER SEÑORES
[
LAMINA XIX ]
Como estuviesen juntos Hiripan y Tangáxoan y Hiquíngaje en aquel dicho lu-
gar donde tenían el
cu, llegóse Hiripan a su hermano Tangáxoan y díjole:
"señor Tangáxoan ". Respondió él: "¿qués, hermano?". Y díjole: "quedaos
aquí y peleá con los
de Corínguaro y yo llegaré al monte llamado Taríacaherio, que está
aquí en Michuacan, que dicen
que a un lado tienen puesto un batallón
de gente los de las islas de Pacandan
y Xaráquaro y que se van a fa-
vorescer con los de Corínguaro, que entran a su pueblo, y tomaréles aquel
batallón".
Respondió Tangáxoan: "hermano, ve, que no es lejos donde dices,
que aquí cerca es, e yo iré a estotro monte llamado Puréperio,
que
allí también tienen su batallón los del pueblo de Cumachen,
que se
van a meter en el pueblo de Tétepeo, y yo les tendré allí el camino.
Y Hiquíngaje pele[e] con los de Curínguaro". Y fuéronse.
Hiripan hizo
grandes fuegos y grandes ahumadas en el monte llamado Taríacahe-
rio, en la cumbre del monte, y Tangáxoan
hizo también sus ahuma-
das en el monte llamado Puréperio, en lo alto, que son dos montes de Mi-
chuacan, y Hiquíngaje
hizo sus ahumadas donde tenían el cu nuevo, en Querétaro.
Y como pasasen algunos
días, envióles a llamar Taríacuri y fueron a él
y díjoles: "vení acá, hijos; qué pena me dáis, ¿dónde váis ya? Y ¿dónde
hacé-
is ahumadas? ¿Quién hace fuegos y ahumadas aquí en la cumbre del
monte
Taríacaherio?". Dijo Hiripan: "padre, yo las hago". Y en el monte
Puréperyo, ¿quién hace ahumadas y fuegos?". Dijo Hiripan:
"mi hermano Tan-
gáxoan, y Hiquíngaje en Querétaro, en el cu nuevo, que pelea con los de Curíngua-
ro". Dijoles Taríacuri:
"¿qué será si os llevan a todos?". Dijeron ellos: "no lle-
varán, que todo está sosegado". Díjoles Taríacuri: "¿pues, por
qué sobís a la cum-
bre de los montes? ¿Qué, vienen allí los dioses del cielo
y tocan aquel lu-
gar? ¿Pues, habéis tenido algunos sueños puniendo en aquellos
lugares la leña?". Dijeron ellos: "no,
padre". Dijo él: "¿por qué no habíades
de tener sueños? Decí la verdad, que si habéis tenido, contá lo que
habéis soñado".
Dijo Hiripan: "no habemos soñado nada. Mi hermano Tan-
gáxoan no sé qué se dice". Díjole Taríacuri: "¿es la verdad, señor
Tan-
gáxoan?". Díjole Tangáxoan. "Así es la verdad, padre". Díjole Ta-
ríacuri: "dilo, a ver, señor". Dijo Tangáxoan:
"que me place, padre.
Yo puse leña en los fuegos y escombré al lado de una
encina. Y estaba al pie de aquella
encina y quitéme el carcaj de fle-
chas de las espaldas y púsele allí cerca de mí, y mi guirnalda de
cuero de tigre
también, y traspúseme un poco durmiendo, y ansí
de improviso vi venir una persona, una vieja que no sé quién era,
la
cabeza cana a trechos y unas naguas de yerbas, de una manta
basta, puestas, y otra manta de lo mismo, que traía cubierta.
Y lle-
góse a mí y empujóme y díjome: 'despierta, Tangáxoan, ¿cómo di-
ces que eres huérfano y duermes? Despierta un
poco. Mira que yo
soy Xarátanga. Vé por mí y limpia el camino por donde tengo de
venir. Yo estoy en el pueblo de Taríayaran;
limpia a donde tengo de
estar y vé a mirar aquí bajo de este monte, donde está cerrado con
zarzas, y verás el asiento
de mi cu. Allí es mi casa donde se llama
la casa de las plumas de papagayos y la casa de las plumas de galli-
na, y
mira a la man[o] derecha, donde ha de estar el juego de la pelota.
Allí tengo de dar de comer a los dioses a medio día.
Y verás allí el
asiento de mis baños que se llama Puque hurínguequa que está
en medio, donde algunas veces tengo de
sacrificar a los dioses
de la mano izquierda llamados Vyránbanecha, dioses de tierra
caliente. Limpia todo aquel lugar
donde yo estuve otra vez y tór-
name a traer a Michuacan, que ya no saca provecho de mí mi ma-
dre, que no me temen.
Ya no hay quien hable y haga traer leña para mis
cúes. Hazme esta merced y
mira mis espaldas, los plumajes que tengo
puestos en las espaldas y en la cabeza, y mira mis vestidos, y ten cui-
dado
de renovar mis atavíos. Y yo también te haré merced: que yo
haré tu casa y
tus trojes y estarán mantenimientos en ellas, y haré
que tengas mujeres en encerramiento en tu casa y andarán viejos por
tu
casa y será muy grande la poblazón. Y pondréte orejeras de
oro en tus orejas y brazaletes
de oro en los brazos'. Y díjole que le
daría todas las insignias de los señores. Esto es lo que soñé, padre". Oyen-
do
esto Taríacuri, díjole: "señor Tangáxoan, dichoso tú: ¿dónde tomaste
aquella leña para los fuegos? ¿Cómo no dejaste algud
troncón? Y yo, vie-
jo como soy, arrancaría las raíces de aquel troncón por
la virtud
que tiene aquel árbol, pues que por él tuviste el sueño que tuviste. Todo
lo que yo he trabajado en traer
leña para los cúes, todo fué para ayudar-
te a ti. Aquella que dices no es vieja, mas es la diosa Xarátanga.
¿Cómo la
podrás traer, que hay muchos peligros en el camino; cómo
has de entrar allá que es todo tierra de guerra y hay infenidad
de
gente? Vé y escombra sus cúes y su asiento y pon allí encienso
y haz allí fuegos en aquel lugar y ahumadas, que ella los
olerá
cuando veniere". Díjole Tangáxoan: "ya yo he limpiado todo aquel
asiento". Y preguntó Taríacuri a Tangáxoan [sic]
qué había soñado y díjo-
le: "tú, señor Hiripan, ¿qué has soñado?". Dijo él: "yo también estaba
al pie de una encina,
y yo también puse mi carcaj de flechas
allí cerca y estaba arrimado al pie del encina y no sé quién, uno
que parescía
señor, que estaba todo entiznado, el cual llegó a mí y te-
nía un cuero blanco por guirnalda y un bezote pequeño y díjo-
me:
'despierta, Hiripan, ¿cómo, dices que eres huérfano?, pues ¿cómo duer-
mes? Despierta. Yo soy Curícaueri ; ponme plumajes
en la cabeza
y en las espaldas, plumajes de garzas blancas, háceme merced y
yo
también te haré merced y te haré tu casa y trojes y estarán man-
tenimientos
en tus trojes y ensancharse ha tu casa y tendrás escla-
vos en tu casa y viejos. Y yo te haré merced,
que te pondré orejeras de
oro en las orejas y plumajes en la cabeza y collares a la gargan-
ta. Esto será así, Hiripan'.
Esto es lo que soñé, padre". Oyendo esto Taría-
curi, le dijo: "señor Hiripan, pues segud esto, vosotros habéis de ser
señores. Yo lo que he trabajado
de traer leña a los cúes, para ayuda-
ros la he traído. Donde cortastes aquella leña para los cúes, hijos ¿Có-
mo
no dejastes algunas raíces, que yo las arrancaría y yo las quema-
ría? Id, hijos, torná a pasar la laguna". Y fuéronse
y tornáronse
donde estaban primero, y hacían sus fuegos y ahumadas como
de
primero.
[XXVIII]
COMO LOS DEL PUEBLO DE YZIPARAMUCU PIDIERON AYUDA A LOS
DE CORINGUARO Y DEL AGÜERO QUE
TUVIERON LOS DE YZIPARAMUCU
[ LAMINA XX ]
Estaba una población llamada Yzíparámucu, que era de los
de Curíngua-
ro, cerca donde estaba Tangáxoan, y vían los fuegos y ahumadas
que hacían en Puréperio. Y estaba un señor
en el dicho pueblo llamado Zin-
zuni, y temió los fuegos y llamó sus viejos y díjoles: "id a mis sobrinos
Cando y
Huresqua, señores de Curínguaro, que pues somos tanta gente, que
nosotros somos solos, ¿que no sería bueno que tomásemos
algunos de noso-
tros y se pusiesen en un lugar alto llamado Xarípitio y fuesen allí
a morar? Y harían allí un cu
y harían allí también fuegos y ahuma-
das y también harían otro cu en otro lugar llamado Hacunba parázi-
cuyo y casas de los papas y allí
también habría fuegos y ahumadas
y ansí nos extendiríamos y viviríamos. ¿Por qué está aquí Hiripan y hace
ahumadas
en lo alto del monte y Tangáxoan aquí cerca en el monte Pu-
réperio y que
miren los fuegos de Hiquíngaje y ahumadas, que dónde quie-
re ir? Que ellos no lo hacen sino por ir a otras partes y que
quieren ve-
nir contra nosotros. Esto diréis a mis sobrinos y que si no lo quisieren
creer, que se abra la puerta por
mi pueblo de Yzíparámucu, que yo con mi
gente estábamos hechos una cerca y pared muy gruesa, con que está ata-
da la
puerta que me abriré y me quitaré de ser puerta y me iré con mi
gente y, pasando adelante de sus términos, haré mi asiento
con mi
gente. Si no creyeren esto que les digo, esto les diréis a la partida".
Este señor en estas palabras toma semejanza
de las puertas que
ellos usan en sus casas hechas de tablas, atadas con cordeles. Dice
que se quitará de ser puerta
y cerradura del paso donde está y que entra-
rán a ellos y los conquistarán.
Y partiéronse los mensajeros y lle-
garon donde estaban los dichos señores y saludáronlos y dijeron los
señores: ¿"a
qué venís, viejos?". Y contáronles su embajada. Y dijeron:
"dice nuestro tío: ¿por miedo de quién dice esto? ¿Quién nos
ha de conquistar?
¿Qués aquello que dice, no es humo por miedo del cual dice
esto, mirando las a-
humadas? Todos los que las hacen pueden andar si no veinte hombres
en cada parte. Si fuésemos a
ellos, ¿habría para que tomásemos cada uno el suyo?
Si fuésemos a ellos cada ciento de nosotros ¿no tomaría el suyo porque
aquí
hay falta o carestía de gente? Porque nosotros solos lo ocupamos to-
do y estamos hechos un piélago. ¿Dónde es de agora
ser Corínguaro? Porque
de todo en todo es población divina y tiene canas de muy antigua
población y las piedras de los
fogares han echado muy hondas raíces.
¿Quién ha de venir a destruirnos? Esto es lo que le diréis". Dijeron los men-
sajeres:
"sí, señores, y por esto dice vuestro tío que vayan cada cien hombres a to-
mar dos asientos y harían fuegos y ahumadas
a los dioses por vivir
algún tiempo, y que habría cúes
en Acunba parázicu y que estuviesen allí cien
hombres". Respondieron ellos: "viejos, ¿qué provecho será, quién viene aún
a
destruirnos?". Dijeron ellos: "así es, señores; por eso dice vuestro tío que se abra
la puerta por su pueblo de Yzíparámucu,
que él estaba con su gente hecho puer-
ta muy gorda y que se abrirá y que se irá adelante de vuestros términos a tomar
asiento
con su gente". Dijeron ellos: "qué dice nuestro tío? ¿A qué ha de ir? ¿Quien
nos viene a destruir los pueblos?". Y tornáronse
los mensajeros y llegan-
do a el señor de Yzíparámucu, saludólos y díjoles: "¿pues qué dicen?". Dijeron
los viejos:
"señor, no lo creen". Dijo Zinzuni: "basta lo que han hablado: ven
acá, tabernero". Y veniendo, díjole: "señor, ¿qué quieres?".
Díjole Zinzuni:
"¿hay algún vino?". Respondió el tabernero: "por qué no, señor. Sí hay". Díjole
Zinzuni: "traedlo y
beberemos". Y hizo llamar todos los principales
y los que tenían en cargo la gente y toda la gente común y mujeres y
mochachos
y díjoles desta manera: "oídme, gente, moradores de Yzípará-
mucu: matá los perros y las gallinas y papagayos grandes y
coméos-
lo todo. ¿Cómo lo podréis llevar huyendo con ello? ¿Que no habemos de
estar aquí, yo y vosotros, más de cinco
dias. Tomá todos masa o hari-
na y secadla, y otros quien quisiere hacer otro matalotaje, hágalo. ¿Có-
mo habéis de
llevar con vosotros nada desto? Mirá que me tengo de ir
con vosotros y mudar a otra parte y hacer nuestro asiento". Y fuese
la
gente a sus casas y empenzaron a emborracharse todos y el señor lla-
mó su mayordomo y díjole: "ven acá, daca los
plumajes verdes de las plu-
mas largas que trujeron de Pázquaro por rescate de Tamápucheca, hijo de Taría-
curi, que
cativamos". Y bajaron de una troj una arca de aquellas plumas
verdes y tomábanlas todos en manojos. Y compúsose él y todos
los prenci-
pales con brazaletes de oro y orejeras de oro y collares de turquesas y pluma-
jes ricos y díjoles: "señores
que estáis aquí, moradores de Yzíparámucu: gran
deleite es emborracharnos y beber. Pongámonos un poco los plumajes que
han de ser
de Hiripan y Tangáxoan y de Hiquíngaje. Esto que tenemos aquí, todo ha de ser suyo;
traigámoslo un poco de
tiempo". Y empenzaron todos a llorar y hacer
gran ruido llorando y empenzaron
a traer vino y emborracharse
todos. Y dijeron: "emborrachémonos para consolarnos". Y vino una
vieja, que no se sabía
quién era, con unas nauas de manta basta de hi[er]-
bas y otra manta de lo mismo, echada por el cuello, y las orejas colgando
muy
largas y entró en casa de un hijo de Zinzuni, que tenían un hijo que criaba su mujer,
y como la vió su mujer, díjole:
"entrá, agüela", que ansí dicen a las viejas. Dijo
la vieja: "señora, ¿queréis comprar un ratón?". Díjole la señora: "¿qué
ratón es aquél?".
Dijo la vieja: "señora, un topo es o tuza". Dijo la señora: "dale acá, agüela". Y tomó-
sele de la
mano, y era todo bermejo, muy grande y largo. Díjole la señora: "¿qué de-
mandáis, agüela?". Dijo la vieja: "señora, de
hambre vengo ansí: dame algu-
nas mazorcas de maíz". Dijo la señora: "agüela, traígasle en buen hora,
yo te le compraré
que mi marido se está emborrachando y yo se le coceré para que coma;
asiéntate, entretanto". Y diéronle de comer y una
cesta de maíz y despidióse la
vieja y dijo: "ya me voy, señora". Y fuese. Y chamuscó la señora aquel topo y lavóle,
y
echóle en un puchero y púsole al fuego. Y coció su hijo en aquel puchero,
que había engendrado su marido Hopótaco, y estaba
la cuna con las mantillas liadas que parescía
que estaba alli el hijo. Y a la tarde fuese a su casa su marido Hopótacu
y entrando
en su casa llamó a su mujer y díjole: "señora, tengo hambre, ¿qué tengo de co-
mer?". Dijo ella: "señor,
aquí tengo que comas, que te compré un ratón o tuza". Y la-
vó de presto una jical y púsole allí, en ella, tamales. Y tomó
el puchero
y echó el caldo en otra jical, y como quisiese echar el topo cocido,
pa-
resció ser su hijo y dió gritos llorando, y dió en el suelo con el puchero. Y esta-
ba todo blanco, de cocido, el
niño. Y saltó encima la cama y desató la cuna
que estaba liada y estaba vacía, y como
no halló el niño, turbóse y empien-
za a dar gritos la madre y díjole el marido: "¿qué has?". Y como
viese el
niño, díjole: "¡oh bellaca, mala mujer!". Y como era valiente hombre,
to-
mó su arco y flechas y puso una flecha en el arco y tiró la cuerda y flechó la
mujer por las espaldas y matóla.
Y era de noche. En amanesciendo, fue-
ron todos los prencipales en casa del
señor y recontaban todos lo que les ha-
bia acontecido estando borrachos y díjoles Zinzuni, el señor: "¿quién
ha hecho
mal en esta borrachera?". Y uno decía: "yo", y otro, "yo [he] hecho mal".
Y cada uno contaba lo que le había
acontecido. Y dijo el señor: "mucho
nos emborrachamos. ¿Cuál es más deleite, emborracharse o dormir con
mujeres? ¿Por
qué no hacen ansí en Corínguaro?". Y dijo al tabernero:
"has más vino en los mayores maguéis, que será perdido que
los
chichimecas los gocen o hagan vino dellos". Y dijo Hopótacu: "padre,
yo no sé qué me ha acontecido: he flechado a la madre
de mi hijo, Zinzíani".
Dijo el señor: "¿por qué la flechaste, hijo? ¿Qué te hizo?". Dijo Opótacu: "padre, cocióme
a
mi hijo, el que tu pusiste nombre. Que no sé qué vieja trujo a mi casa a vender un
topo o tuza, que dicen que traía unas
nauas de una manta de hierbas, basta, y
otra mantilla de lo mismo cobijada, y traíele revuelto en la mano y
que de hambre
traía aquel topo a vender, y pensando que era así le compró mi
mujer y como no era topo sino mi hijo, el que yo engendré,
por esto la ma-
té". Oyendo esto su padre, dijo: "ah, aquella no era vieja, mas es de las tías
de los dioses del
cielo. Aquélla se llama Avícanime, e ya los dioses de
todo en todo están muertos de hambre y no tenemos con nosotros cabezas.
Sea
así, gente: vámonos hacia alguna parte". Y emborracháronse cinco días
y fuéronse del
pueblo. Acostumbraba esta gente, cuando tenían alguna
aflicción, decir: "no tenemos cabezas con nosotros": diciendo que
sus enemigos
los tomarían e cativarían a todos y los sacrificarían y que sus cabezas pon-
drían en varales. Y hacían
cuenta que los habían tomado. Por eso dice aquí
el señor de Hizíparámucu, que no tenían cabezas consigo.
[ LAMINA
XXI ]
[XXIX]
COMO TARIACURI ENVIO
SUS SOBRINOS AMONESTAR Y AVISAR UN CUÑA-
DO SUYO QUE NO SE EMBORRACHASE Y COMO LOS RESCIBIO MAL, Y A LA VUELTA LO QUE
LE ACONTECIO A HIREPAN CON UN ARBOL EN EL MONTE
Envió a llamar Taríacury a sus sobrinos e hijo Hiquíngaje, y venidos,
díjoles:
"hijos, ¿qué haremos? ¿ Cómo no iríades al señor llamado Hiuacha, hijo de mi suegro
Zurunban, que cada día
se emborracha muy malamente y dicen que no come pan,
mas el vino sólo tiene por comida? Id a él y llevadle este pescado:
decidle
que coma primero y que después empenzará a beber, y [tomará] una taza, y luego
comerá tras ella pan, porque
no se muera, que le matarán estando borracho. Id
a él y amonestadle, que yo hablé con su padre desta manera". Partiéronse
sus sobrinos e hijo, todos tres juntos, y llegaron donde estaba Hiuacha,
que había salido del
baño, que se había bañado, y estaba asentado a un lado
y saludólos y díjoles: "bien seáis venidos, chichimecas". Y pusieron
allí el
pescado delante dél, y antes que hablasen ni le dijesen lo que les había dicho
Taríacuri, anticipóse Hiuacha
y díjoles: "¿qué venís a decir? ¿Cómo, no ve-
nís a hablar de guerra? Esperad, contaremos los días: el día de la caña
y el
día del agua y el día de la mona y de la navaja, que yo Hiuacha
no
peleo, mas con mantas compro los esclavos". Acostumbran los mexica-
nos contar sus meses e días por unas figuras que tenían
pintadas en
unos papeles, una caña y agua y una mona y una navaja. Así hay
veinte figuras, un perro y un venado, etcétera.
Y contando por allí los días,
tomaban sus agüeros para pelear y para ver el nascimiento de cada uno. Y es-
ta cuenta
paresce que la tenía este señor Hiuacha y no los chichimecas
y por eso dice que contarán el día de la caña y del
agua, etcétera. Oyendo lo
que habló Hiuacha, Tangáxoan no se pudo contener y dijo: "¿quién te dijo
que cuentes los
días? Nosotros no peleamos contando desa manera
los días, mas traemos leña para los cúes y el sacerdote llamado curí
y
el sacrificador, toman olores para la oración de los dioses. Dos noches
estamos en nuestra vela para mirar cómo va la
gente y para despedillos,
y con esto peleamos". Y tomaron sus arcos y asentáronse todos en el patio.
y sacaron de comer y no les dieron
a ellos, mas pasáronse de largo
los que daban la comida y dieron a los suyos. Y sacaron mantas y cami-
setas y hizo
mercedes Hiuacha no más de a los suyos, y a ellos no les dieron
nada. Y como
no hacían caso dellos, dijeron: "vámonos a nuestro pue-
blo". Y tomaron todos sus arcos y íbanse, y un viejo, que era mayor-
domo
de Hiuacha, entró en una troj y sacó un cañuto muy gordo
de cañaheja que estaba lleno de plumajes y fuese tras ellos y
íbalos
llamando y decía: "señores chichimecas, esperaos ahí, que os quiero decir
un poco". Y dijo Tangáxoan a su hermano:
"señor Hirepan, ¿qué viene decien-
do aquel viejo?". Dijo Hirepan: "dice que esperemos aquí, que nos quiere decir
un
poco. Venga, a ver qué quiere". Y llegó a ellos y saludáronle y dijéron-
le: "bien seas venido, agüelo", que ansí decían
a los viejos y a los
sacerdotes. Y él también los saludó y quebrantó el cañuto de cañaheja
y sacó dél muchos plumajes
y púsoselos en la mano a Hirepan y dí-
joles: "hijos, llevad estas plumas a Curícaueri, vuestro dios, que destas plu-
mas
hace sus atavíos: ochocientas son. Estas trujeron de las islas
de la laguna en rescate de jicales, y ruégo os que sean
para apartar-
me a mí y a mis parientes, que los libertéis, que no acertó
en lo que dijo Hi-
uacha, que ya no tenemos cabezas conosotros, porque muy fuertemente
conquistará la tierra vuestro
dios Curícaueri. Ruégo os que me libertéis y a-
partéis de los cativos". Díjole Hirepan: "¿cómo te llamas, agüelo?". Dijo
el
viejo: "señor, llámome Parangua y un hermano mío menor se llama Zi-
paqui". Díjole Hirepan: "bien, bien, habla a todos
los tuyos y escoge
todos tus parientes; que así será como dices". Y fuéronse
su camino
y llegaron a Pázquaro y no hablaron a Taríacuri ; mas fuéronse todos
enojados de largo, al cu nuevo a Querétaro,
donde tenían su asiento,
en Michuacan. Y como llegaron fuéronse al monte a
cortar le-
ña para los cúes, ellos y los isleños, que andaban juntos. Y Hirepan
subió en un árbol que no era gordo y
abrazóse con las ramas
y doblególas y aquel árbol estaba
comido de carcoma o gusanos y [que-]
brantóse y vino abrazado con las ramas y cayó con ellas tendido en el sue-
lo,
boca abajo, y amortecióse. Y como le vio su hermano Tangáxoan, dijo:
"¡ay,
ay, que es muerto mi hermano". Y llamó a Hiquíngaje y vinieron allí todos los isle-
ños y cercáronle todos en rededor,
y aún no se levantaba questaba
todavía tendido. Y llegóse a él Tangáxoan y tomóle de un brazo y Hiquín-
gaje de otro
y levantáronle y estaba asentado y teníanle por las espal-
das Tangáxoan y Hiquíngaje. Y levantóse en pie Hiripan y dijo
muy enoja-
do de sí: "¡oh Hirepan: aunque soy de tal estatura y tan pequeño, y aunque tengo
la cabeza redonda, que no
es de valientes hombres, nunca me tengo de ol-
vidar de aquella injuria de Hiuacha!". Y dijo a su hermano Tangáxoan:
"¿cómo
tiene las manos Yuacha de quebrar ramas para los fuegos de los cúes?
Mírame las manos, qué de callos tengo. Si las tiene
así Ybacha: ¡qué tanta
leña cuesta y qué tantos olores ha de costar y cuán
alta ha de ser la leña
que ha de cortar! Nunca olvidaré esta injuria". Acostumbraba esta
gente de traer leña para los
cúes y echar olores, los sacerdotes,
llamados andúmuqua, en el fuego, porque los dioses les diesen vencimiento contra
sus
enemigos. Y allí, en la oración que hacían al dios del fuego, nom-
braban
todos aquellos señores contra quien hacían aquellos hechizos
de aquellos olores. Por eso dice aquí Hiripan que ha trabajado
tanto en
traer leña para los cúes, que tiene callos en las manos, los cuales no tenía
Hiuacha; y que ya él merescía
que los dioses les diesen vencimiento contra él,
por aquella leña que había traído para sus cúes, o que él trairía tanta
pues
que ya tenía callos hechos, que fuese bastante de vencer a Hiuacha, aun-
que era valiente hombre. Que era de pequeña
estatura y tenía la cabeza re-
donda. Que los que la tenían de tal manera no los tenían por valientes
hombres, y por
eso a los señores les allanaban las cabezas y se las asenta-
ban y hacían como
tortas. Y díjole Tangáxoan a Hiripan: "h[ermano],
tú no estás tan enojado como
yo. Yo estoy más enojado que tú: pues
que soy de chicos pies y delgado de cuerpo. Vámoslo a hacer saber
a nuestro tío, porque no diga
que habemos de estar y vivir entrambos; pues
que aún vive nuestro tío, verá nuestra muerte, que no tenemos gana de vivir.
Vámosle
a decir lo que nos dijo Hiuacha". Y partiéronse para ir donde
estaba su tío Taríacuri, el cual era ya muy viejo y cansado.
Y tenía
unas orejeras de oro en las orejas y algunas turquesas al cuello
y una guirnalda de trébol en la cabeza. Y estaban
arrimadas a él
sus mujeres que le tenían, y llegando sus sobrinos, dijo a las mujeres: "ma-
dres, levantadme que vienen
mis sobrinos: que quieren hablar una
cosa de importancia". Y levantáronle y asentáronle en una silla
de espaldas y díjoles:
"entraos allá dentro". Y como llegasen sus
sobrinos, saludóles y díjoles: "seáis
bien venidos, hijos". Y ellos a él
así mesmo le saludaron, y quebrantaron aquella cañaheja y saca-
ron las plumas blancas
y pusiéronselas en la mano. Y díjoles Ta-
ríacuri: "¿pues qué es esto, hijos?". Y contáronle lo que les dijo Hiuacha, el
señor
de Taríaran. Y díjoles Taríacuri: "pues, hijos, ¿qué decís? ¿Pensáis de pelear?".
Dijeron ellos: "sí, padre, que
habemos de pelear, pues que estás vivo, vernos
has cómo vamos a morir, porque no digas que queremos estar y vivir no-
sotros,
morir queremos y verás nuestra muerte". Díjoles Taríacuri: "¿qué
decís, hijos? ¿Quién tenéis en vuestra compañía para querer
pelear y hacer
guerra a los otros?". Dijeron ellos: "¿por qué, padre, no habemos de tener com-
pañia? Muchos somos.
Ahí está un prencipal llamado Cueçe y Cassímato
y Quiriqui y Quacángari y Anguáziqua y Capáuaxanzi, que son valien-
tes
hombres de los nuestros. Y de los isleños, ahí están: Zapíuatame y Zan-
neta y Chapata y Atache hucane, que eran de los
antepasados de don Pedro
que es agora gobernador, que se hecieron amigos de los chichimecas. Parés-
cenos que somos
hartos". Díjoles Taríacuri "¿Qué decís, hijos? Vosotros que
tanto ha que encopezastes a querer hacer guerra. Como
quien dice mucho
tiempo ha que empezastes y diestros estáis. No quiero quebrar vuestras palabras
ni estobar vuestro
parecer. Déjame primero hacérselo saber a Huresta,
señor de Cumanchen, que es muy
creíble como mochacho, quél será con nosotros
y se juntará con [n]osotros.
Y si no bastare con esta ayuda, levantarnos
hemos todos y iremos todos a un señor llamado Thiban, por tener
favor
y guarda en él, ques muy valiente hombre. Torná a pasar la laguna
que yo os lo enviaré a hacer saber mañana, y esotro
día llegarán y
nos juntaremos aquí en un lugar llamado Thiuapu, en lo alto". Y
respondieron ellos: "sea así, padre".
Y tornaron a pasar la laguna.
[XXX]
COMO TARIACURI MOSTRO
A SUS SOBRINOS Y HIJO LA MANERA QUE HABIAN DE TENER EN LA GUE-
RRA Y COMO LES SEÑALO TRES SEÑORIOS Y COMO DESTRUYERON
EL PUEBLO A AQUEL SEÑOR LLAMADO
HIUACHA
[ LAMINA XXII ]
Como viniesen los mensajeros que había
enviado Taríacuri al señor de
Cumanchen, al tercero día, envió Taríacuri por su sobrinos, hacién-
doles saber cómo
habían traído buenas nuevas los mensajeros que
habían enviado al señor de Cumanchen, que los quería ayudar. Y vinie-
ron
sus sobrinos. Y luego, en rompiendo el alba, antes que hecie-
se claro, subió a un montecillo Taríacuri, llamado Thiapu,
y es-
combró allí aquel lugar un pedazo y juntó tres montones de tie-
rra y puso encima de cada uno una piedra e una
flecha y des-
vióse y apartóse un poquito del
camino y estaba echado allí.
Y sobieron sus sobrinos a aquel montecillo y encumbraron y llega-
ron donde estaban los
montones de tierra y viéndolos dijeron:
"¿qué cosa es ésta? ¿Quién limpió y escombró este lugar?". Y dijeron:
"no sabemos
quién hizo esto, y esta tierra ¿quién la juntó aquí?
Cómo, ¿no la debía de ayuntar nuestro tío?". Dijeron: "si, mas, ¿para
qué
puso aquí esta tierra?". Y fingiendo Taríacuri que encumbraba el
montecillo, llegó a ellos y díjoles: "pues, ¿qué
hay, hijos? ¿Qué habéis hecho a-
quí? ¿Para qué posistes aquí estos montones de tierra?". Dijeron ellos: "padre,
no
los posimos nosotros; cómo, ¿no los posiste tú?". Díjoles Taríacuri:
"sí, hijos, discretos fuistes en no deshacellos. Oídme,
hijos: mira, Hire-
pan, ansí ha de haber tres señores. Tú estarás en este montón que está
en medio, ques el pueblo de
Cuyacan; y tú Tangáxoan estarás en
este montón, que es el pueblo de Mychuacan; y tú Hiquíngaje
estarás en este, que
es el pueblo de Pázquaro. Así serán tres señores".
Y trazó allí el pueblo del
señor llamado Hiuacha Zirapen, y
díjoles: "mirá que os quiero mostrar el pueblo: esta raya que está aquí
es el camino
por donde habéis de ir; ésta que está aquí, es una sierra.
Vosotros habéis de ir por aquí, y los de Cumanchen por aquí;
y
los de Eróngariquaro y Hurichu y Pichátaro, irán por este camino,
que ya vienen, que yo les señalé que viniesen mañana.
Id, pues, hijos". Di-
jeron ellos: "así será como dices, padre". Y partiéronse
con toda
la gente de guerra. Y en la tarde llegaron a un pueblo llamado
Viramu angaru, y en anocheciendo tomaron a su
dios Curícaueri,
y iban los escuadrones partidos y cercaron todo el pueblo para
destruille, y estuvieron en celada,
y en rompiendo el alba, dí-
joles a todos Hirepan: "levantaos todos". Y levantáronse todos
y dieron gran grita y destruyeron
y quemaron todas las casas y cativaron
muchos enemigos y haciendo todos gran ruido, y daban voces cuan-
do los tomaban.
Y llevaron, huyendo, los suyos a Hiuacha, asido de los
brazos. Y alcanzándole Tangáxoan, llegó a él y dióle con una porra
en-
cima la cabeza. Y tomaron todas sus mujeres, aquí una y allí otra,
y trujéronlas al real. Y moraban unos naturales
en un pueblo
llamado Chumengo y otros en otro pueblo llamado Zizupan y en A-
cúuato, y fué mucha gente de los enemigos
huyendo a los dichos pue-
blos. Y diéronlos grita y no los recebieron, y dieron la vuelta otra
vez, otra vez hacia su
pueblo. Y cativáronlos y durmieron sobre ellos,
que los alcanzaron de noche. Y todo un día estuvieron ansí cazando a los
que
se habían escondido y dormieron allí una noche. Y a la mañana con-
táronlos
todos y enviaron a hacello saber a Taríacuri, cómo los
habían conquistado y cativado y vino a dar la nueva un prencipal
llamado
Zapíuatame y saludó a Taríacuri y díjole: "señor, ya
ha cativado Curícaueri". Díjole Taríacuri: "¿hay algunos muertos de
los
nuestros con que me déis pena?". Dijo Zapíuatame: "señor, no peleó el señor
del
pueblo, todo está ya sosegado, y dormimos allí una noche y en un
día los tomamos cazándolos, y así los cativó Curícaueri".
Y holgóse
Taríacuri de las nuevas, y vino toda la gente de guerra con los cati-
vos, que venían haciendo gran ruido,
y anduvieron con ellos en pro-
cesión y lleváronlos a la casa de Taríacuri, y diéronles a todos de
comer y escogeron
los que habían de guardar en la cárcel para estos
sacrificios. Y desataron al viejo llamado Parengua, el mayordo-
mo
de Hiuacha, y fueron él y su hermano donde estaba Hirepan y díjo-
les: "¿qués, agüelo?". Y contáronle como
él era el de los plumajes. Dí-
joles Hirepan . "Vamos y dirémoselo a nuestro tío". Y fueron delante
de su tío y díjoles:
"pues, ¿qué hay, hijos?". Dijéronle: "este es el que te deji-
mos, éste es el que trujo los plumajes, éste se llama Parangua
y éste que viene con él dice que
es su hermano, que se llama Zipaqui. Díjoles Ta-
ríacuri: "¿qué dice Hiuacha?". Dijéronle: "¿qué ha de decir, señor?".
Dijo Taría-
curi: "allí está. ¿Qués lo que siente?, que desta manera castiga Curícaueri. Es-
to le dijeron sus padres
del cielo, que conquistase la tierra. Id
y escogedlos. ¿Qué decís?". Y fueron
y escogéronlos y libertaron cuatrocien-
tos. Y estuvieron componiendo los cativos dos días y empluma-
rónlos y pusierónles
las mitras de plata y unas tortas de plata
al cuello, como soles, y unos cabellos
largos a las espaldas. Y al señor
también dellos, llamado Hiuacha, y pusiéronles cascabeles en las
piernas. Y velaron
con todos ellos en las casas de los papas una noche,
y bailaron con ellos y a la media noche tañeron las trompetas para
que decendiesen los dioses del cielo, y a la mañana, echaron su hari-
na a los pies de los cúes. Y subieron a los
cúes Hirepan y Tangáxoan y Hi-
quýngaje y los otros señores, todos compuestos. Y Taríacuri estaba a-
sentado en una
silla a la entrada de las casas de los papas. Y sacri-
ficaron a todos aquellos cativos. Y un día entero no hecieron si-
no sacrificar. Y tenían al cuello unos collares de huesos llamados ta-
ropu vta, que eran colorados y estaban todos
ensangrentados de la san-
gre que saltaba de los sacrificados y lleváronlos a lavar a un a-
gua, que está en la casa
de don Pedro, gobernador en Pázquaro, y puso
nombre Taríacuri aquel lugar Carupu vta, el cual tiene hasta el pre-
sente
día. Y dice la gente común que por eso aquel agua de allí no
es sabrosa porque se lavaron allí, entonces, aquellos huesos
o conchas.
[XXXI]
COMO HIREPAN Y TANGAXOAN Y HIQUINGAJE CONQUISTARON
TO-
DA LA PROVINCIA CON LOS ISLEÑOS Y COMO LA REPARTIE-
RON ENTRE SI Y
DE LO QUE ORDENARON
[ LAMINA XXIII ]
Después
que conquistaron el pueblo de Hiuacha, fueron a conquistar a los de
Corínguaro y destruyéronlos. Y a Tétepeo y Tirípitio
y todos estos pueblos
conquistaron en una mañana. Conquistaron los pueblos siguientes: Hetúquaro,
Hóporo. Y Tangáxoan
y Hirepan conquistaron a Xaso, Chucándiro, Terémendo y
llegaron a Bányqueo. Y los de Bániqueo eran valientes hombres y
no los pu-
dieron vencer y apartáronse a medio día. Y viendo esto Hiripan y Tan-
gáxoan, sacrificáronse las orejas,
y toda la gente, por podellos ven-
cer. Y avergonzábanse unos a otros porque no eran más esforzados. Y
comieron todos
y tornaron a dalles combate y durmieron allí y tor-
naron a la mañana a pelear y entráronles a medio día. Conquista-
ron
a Cumachen, Naranjan, Çacapu, Cheran, Siuínan y, a la vuelta, a Hurú-
apa y los pueblos de los nauatlatos llamados Hacáuato,
Zizupan,
Chenengo, Vacapu y otros pueblos llamados Taríyaran, Yuriri, H[o]-
pácutio, Condébaro. Y huía toda la gente
de los pueblos a los montes.
Y dijeron Hirepan y Tangáxoan: "vamos aquí a Hurecho". Y fueron y con-
quistáronle y
descansaron. Y cuando ellos andaban conquistando
estos dichos pueblos, murió Taríacuri y fué enterrado en su lugar
de
Pázquaro, donde le sacó después un español, digo sus cenizas
con no mucho oro porque era en el prencipio de la conquista.
Y lla-
mó Hirepan a Tangáxoan y a Hiquíngaje y díjoles: "hermanos, ya es muerto
Taríacuri, nuestro tío. Tú, Tangáxoan,
vete a Mechuacan y yo me iré a Cu-
yacan y Yquíngaje estará aquí en Pázquaro, que aquí es su casa y asiento.
Y hicieron
una casa a Hirepan en Cuyacan y a Tangáxoan otra en Me-
chuacan. Y tomó cada uno su señorío y fueron tres señoríos. Y tornó
a lla-
mar Hirepan, desde algunos días, a Tangáxoan y a Hiquíngaje y dijoles: "hermanos,
vamos a conquistar a Huríparao".
Y conquistaron entonces los pueblos siguien-
te: Huríparao, Charáchutiro, Tupátaro, Varírosquaro, Xeroco, Cuiseo, y volvié-
ronse.
Y tornaron otra vez y conquistaron a Peuéndao, Zinzímeo, Araro,
y volvierónse. Y dijo Hirepan a Tangáxoan y Hiquíngaje:
"hermanos, ¿qué haremos? Que
la gente de los pueblos se llevan huyendo los plumajes y joyas con lo que
fueron señores
en los pueblos que conquistamos. ¿Dónde los llevan? Id
a retenellos, que se vengan los dioses a sus pueblos". Y venieron
todos
los que andaban huyendo con las joyas y plumajes y oro y plata.
Y presentáronselo todo y pusiéronlo todo en orden.
Y viendo aquel
oro amarillo y la plata blanca, dijo Hirepan: "mirá, hermanos,
que esto
amarillo debe ser estiércol del
sol que echa de sí; y aquel metal blan-
co estiércol de la luna, que echa de sí. Y todos estos plumajes que están
aquí,
verdes y penachos blancos, y plumajes colorados, ¿cómo conosce-
mos esto?
Como quien dice, no lo conoscemos ni sabemos qué es esto.
Es lo que la gente
llevaba huyendo y hanlo traído a Curíca-
ueri. Esto es lo que le dijeron sus padres en el cielo, quél quitase a todos,
to-
das las joyas, y que las tuviese él solo. La piedra recia que es la pa-
dra, y las piedras preciosas y mantas,
que todo esto él solo lo ha de
tener; llevadlo todo. Helo aquí, dónde os lo he puesto. More todo
esto con Curícaueri
y Xarátanga: yo solamente llevaré pluma-
jes colorados y verdes y no dividamos
estas joyas. Mas esté todo
en un lugar donde lo vean los dioses del cielo
y la madre Cuerá-
uaperi y los dioses de las cuatro partes del mundo y el
dios del in-
fierno; llévelo Hiquíngaje". Dijo Hiquíngaje: "yo no lo tengo
de llevar, yo no
quiero más de los plumajes blancos; esté todo en un lugar y en
una casa y guárdese y allí mirarán
los dioses este tesoro", que enton-
ces ayuntaron de toda la Provincia. Como
no lo quisiese llevar
ninguno consigo, hecieron una casa en Cuyacan y allí lo pusieron todo
en unas arcas y pusieron
sus guardas, y las guardas hacían semente-
ras para ponelle sus ofrendas de pan y vino. Todo este tesoro llevó Cristó-
bal
d[e] Olid cuando vino a conquistar esta Provincia, como más largo
se dirá adelante.
Y ayuntáronse todos los que habían quedado de los pue-
blos y díjoles Hirepan: "id, tomad vuestros pueblos, morá en ellos
como de
antes y torná a tomar vuestros árboles de fruta y vuestras tierras
y semen-
teras. Basta. Y ya nuestro dios Curícaueri ha usado de liberalidad y os
lo torna. Traed leña para sus cúes
y cavá sus sementeras para la guerra
y estad a las espaldas dél en sus escuadrones y acrecentá sus arcos
y flechas y
libradle cuando se viere en necesidad". Y todos respondieron
que así lo harían y lloraban todas las viejas y viejos y muchachos
y
fuéronse todos a sus pueblos. Y no hacían asiento los
pueblos, como no tenían
regidores y cabezas, que se meneaban los pue-
blos y no estaban fijos, y de contino estaban temiendo y alterados.
Y
entraron en su consejo Hiripan y Tagáxoan y Hiquíngaje y dijeron:
"hagamos señores y caciques por los pueblos, que placerá
a los dioses que
sosiegue la gente". Y fueron por todos los pueblos y hicieron caciques,
y los isleños tomaron una parte
en la tierra caliente y los chichi-
mecas otra parte a la man[o] derecha, en Xénguaro, Cherani, Cumachen; y a-
sí sosegaron
todos. Y se hizo un reino. Conquistaron así mesmo a Ta-
cánbaro, Hurapan, Parochu, Charu, Hetóquaro, Curupu hucazio. Y
an-
daban también las mujeres con los que iban a conquistar y todas
sus alhajas. Y hicieron su asiento Hirepan y Tangáxoan
y Hiquíngaje y
no iban a conquistar más de los chichimecas y isleños. Y repartieron
los pueblos aquellos señores de
los chichimecas y isleños. Estos prencipales
siguientes tomaron asiento en: Carupu hucazio, Tiáchucuqua, Cháquaco,
Zinguita, Tiuítani, Yzírimenga
varicha, Tauáchacu, Acume, Va-
richa tereco. Y los
isleños en el pueblo de Hurapan. Otro principal
llamado Cupáuaxanzi asentó en la Guacanan. Zapíuatamezan-
gueta asentó
en Paracho; Chapata y Atiache hucáuati asentó en Chu-
pingo parápeo, que era valiente hombre. Utume
y Catúquema en
Chupingo parápeo. Y iban todos estos prencipales conquistando por su parte
y conquistaron a Casinda
angápeo, Purechu hoato, Cauingan, Tucúmeo,
Marita angápeo, Hetúquaro, Hapérendan, Çacango, Cuseo, que todos son
pueblos
de tierra caliente, Xanóato angápeo, Quayámeo. Y otro prenci-
pal llamado Çangueta, de los isleños, conquistó Apánoato.
Conquistaron
así mesmo a Vámuquaro, Hacuízapeo, Papazio hoata, Tétengueo, Pu-
rúaran, Cuzian, Mazani, Pataçio, Camuqua
hoato, Yuréquaro, Sirán-
daro. Y iban poniendo caciques en todos los dichos pueblos; hasta las
mujeres mandaban los
pueblos. Y conquistaron a Copúan, Cuxa-
ran. Y Cúpauaxanzi, que estaba por cacique en la Guacanan, iba conquistan-
do
por su parte y conquistó los pueblos siguientes: Caxúruyo, Sy-
cuýtaro, Tarinbo házaquaran, Zicuýtaran, Púmuchacupeo,
Ya-
coho, Ayáquenda, Zinagua, Churúmucu, Cuzaru. Y otro prencipal lla-
mado Vtúcuma conquistó por su parte, los pueblos
siguientes: Parán-
zio, Zinapan, Zirápitio, Taziran, Turúquaran, Vrechu ambáquetio,
y un pueblo de los nabatlatos
llamado Copúan; y conquistó a Euá-
quaran, Charápichu, Paráquaro, Paqués hoato, Euáquaran, Tirístaran,
Puco hoato,
Tanzítaro, Eruzio, Zirámaratiro. Y iban desta manera
conquistando los chichimecas y isleños y conquistaron más los
siguientes
pueblos: Visíndan, Hauíri hoato, Zinapan, Zirápetio,
Hapánohato, Cuyucan, Hapázingani, Pungari hoato, que son pueblos
de
tierra caliente. Ambézio, Tauengo hoato, Tiríngueo, Charácharando,
Çacapu hoato, Peránchequaro, Vasís hoato, Hucumu,
Hacándiquao, Ha-
royo, Xungápeo, Chapato hoato, Haziro hauánio, Taximaroa que era
de otomíes. Pucuri equátacuyo, Maróatio,
Hucario, Hirechu hoato, Acán-
baro, Hirámucuyo, Tebéndaho, Mayao, Eménguaro, Cazáquaran, Yu-
rírapúndaro, Cuypu hoato, Vangaho,
Tánequaro, Purúandiro, Zirá-
pequaro, Quaruno, Ynchazo, Hutáseo, Hacáuato, Zánzani, Verecan. Y o-
tro señor hijo de
Hiripan, conquistó otro pueblo llamado Carapan, y el
padre y agüelo deste caçonzi muerto, conquistaron a Tamaçula y Capo-
tlan y los pueblos Dábalos y lo demás.
[XXXII]
DE LA PLATICA Y RAZONAMIENTO QUE HACIA EL SACERDOTE MAYOR
A TODOS LOS SEÑORES
Y GENTE DE LA PROVINCIA, ACABANDO ESTA HISTORIA PASADA, DICIENDO LA VIDA QUE HABIAN
TENIDO SUS
ANTEPASADOS
[ LAMINA XXIV ]
"Vosotros chichimecas que estáis aquí, del apellido de Enéani y Çacapu
hi[re]-
ti y de los señores Vanácaze, que no en una parte sola están ayuntados los
chichimecas, mas de en todo en
todo, son chichimecas los que están en los ca-
minos desta Provincia, para las necesidades de Curícaueri. Oid, esto
os
digo: vosotros qué decís que sois de Michuacan, ¿cómo, no sois advenedi-
zos? ¿Dónde han de venir más chichimecas? Todos
fueron a conquistar las
fronteras y así sois advenedizos. De una parte, eres de Tangáchuran
un dios de los isleños,
vosotros que decís que sois de Michuacan y sois
de los pueblos conquistados, que no dejaron de conquistar ningud pueblo,
y sois
en encensados, que así hacían a los cativos, y os dejamos por rellevo
de nuestra boca, que no os sacrificamos
ni comimos. Y mirá que prometistes
gran cosa: que haríades las sementeras a nuestro dios Curícaueri y prome-
tiste el
cincho y hacha, que fué que trairías leña para sus cúes y que estaréis
a las espaldas de sus batallones, que le ayudaréis
en las batallas y
que llevaréis sus relleves tras él, que es que llevaréis su matalotaje a la
guerra detrás dél, y que
acrecentaréis sus arcos y flechas, con el ayu-
da que le daréis, y le defenderéis en tiempo de necesidad; todo esto pro-
metiste.
Así ya eres ingrato, eres ya hecho rey, tú, gente baja de Mi-
chuacan, todos sois señores y os traen vuestros asientos
y sillas detrás de
vosotros, todos os parece que sois rey[e]s, aun hasta los que tienen cargo de con-
tar la gente,
llamados ocánbecha: todos sois señores. Mirá que Curícaueri
os ha hecho rey[e]s y señores. ¿Por qué no miráis a las espaldas,
al tiempo pasado,
cuando érades esclavos?; ¿por qué os conquistaron? Ahora no guardáis lo que
prometistes, que quebráis
los batallones; ques que os venís de las capi-
tanías de la guerra; y quebráis la leña de los cúes, ques que faltáis de
la
cuenta de la leña que se tray de común para sus cues; y dejáis por to-
das partes sus sementeras hacer herbazales,
que no desherbáis sus
sementeras para las guerras. Para esto érades tíos; que es, para esto érades
sier-
vos y esclavos. Esto prometistes de hacer cuando os dejaron de sacrifi-
car, esto pasa así; vosotros, gente de
los pueblos. Ahora Curícaueri ha lás-
tima de sí en este año presente en que estamos, por eso os tiene aquí para hacer
de
vosotros justicia, los que habéis sido delincuentes; vosotros que tenéis
dos naturalezas de hombre, hechiceros y médicos;
vosotros que vais a poner
hechizos y los lleváis en la mano. Por esto tiene lástima de sí, él, que tiene a to-
dos en
cargo, que es el rey y caçonzi. Y vosotros, caciques de las cuatro partes
de la Provincia y de los términos de los reinos;
vosotros estáis en las
fronteras y tenéis sus capitanías. Mirá, caciques, que con mucha miseria se
criaron los que fueron
señores de los chichimecas, que no probaban en su boca
un pedazo de pan, y los cinchos donde los habian de traer y hachas
para
cortar leña. De hierbas hacían cinchos para traer la leña para los cues
y por hachas traían unas piedras
agudas en las manos. Y comían hierbas
los señores chichimecas Hiripan y Tangáxoan y Hiquíngaje, y traían pues-
tas unas
mantas de [hierbas] muy bastas y gordas. ¿Dónde habían de haber
mantas blandas, y la insignia de honra que son los bezotes?
¿Dónde los
habían de haber ricos? Porque traían unos palos puestos por bezotes, por
ser señores. Y las mujeres, sus
madres, dicen que traían zar-
cillos de las raíces de maguey diciendo que eran zarcillos, y ansí
dicen que vivían aquellos
señores y señoras, sus hermanas. Ay, ay, mirá, que comían
hierbas, las que se llaman apúpata xaquá y acunba, patoque, coroche,
zímbico,
¿qué hierbas dejaron de comer? Aun hasta otra hierba llamada
sirúmuta, comían. Con esto ensancharon los pueblos y moradas.
Y ellos
quitaron para mí, a los enemigos, las mantas y los mantenimientos y aho-
ra sois caciques con grandes bezotes,
que estendéis los bezos para que parezcan
mayores. Mejor sería que os pusiésedes máscaras. Pues que os contentáis
con
tan grandes bezotes, traéis todos vestidos pellejos y nunca los
dejáis ni os los desnudáis, mas andáis empellejados. ¿Cómo
habéis
de tomar los cativos, siendo valientes hombres como lo sois? ¿No os
los
quitaríades y os pondríades unas mantas por los lomos desnudos para el
trabajo? Y tomaríades vuestro arco y flechas y os
pondríades vuestros jubones de
guerra, que así anda nuestro dios Curícaueri, y así iríades a la guerra a
defendelle
en las batallas. ¿Cómo habéis de ser valientes hombres? Ya
os habéis tornado todos ingratos porque sois ya caciques y señores;
y
amáis vuestros cuerpos por no trabajallos, y yendo a la guerra os
tornáis del
camino y venís mintiendo al caçonzi y le decís: señor,
désta y désta manera está el pueblo que conquistaste. Y con lo que
vienes men-
tiendo engañas al rey que te repartió la gente y te hizo cacique. ¡Ay
ay! , esto es así, vosotras gentes
que estáis aquí. Ya yo he cumplido por
el caçonzi en lo que os había de decir, que suyas son estas palabras. To-
mad
los malhechores y mataldos, que yo lo mando así". Y respondí-
an todos que era bien hecho. Y mandaba aquel susodicho sacer-
dote
que llevasen a la cárcel los que se llamaban vázcata, que
eran de los malhechores y algunos
cativos para sacrificar en la
fiesta general de Cuyngo. Y los otros que condenaba a muerte, los a-
chocaban con una
porra y arrastrábanlos después de muertos y
llevábanlos a los herbazales donde los comían los ádives y auras
y bueitres.
Y eran dedicados aquellos al dios del infierno. Y llegan-
do la fiesta de
Cuingo, bañaban aquellos encarcelados y dábanles a cada
uno una manta blanca, que se cubriesen, y otra camiseta colorada,
que se
vestiese cada uno, y dos brazaletes de cobre y unos collares de cobre, que
les ponían, y unas guirnaldas de trébol
con sus flores en la cabeza,
y dábanles a beber y a comer y emborrachábanlos. Y tañen sus ata-
bales, con ellos, los
sacerdotes del dios del mar llamados
Jupíencha. Y
después que los chocarreros habían peleado con ellos con sus rodelas y porras,
como
se dijo en la fiesta de Cuingo, los sacrificaban y se vestían sus pelle-
jos y bailaban con ellos. Después que se habían
hecho en este dicho día la
justicia general de aquellos que habían muerto con las porras, íbase a-
quel sacerdote mayor
a la casa del caçonzi, y el caçonzi le saliá a re-
cebir y le daba las gracias y hacía la salva a los dioses. Y después
le
daba de comer a él y a todos los que estaban allí con él.
[ LAMINA XXV ]
[XXXIII]
DE UN HIJO DE TARIACURI
LLAMADO TAMAPUCHECA QUE CATIVARON Y COMO LO
MANDO MATAR SU PADRE
Tenía un hijo Taríacuri llamado Tamápucheca,
el cual se nombra en esta
historia pasada, que cativaron en un pueblo llamado Yzíparámucu y res-
catáronle las amas
que le criaron, por un plumaje muy rico. Este dicho Ta-
mápucheca yendo una en una entrada a este dicho pueblo, le cativaron
sus
enemigos y lleváronle al patio de los cúes y trujéronle en procesión
como
solían hacer a los cativos y sahaumáronle como a cativo, con
harina. Y trujeron
las nuevas de su prisión a Taríacuri, su padre, y
holgóse mucho y dijo: "sí, sí, mucho placer tengo. Ya [he] dado yo de
co-
mer al sol y a los dioses del cielo. Yo engendré aquella cabeza que
corta-
ron; yo engendré aquel corazón que le sacaron. Mi hijo era como un
pan
muy delicado, y era pan de bledos. Ya he dado de comer de todo en todo
a las cuatro partes del
mundo; esto ha sido muy bueno, ¿qué cosa podía ser me-
jor? Porque estando aquí comigo le arrastrarán por alguna mujer".
Y
los de Yzíparámucu no le osaron sacrificar por miedo de Taríacuri,
su padre, y dijo el señor llamado Zinzuni: "váyase
a su casa: id y
tornalde, porques hijo de gran señor". Y enpenzáronle a enviar y decían-
le: "señor, vete a tu casa;
llévente tus criados". Díjoles Tamápucheca:
"¿Qué decís? No me tengo de ir porque ya me dió del
pie nuestro dios Curícaueri,
ya saben los dioses del cielo cómo estoy preso,
y ya me han comido, da-
me vino que me quiero emborrachar". Y no quisieron dárselo. Y dijéron-
le: "¿por qué dices
esto, señor? Irte tienes a tu casa". Dijo él: "no me tengo
de ir, ¿por qué me tengo de ir? ¿Qué dirá mi padre cuando lo
sepa que
me vuelvo? Que ya le han llevado las nuevas: traé los atavíos que
ponen a los cativos y cantaré a los dioses
del cielo". Acostumbraba
esta gente cuando eran cativados algunos en la
guerra, de
no osar volver a sus pueblos porque los mataban, si se volvían, por-
que decían que los dioses los habían
tomado para comer de los suyos
y también porque no diesen avisos a sus enemigos volviendo
a sus pueblos. Y como no se quesiese
ir a su pueblo Tamápuche-
ca, trujéronle los atavíos de que se componían los que se habían de sacri-
ficar, y pusiéronle
una mitra de plata en la cabeza y diéronle una
banderilla de papel en la mano y una rodela de plata al cuello. Y em-
penzó
a emborracharse todo un dia entero, y en anocheciendo, fue-
ron de Pázquaro sus amas que le criaron, sin hacello saber
a nadie,
y llevaron consigo un plumaje muy grande de unas plumas
grandes verdes, y llevaron el plumaje unos viejos
al señor
de Hizíparámucu y dijéronle: "danos a Tamápucheca, he aquí este plu-
maje". Y plúgole al señor aquello y
díjoles: "de verdad que le lleva-
réis". Y pusiéronle en una hamaca, así borracho como
estaba,
y trujéronle a un barrio de Pázquaro llamado Cutu. Y estaba
durmiendo hasta que amanesció y tornó en sí Tamápucheca
y dijo:
"¿dónde estoy?". Dijéronle: "señor, en Pázquaro estás". Dijo él: "¿qué es lo
que decís? ¿Por qué me trujistes?".
Y heciéronlo saber cómo fueron por él
y le trujeron. Dijo: "¿qué hará mi padre, desque lo sepa?". Y súpolo su padre
y
empenzó a reñir porque le habían traído y dijo: "¿qué soberbia les
tomó a los que le trujeron? Id y matalde y a sus amas
y a los viejos
que lo trujeron; lleven consigo la taza con que bebían, pues que por beber
le trujeron. Mataldos a
todos, que ellos me lo hecieron malo. ¿Cómo ha de
regir la gente pues que se emborrachaba?". Y matáronlos a todos con
una
porra.
[ LAMINA XXVI ]
[XXXIV]
DE COMO FUE MUERTO
UN SEÑOR DE CURINGUARO POR UNA HIJA
DE TARIACURI
Contóme un sacerdote de Curícaueri, que siendo él pequeño iba
con un agüelo
suyo, muy viejo, al pueblo de Curínguaro y llegando a cierta parte le dijo:
"aqui fué muerto un señor
de Corínguaro por una mujer, y fué desta ma-
nera: Taríacuri, señor de Pázquaro, como tenía guerra con los señores de
Corin-
guaro, cerca de Pázquaro, tenía una hija o una de su mujeres, y atavióla
muy bien y llamóla y díjole: "oyeme:
ve a Curínguaro, mátente allá, por-
que si fueras varón, ¿no murieras en alguna guerra y estuvieras echado en
alguna
parte, muerto?". Y era por la fiesta de Húnispéraquaro, cuando vela-
ban con los huesos de los cativos en las casas de
los papas. Y dióle sus ata-
víos, que se pusiese una saya con unas nauas muy buenas y díjole: "vete y
si te tomaren
en alguna parte, no se te dé nada. Ve a Paré xarépetio, llega
a la casa de los papas, donde están las mujeres, y entrará
el sacrifica-
dor a decir la historia de los huesos y empenzarán a cantar. Enton-
ces entrarán las mujeres y empenzarán
a bailar con ellas los valien-
tes hombres, asidos todos de las manos. Júntate con quien pudieres. Allí
están los
señores llamados Vresqua y Cando, Sica, Zináquanbi, Quama,
Quatá maripe, Equándira, Changue. Mira tú alguno dellos con
quien te jun-
tas a bailar". Y dióle unas navajas de piedra, envueltas en una manta,
para que degollase alguno de
aquellos señores, y mantas y cotaras de cuero para
que le diese al que se juntase a bailar con ella. Y dijo la mujer:
"señor, yo
quiero morir y ir delante de ti; porque si yo fuera varón, ¿no muriere
en alguna batalla?". Y díjole Taríacuri:
"ve y llegarás allá esta noche
y quizá placerá a los dioses que te tome alguno de aquellos señores y si te toma-
re,
empezarte ha a preguntar de dónde eres; entonces no señales que eres
de aquí, de Pázquaro, mas di que eres de Tupátaro
pueblo sujeto a Curín-
guaro y dirás: 'señor, un hermano mío trujo aquí un cativo para bailar
con él, para hacelle
que vaya al cielo presto y llorar por él, y no le hallé aquí, no
sé dónde es ido'. Y si dijere: 'señora, aquí estaba',
o lo que te dijere, o si te
dijere que fué por leña para los
cúes, diras: 'ay, señor, cierto es que
debe ser ido'. Y en amanesciendo, vete tras él y dale estas mantas
que te he
liado aquí y dirásle: 'señor, toma estas mantas y estas cota-
ras y este plumaje para la cabeza y esta camiseta que te
pongas
y este cincho y petate que le traía a mi hermano'. Y él te dirá: 'señora,
¿qué se ha de poner tu hermano?'. Dirásle:
'señor, allí tengo más que se pondrá;
yo no tengo de tornar esto a casa, quizá es ido muy lejos al monte
por leña para
los cues'. Y vente como pudieres. Y vendréis hasta el
monte y diráte: 'señora, ¿has de venir esta noche?'. Dirás tú: "¿por
qué no, señor?
Cómo, señor, ¿no estamos aquí para bailar cinco días?". Y diráte: "oh, señora, ¿no
te habías de ir a
tu casa?". Y dirás: "señor, ¿por qué no me tengo de ir? Ma-
ñana volveré, que aquí dormiré". Esto es lo que le dirás. Y
cuando saliere
fuera contigo, apártale del camino y allí dormiréis y estando
dor-
miendo, córtale la cabeza con una navaja destas que llevas". Y partió-
se la mujer y llevó liadas las mantas, puestas
a las espaldas, y
llegó a Corínguaro. Y cuando llegó era ya media noche y echóse allí
a las puertas de los papas y entró
el sacrificador a hacer su sermón a-
costumbrado y empenzaron a cantar con los esclavos y entraron las mu-
jeres y empenzaron
a bailar asidos de las manos, mujeres y hombres.
Y llegada la fiesta de Húnispéransquaro púsose una manta blanca, Can-
do,
y todos los señores pusiéronse, todos en orden para bailar, y guia-
ba la danza un señor dellos llamado Vresqua y siguíale
otro señor
llamado Cando, de los más prencipales, y todos tenían guirnaldas de
trébol en las cabezas. Y llegóse la mujer
de Cando a bailar con su mari-
do y dieron una vuelta y asentáronse donde estaba la mujer de Páz-
quaro. Entonces atavióse
muy [bien]. Púsose un collar de turquesas al cue-
llo y otros sartales a las muñecas y unas nauas de encarnado
y púsose
los cabellos entranzados alrededor de la cabeza y púsose
de negro los dientes y puso las
mantas que llevaba, allí dentro. Y jun-
tóse a bailar con aquel señor llamado Cando. Entróse en medio dél
y su mujer
y apartó a su mujer. Y como la vió Cando, tomóle la ma-
no y apretósela, y
enpezaron todos a bailar. Y apretábanse las manos,
y dejóla y apartóse a una parte y paróse a mirar aquella mujer, cómo
era
hermosa. Y tornó a la danza y tornó a tomar la mujer de la ma-
no y empenzaron a bailar. Y cesando la danza asentáronse
todos y tor-
naron otra vez y díjole su hermano Vresqua: "hermano, ¿quién es aquella con quien
bailas?". Díjole Cando:
"señor, hermana es de mi mujer". Dijo Vresqua: "muy her-
mosa es". Y bailaban todos y tornó su mujer a llegarse a su marido;
y
la mujer de Pázquaro, de contino, se llegaba a Cando y se metía entre
entrambos y dejaba Cando a su mujer y tomaba la otra
y baila-
ba siempre con ella. Bailó cuatro vueltas con ella y tomaron todos un bre-
baje o bebida llamada puzqua, y
asió entre tanto de la mano Cando
aquella mujer y sacóla al portal de las casas de los papas y asen-
táronse allí entrambos,
Y díjole Cando: "señora, ¿de dónde eres?". Dijo
la mujer: "señor, de Tupátaro, una estancia sujeta de aquí". Díjole Can-
do:
"señora, ¿a qué veniste aquí?". Dijo ella: "señor, vine porque un hermano mío
puso aquí un esclavo y venimos aquí entrambos
para llorar por él y ha-
celle que vaya presto al cielo". Segud la costumbre que solían tener cuando to-
maban algud
cativo que habían de sacrificar, bailaban con él y decí-
an que aquel baile era para dolerse dél y hacelle ir presto al
cielo. Díjo-
le Cando: "y tu hermano, ¿no está casado?". Díjole la mujer: "aún no es casado, señor".
Díjole Cando: "¿baila
aquí entrambos?". Dijo ella: "sí, señor". Díjole Cando:
"¿aquí estaba y fué por leña para los cues?". Dijo la mujer: "así
debe ser, señor,
yo me iré a mi casa". Díjole Cando: "es media noche. ¿Cómo, no habrás miedo?".
Dijo ella: "no, señor,
mas iréme, ¿qué tengo de hacer aquí?". Díjole Cando: "yo
quiero ir contigo". Dijo ella: "señor, ¿a qué propósito has de
ir?". Díjo-
le Cando: "vamos que yo iré contigo
un poco y iré por leña para los cues". Di-
jo la mujer: "vamos señor". Y fueron y [fué la] mujer por sus mantas que traía
para da-
lle, y él por su camiseta, que bailaban desnudos no más de una manta por
los lomos. Y salió la mujer y vino
Cando detrás della y díjole: "pues, ¿qué
hay, señora? Quiero ir contigo". Y bebía toda la gente un brebaje o bebida lla-
mada
puzqua. Y asióla de la mano y salieron del patio de los cúes, de la
cerca
que estaba allí de leña, y salieron allí al camino y entraron en unos
herbazales y díjole Cando: "anda acá, señora, y estenderémonos
un poco".
Y apartáronse del camino y dijo ella: "señor, es aquí cerca, quizá
sal-
drán; vamos allá bajo", por apartalle del camino. Y andovieron un
ratillo
y dijo ella: "señor, aquí estaremos". Y estaba allí un peñasco
grande. Y conocióla allí. Y dormióse Cando y estaba boca
arriba, y levan-
tóse muy paso la mujer y apretóse las nauas y cortólas hasta la rodilla
por poder aguijar. Y desató
sus navajas, que llevaba envueltas en la man-
ta, y con una mano tomó la navaja y con otra le trastornó la cabeza, para
extendelle
más el cuello. Y puso la navaja por la garganta y corrióla y cor-
tóle la cabeza y hízolo tan de priesa, que no pudo dar
voces. Y púsole la una
mano en el pecho y tomándole, como quien desuella, cortóle
de todo la cabeza y
quedó solo el cuerpo hecho tronco. Y tomó la cabeza por los cabellos y vínose
a su pueblo y llegando
a los términos del pueblo, estaba allí un altar don-
de ponían los cativos
o los traían alrededor, cuando los traían de la
guerra. Puso allí la cabeza en un lugar llamado Pirúen y vínose a su
casa
a Taríacuri y contóle lo que le había acontecido y hicieron todos grande
regocijo. Y díjole Taríacuri: "ya has dado de
comer a los dioses; echen la
culpa a quien quisieren; no se nos dé nada; atrebúyanlo a quien quisieren".
Esto dice esta
gente que aconteció en Corínguaro, pueblo de sus enemigos.
Y así lo puse aquí segud su relación y manera que me lo contaron.
[XXXV]
DE LOS SEÑORES QUE
HUBO DESPUES DE MUERTOS HIREPAN Y TANGAXOAN Y
HIQUINGAJE
Dicho se ha cómo Taríacuri repartió en tres señoríos
a Michuacan:
Hirepan fué señor de Cuyacan, y allí fué la cabecera porque estaba
allí su dios Curícaueri, que era aquella
piedra que decían que era
el mismo Curícaueri. Tuvo un hijo llamado Ticátame, fué señor
en Cuyacan después del
padre. En Pázquaro fué señor Hiquíngaje ;
tuvo muchos hijos, y por ser malos y que se emborrachaban y ma-
taban a
la gente con unas navajas y se las metían por los lo-
mos, los mandó matar. Hiquíngaje tuvo un hijo de su mismo
nombre,
que dicen que le dió un rayo y matóle y embalsamáron-
le y teníanle como a dios, en la laguna, hasta el tiempo que venieron
a esta Provincia los españoles, que le quitaron donde estaba. Hi-
rypan tuvo otro hijo llamado Ticátame, que fué señor
en Cu-
yacan, y aquel Ticátame, otro
llamado Tucúruan, y el Tucúru-
an, otro llamado Paquíngata, que fué padre de doña María la
que está casada con un español.
Tangáxoan tuvo hijos, entre los
cuales tuvo uno llamado Zizíspandáquare que fué señor en
Mechuacan. En tiempo de Ticátame,
señor de Cuyacan,
pasóse la cabecera a Michuacan, que llevó Zizíspandáquare
a Curícaueri a Michuacan y todo el tesoro.
Parte puso en la
laguna, en unas islas, y parte en su casa. Zizíspandáquare
tuvo otro hijo llamado Zuangua que fué señor
en Michuacan,
en tiempo del cual venieron los españoles a Taxcala y
murió
antes que veniesen a esta provincia de Michuacan. Dejó Zan-
gua los hijos siguientes: Tangáxoan, por otro nombre Zinzicha,
padre
de don Francisco y don Antonio; Trímaransco, Cuini, Sirangua
Aconsti, Tímaje, Taquíani, Patamu, Chuizico, y muchas hijas.
Después
que los españoles vinieron a la tierra, alzaron por
señor a Tangáxoan, por otro nombre llamado Zinzicha,
y mató cuatro
hermanos suyos, por persuasión de un
hermano suyo llamado Tímaje, que decían que se le alzaban con el
señorío, como
se dirá en otra parte. No hubo más señorío en
Pázquaro después que murió Yquíngaje, porque sus hijos mandó ma-
tar
Hirepan. En Cuyacan fué enterrado Hirepan y después
le sacó de allí un español y tomó el oro que había allí
con él.
En Michuacan fueron enterrados Tangáxoan y Zizís-
pandáquare y Zuangua. Zizíspandáquare hizo algu-
nas entradas hacia
Tuluca y Xocotitlan y le mataron en
dos veces, diez e seis mil hombres. Otras veces traía cativos.
Otra vez venieron
los mexicanos a Taximaroa y la destru-
eron en tiempo del padre de Motezuma
llamado Hacángari, y
Zizíspadáquare la tornó a poblar y tuvo su conquista hacia
Colima y Çacatula y otros pueblos, y
fué gran señor, y des-
pués dél su hijo Zuangua ensanchó mucho su señorío.